Sacha Llorenti (Cochabamba, 1972),
apodado el “Mariscal de Chaparina”, representa al neo masismo. Licenciado en
Derecho, se acomodó en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia,
de la que salió mal parado. Activistas de esa organización recuerdan que fue
bajo su presidencia cuando comenzó el deterioro de la APDHB.
Hace diez años fue el responsable de
relacionar al gobierno de Evo Morales Ayma con los movimientos sociales, en el
inicio de la decadencia de esos grupos que pasaron de la rebeldía al
clientelismo, al corporativismo y a estar embarrados con la corrupción. La
inmensidad de ese despilfarro sólo se conocerá el 2020 pues hay muchos casos no
investigados, como el programa Evo Cumple, Bolivia Cambia, el Fondo Indígena,
los viajes al exterior, las movilizaciones urbanas.
En 2010 reemplazó a Alfredo Rada en
el Ministerio de Gobierno. Llorenti intentó en una primera etapa confrontar a
grupos de poder dentro del propio ministerio y de la Policía. En cambio, hay
dudas sobre el manejo institucional en el nombramiento de las autoridades en
Migraciones o en Bienes Incautados.
Sin embargo, el capítulo que marcó
su biografía fue la represión contra una marcha de indígenas de tierras bajas,
probablemente el sector más pobre e indefenso de Bolivia, que rechazaba la
construcción de una carretera que atravesaba su hábitat. Otras marchas habían
llegado a La Paz sin incidentes.
La VIII Marcha por la Defensa del
Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, los Territorios, la Vida
y la Dignidad de los Pueblos Indígenas, espacio creado hace más de medio siglo
y protegido por la legislación de los noventa, fue permanentemente asediada con
agentes provocadores y con agresiones. Lo peor sucedió el 25 de septiembre,
nombrado por los marchistas “Día de la Vergüenza del Estado Plurinacional”.
Llorenti, Máxima Autoridad
Ejecutiva, intentó escaparse del juicio histórico culpando a la “ruptura de
mando”, algo poco creíble pues la represión incluía espías, policía, militares,
uso de aviones de las FFAA y traslados de mujeres y niños en buses contratados,
con destino desconocido. Renunció obligado por las evidencias, aunque trató de
esconderse indicando que lo hacía para salvar el “proceso de cambio”.
Evo Morales lo premió con un puesto
en Naciones Unidas. Desde ese lugar, Llorenti se convirtió en un cómplice de
Rusia y de China para evitar sanciones al régimen sirio que- igual que el
venezolano y el propio régimen masista- se niega a salir del poder, a pesar de
los 300 mil muertos, millones de heridos y de refugiados.
En la última votación para evitar el
uso de armas químicas, como pasó dos veces en Guta, prefirió el seguidismo.
Bolivia pudo presentar una tercera voz, frente al guerrerismo de Estados
Unidos, pero Sacha no sabe de diplomacia.
Su diploma lo recibió como co-
agente en La Haya. ¿Cuándo leyó o habló sobre la reivindicación marítima? Es un
ignorante en la materia y no resistirá un solo debate. Parece que al gobierno
le gusta avanzar un paso y retroceder cinco, en éste y otros asuntos.