Fue difícil volver a Guatemala, al
corazón del mundo maya, después de las dolorosas experiencias durante la
prolongada guerra de exterminación contra los indígenas y una actualidad de
fachada democrática, con una reiterada violencia política y social, llena de
cicatrices profundas.
Caminar sin los sobresaltos de los
ochenta 1980, cuando mataban a los pobladores maya quichés en el más horroroso
genocidio desde la colonia. Quinientos años de resistencia se hicieron polvo por
las órdenes orquestadas desde Washington, cumplidas por nativos (blancos y
ladinos), militares y paramilitares, civiles y la complicidad del establishment.
Ingreso a la Iglesia en Santiago de
Atitlán después de navegar por el bello lago que la circunda con el corazón
estremecido. Aún recuerdo mis juveniles reportajes sobre los asesinatos a
sacerdotes, monjas y a activistas de las Comunidades Eclesiásticas de Base
porque denunciaban los abusos del gobierno militar. En los 17 meses del régimen
de Efraín Ríos Montt se cometieron las peores atrocidades, pero la guerra civil
había empezado mucho antes y duraría hasta los Acuerdos de Paz en 1996.
A un lado están los santos vestidos
como mayas y cubiertos esta cuaresma por mantillas moradas y rosadas, una mujer
reza reflejando la fe de los indígenas, otra renueva las flores bajo la
fotografía del Padre Aplas, beatificado hace un año por el Papa Francisco. Es
considerado el primer sacerdote estadounidense mártir, nacido en Oklahoma,
asesinado por defender a los pobladores más pobres.
Stanley Francis Rother, a diferencia
de sus compatriotas sentados en el Pentágono y en los cuarteles de la CIA, se
puso del lado de los mayas acorralados y masacrados por sucesivos gobiernos
civiles y militares. Convocado por la flamante Teología de la Liberación,
aceptó ser misionero en Santiago, cuyos pobladores analfabetos lo bautizaron
como Aplas o Francisco. Ahí no se limitó a oficiar misa sino a participar en
los esfuerzos de los agrarios. La violencia militar que arrasaba los campos
también llegó a su parroquia con desaparecidos y asesinados, muchas veces
niños, bebés.
En la iglesia también hay una placa
recordando a esos mártires. Aplas denunciaba los hechos y también la
persecución a la Iglesia, pero escribió- casi como un testamento- “ningún
pastor huye a las primeras señales de peligro”. En la Semana Santa de 1981 fue
acribillado en la rectoría donde ahora está su mausoleo.
Han pasado décadas y aún sus amados
feligreses siguen pobres. Ahora son decenas de turistas las que invaden sus
tierras, compran sus artesanías y tejidos, dan alguna limosna.
GUATEMALA
Y BOLIVIA
Guatemala y Bolivia tienen un
destino mucho más cercano y hermanado de lo que recuerdan los textos escolares de
historia o la falta de noticias sobre el país centroamericano en los medios
bolivianos y viceversa.
Ambos son los territorios con mayor
porcentaje de descendientes directos de los primitivos pobladores
precolombinos, allá los mayas- principalmente quichés-, acá los aymaras y
quechuas, además de los garífunas, los afrodescendientes y una cantidad de pequeñas
etnias dispersas.
Guatemala tiene la décima superficie
que Bolivia, pero 17 millones de habitantes, con una densidad intensa en la
capital, Guatemala y en los centros urbanos. Los indígenas viven mayormente en
las montañas y en el altiplano, viven de la agricultura (maíz y frijoles) y
venden artesanías, además de una creciente participación en los servicios
turísticos. Es la primera economía centroamericana y la décima del
subcontinente.
Su población nativa mantiene viva su
cultura ancestral, sus homenajes a la Madre Tierra antes de la siembra, los
cultos a los dioses de la muerte y de la fertilidad, las fiestas patronales a
través de “cofradías” para algún santo, donde la danza, la comida y la bebida
son la memoria de los tiempos más remotos.
En Guatemala están los restos más
extensos de la impresionante cultura maya, sobre todo en la zona de Tikal, pero
no sólo ahí, y los descubrimientos de inicios de 2018 presentados por “National
Geographic” muestran que la selva aún esconde otras ciudadelas. El abandono de
estas pirámides y grandiosas construcciones es tan misterioso como la caída
inexplicada del imperio tiahuanacota.
Los mayas heredaron su asombroso
conteo del tiempo- aquel que en 2012 permitía la especulación del fin del
mundo-, sus códices, su escritura en piedra, el maravilloso Popol Vuh y una
portentosa arquitectura, además de decenas de objetos arqueológicos.
Conquistados por los españoles por
sus problemas internos, los mayas pasaron a ser servidores y a perder sus
tierras comunales en un proceso que no se detuvo con el nacimiento republicano
en 1821, más bien se acentuó con la expansión de las fincas cafetaleras.
En los cincuenta del Siglo XX,
Guatemala y Bolivia experimentaron gobiernos nacionalistas, favorables a la
entrega de tierras a los indios originarios. Bolivia pudo mantenerse, quizá por
las astucias de Víctor Paz Estenssoro frente a Estados Unidos; en cambio, cayó
el régimen de Jacobo Árbens por atreverse a desafiar a la United Fruit. Esa
compañía, tan bien descrita por el Premio Nobel Miguel Ángel Asturias, era
dueña de las plantaciones de bananos, propietaria de la mitad de las tierras
fértiles, sólo aprovechaba el 2,6 por ciento y pagaba salarios miserables;
manejaba los ferrocarriles y los vapores y tenía a los gobernantes a su
disposición hasta 1950. No pagaba impuestos. Fue la gran conspiradora para
mantener su “república bananera”.
Árbens intentó cambiar el
entreguismo de Jorge Ubico y de los militares. Ernesto Che Guevara- otra
coincidencia- visitó La Paz en 1954 asombrado ante las milicias obreras y
campesinas y después llegó hasta Guatemala para conocer un proceso
antiimperialista, pero aparentemente menos radical. Aún se puede visitar la
confitería en el centro de la ciudad donde él se reunía con intelectuales que
terminaron también como guerrilleros. Ambas experiencias impulsaron el
compromiso político del argentino.
La historia boliviana conoció el
declive de la Revolución Nacionalista, 18 años de dictaduras militares, la
guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, el ascenso obrero y popular en
1970, las luchas sindicales, las conquistas democráticas.
Guatemala cayó desde 1954 en una
guerra civil hasta los acuerdos de paz en 1996, esfuerzos que no han
significado mejoras para los pobres ni para el mejor manejo de la
administración pública. Al contrario, la historia de los últimos años es un
cúmulo de nuevas muertes políticas, robos al más alto nivel, enfrentamientos
sociales.
A inicios de los años setenta se
formaron grupos guerrilleros como las famosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y
su líder Luis Turcio Lima y el indigenista Ejército Guerrillero de los Pobres,
pero fue entre 1977 y 1978- cuando en Bolivia se preparaban las primeras
elecciones libres- que la guerra recrudeció. La construcción de la Franja en el
norte expulsó a los campesinos y favoreció a los terratenientes y políticos.
Entre esos años y toda la década de
los ochenta aumentaron las masacres, asesinatos selectivos, ajusticiamientos de
líderes sindicales como el famoso caso de la fábrica de Coca Cola, cómplice en
la muerte sucesiva de cada uno de los dirigentes, desapariciones. Se calcula
que la guerra costó al menos 200 mil muertos, cuatro veces más que las pérdidas
bolivianas en la Guerra del Chaco, 50 mil desaparecidos, 100 mil desplazados y decenas
de exiliados.
Los campesinos expulsados por el
ejército, aliado de agroexportadores y empresarios, intentaban huir a México,
algunos pasaban hasta Estados Unidos, el mismo país que financiaba a las
fuerzas que los exterminaban. En una perversa ruleta, muchos de ellos son ahora
los ilegales que quiere expulsar Donald Trump. Muchos otros retornaron a un
país que no les dio oportunidades de trabajo y forman pandillas y cuadrillas
bandoleras.
El genocidio fue sistemático y sin
pausa. Los hechos son todavía relatados por los sobrevivientes y hay videos con
casos estremecedores. Probablemente fue la peor experiencia de la Doctrina de
la Seguridad Nacional en todo el continente.
La democracia lenta y llena de
contradicciones no logró modificar las estructuras injustas y tampoco castigó a
los culpables, principalmente militares. Actualmente el presidente Jimmy
Morales, un periodista, está investigado por presuntos hechos de corrupción. La
Comisión de las Naciones Unidas intenta develar las profundas raíces de este
mal gobierno que se enroscan desde el Siglo XIX, pero cada vez sufre más
presión.
Al frente, como sucede en los países
vecinos, las sectas más conservadoras- alguna que ya fue el gran soporte civil
estadounidense del genocida Efraín Ríos Montt- se aprestan a tomar el poder,
ahora por las urnas.
No parece llegar aún la hora de la
redención para los últimos pobladores mayas.
GUATEMALA
HERMOSA
Paradójicamente, como sucede con
tanta frecuencia en nuestro continente, Guatemala es un país hermoso, colorido,
rodeado del Pacífico y con su salida al Caribe, lleno de lagos navegables, de aguas
transparentes de sutil turquesa.
Hay decenas de lugares para visitar,
como la propia capital, limpia y con todo tipo de ofertas, aunque peligrosa en
muchas zonas y el conserje del hotel aconseja no salir sola cuando anochece.
Antigua, la vieja capital, es ahora un lugar preferido para las bodas de
yanques adinerados, tiene hermosos hoteles para todo bolsillo, paseos y
excursiones.
Hay vuelos directos hasta Flores, el
municipio donde está el Parque Tikal con las ruinas mayas, desde diferentes
ciudades estadounidenses, igual que desde Londres, Berlín, Ámsterdam. Los
turistas aprovechan la amabilidad de la gente y el clima de eterna primavera
para quedarse varios días.
Son famosos los mercados populares
en Chichicastenango, Huehuetenango, en la propia capital. Hay turismo
comunitario y también caminatas de varios días para llegar a ruinas mayas más
escondidas.
La oferta turista en Guatemala está
muchísimo más desarrollada que en Bolivia. Las autoridades ayudan al forastero
y los pobladores se complacen en invitar un pedazo de mango o de compartir su
música. Llegan más de dos millones de visitantes al año.
Las cicatrices aún son profundas; la
violencia es constante, aunque lejos de los años de terror de hace 25 años; los
gobernantes concursan por cumplir el dicho de “Guatemala” a “Guatepeor”, varios
están presos, procesados, prófugos.
Sin embargo, la sonrisa inocente de
los niños jugando en la puerta de la escuela hacen creer que aún hay esperanza.
FOTOS
Beato
Aplas
Ceremonias
indígenas
Fé
católica
Mayas
Jacobo
Árbens, el presidente revolucionario