viernes, 27 de abril de 2018

UNA COB DECRÉPITA



            ¡Qué triste Primero de Mayo este 2018! Yace al fondo del sepulcro la Central Obrera Boliviana, fundada el 17 de abril de 1952; a su lado, agónica, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, fundada el 11 de junio de 1944. Ya está liquidada la Confederación Sindical de Trabajadores Campesinos de Bolivia, la más joven, creada después de años de lucha para unir diferentes centrales agrarias. Otros sindicatos están acallados, divididos, atrofiados, como el de los periodistas, el de los petroleros, el de los ferroviarios.
            El Proceso de Cambio logró con éxito lo que no pudo el poderoso nacionalismo revolucionario en los años cincuenta; las botas militares durante 18 años, las mismas que ahora cogobiernan; el neoliberalismo y la relocalización de los ochenta; ni la televisión de los noventa y sus reality shows.
            El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) intentó imitar al peronismo y a otros populismos, además del ejemplo estalinista, para coaptar a los dirigentes obreros, principales actores de la insurrección del 9 de abril, y tenerlos saciados con cuentitas de colores. El proletariado, artesanos y profesionales, además de universitarios y estudiantes de secundarias dijeron No. Defendemos la independencia de clase y nuestro espacio.
            El MNR probó entonces crear un organismo paralelo, estilo CONALCAM, y sembrar la división con saldos trágicos como en Huanuni y en Sora Sora. Las mujeres salieron en defensa de los dirigentes y la COB se mantuvo digna.
            Los militares- los mismos que hoy gozan del 100 por ciento en sus jubilaciones- arrinconaron a los mineros rebajando sus salarios, bombardeando campamentos, cercándolos, matándolos- también a sus hijos- apresándolos, exiliándolos. La metralla no ganó a la solidaridad, a la ternura de los históricos dirigentes.
            Otra vez inventaron organismos paralelos, los “coordinadores”, aprovechando la represión contra los elegidos en los congresos laborales. Desde la clandestinidad la respuesta fue única: ¡Viva la COB!, ¡Viva la FSTMB!, independientes, combativas.
            El despido masivo de mineros, las empresas estatales fantasmas, las ofertas de grandes indemnizaciones no acallaron ni bajaron la cabeza de Juan Lechín, de Simón Reyes, de Filemón Escobar, de Guillermo Dalence, de Víctor López.
            Disminuida, desmembrada, la COB intentó mantener su protagonismo, con muchos baches. Los mineros asalariados seguían como una reserva moral de la nación, aunque desparecían los antiguos modelos de trabajo y de relaciones humanas y la televisión privada extendía un sistema ideológico perverso.
            La llegada del Estado Plurinacional, los roles malvados de Alfredo Rada, de Sacha Llorenti, de Juan Ramón Quintana, lograron modificar a la COB y, qué lástima, a la FSTMB. Un hotel de una estrella, regalos, fiestas, comilonas. No hay peor pobreza que la miseria humana.
            Unos autos usados (qué dice la Contraloría, qué dice el Viceministerio de Transparencia) son suficientes para el velorio, acompañado del desfile bufo del próximo Día del Trabajo.

martes, 24 de abril de 2018

DE ESTELÍ A ESTELÍ


            Llegué a Estelí, las 3.000 veces heroica como se la conocía entonces, a los pocos meses de la victoria sandinista del 19 de julio de 1979. Estaba fascinada por aquella historia épica de unos jóvenes cristianos capaces de derrocar a una de las dinastías creadas por el imperialismo estadounidense en los años 30.
            Había caído Anastasio Somoza y gobernaba el Frente Sandinista de Liberación Nacional, fundado en los años 70 por el poeta Carlos Fonseca Amador como brazo armado de las luchas populares y reivindicando a Augusto César Sandino, el General de los Hombres Libres. Durante una década, el FSLN había sufrido reveses, divisiones, muchas muertes, pero la unión de las tres tendencias, desde las marxistas hasta las socialdemócratas, marcó el camino de la victoria.
            Gobernaba en Estados Unidos James Carter que prefirió un camino pacífico a la intervención en América Latina y las fuerzas juveniles ingresaron a León, a Granada, a Managua. Eran famosos Edén Pastora y Dora María Téllez por el secuestro de meses antes; conocerlos fue un sueño, igual que entrevistar a Tomás Borge y los comandantes.
            Fuimos a Masaya, la heroica, que había resistido con tantos chavales las últimas arremetidas de la Guardia Nacional somocista. Llegar a Estelí, un nombre que jamás se enseñaba en la geografía escolar, era un desafío en un país aún sumido en la guerra. Aún circulaban las imágenes de los asesinados en los barrios populares.
            Entonces vimos flamear la bandera roja y negra y desfilar a adolescentes, algunos con el rosario católico en el pecho, casi niños, armados con alguna FAL o con alguna mochila. Partían a las brigadas de alfabetización, mientras Ernesto Cardenal ayudaba a ampliar la difusión cultural.
            Había poca comida, desorden en las vías, lluvias torrenciales, mucho barro. Nada importaba y los latinoamericanos nos uníamos a decenas de voluntarios llegados de todo el mundo para apoyar a los sandinistas.
            Fue, entre otros, el poeta Cardenal el que destapó la mentira, la farsa y cómo la intriga de Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega, había logrado arrinconar a los verdaderos sandinistas. Muchos dirigentes se embarraron con una corrupción más bochornosa que la de los propios somocistas. Los auténticos, como Henry Ruiz, Mónica Baltodano y otros los denunciaron.
            En 10 años, al mando de la pareja- incluso acallando la violación de la hija de ella por parte de su padrastro- se construyó una nueva burguesía, llena de lujos, pueril. Los antiguos comandantes lamentan cómo se entregaron los intereses nicaragüenses a empresas multinacionales, muchas chinas.
            No dudaron en organizar elecciones controladas. En el festejo del 19 de julio anterior, sólo Evo Morales asistió, en un acto ridículo, donde la esposa enseñaba a Ortega cómo y dónde hablar y abajo los empleados tomaban caña.
            Sin los petrodólares, con una ciudadanía desencantada que no pudo expresarse realmente en los comicios, con medios de comunicación serviles o perseguidos, el estallido era previsible, no importa cuál fue la mecha. Meta bala a los estudiantes en Managua; otra vez Esteli ensangrentada. Miles de jóvenes piden que la pareja “imperial” se vaya y sea juzgada.
            El más puro estilo somocista, Ortega responde: “son sólo pandillas”. Sólo lo apoya el presidente boliviano.


sábado, 21 de abril de 2018

SACHA, DE CHAPARINA A GUTA


            Sacha Llorenti (Cochabamba, 1972), apodado el “Mariscal de Chaparina”, representa al neo masismo. Licenciado en Derecho, se acomodó en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, de la que salió mal parado. Activistas de esa organización recuerdan que fue bajo su presidencia cuando comenzó el deterioro de la APDHB.
            Hace diez años fue el responsable de relacionar al gobierno de Evo Morales Ayma con los movimientos sociales, en el inicio de la decadencia de esos grupos que pasaron de la rebeldía al clientelismo, al corporativismo y a estar embarrados con la corrupción. La inmensidad de ese despilfarro sólo se conocerá el 2020 pues hay muchos casos no investigados, como el programa Evo Cumple, Bolivia Cambia, el Fondo Indígena, los viajes al exterior, las movilizaciones urbanas.
            En 2010 reemplazó a Alfredo Rada en el Ministerio de Gobierno. Llorenti intentó en una primera etapa confrontar a grupos de poder dentro del propio ministerio y de la Policía. En cambio, hay dudas sobre el manejo institucional en el nombramiento de las autoridades en Migraciones o en Bienes Incautados.
            Sin embargo, el capítulo que marcó su biografía fue la represión contra una marcha de indígenas de tierras bajas, probablemente el sector más pobre e indefenso de Bolivia, que rechazaba la construcción de una carretera que atravesaba su hábitat. Otras marchas habían llegado a La Paz sin incidentes.
            La VIII Marcha por la Defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, los Territorios, la Vida y la Dignidad de los Pueblos Indígenas, espacio creado hace más de medio siglo y protegido por la legislación de los noventa, fue permanentemente asediada con agentes provocadores y con agresiones. Lo peor sucedió el 25 de septiembre, nombrado por los marchistas “Día de la Vergüenza del Estado Plurinacional”.
            Llorenti, Máxima Autoridad Ejecutiva, intentó escaparse del juicio histórico culpando a la “ruptura de mando”, algo poco creíble pues la represión incluía espías, policía, militares, uso de aviones de las FFAA y traslados de mujeres y niños en buses contratados, con destino desconocido. Renunció obligado por las evidencias, aunque trató de esconderse indicando que lo hacía para salvar el “proceso de cambio”.
            Evo Morales lo premió con un puesto en Naciones Unidas. Desde ese lugar, Llorenti se convirtió en un cómplice de Rusia y de China para evitar sanciones al régimen sirio que- igual que el venezolano y el propio régimen masista- se niega a salir del poder, a pesar de los 300 mil muertos, millones de heridos y de refugiados.
            En la última votación para evitar el uso de armas químicas, como pasó dos veces en Guta, prefirió el seguidismo. Bolivia pudo presentar una tercera voz, frente al guerrerismo de Estados Unidos, pero Sacha no sabe de diplomacia.
            Su diploma lo recibió como co- agente en La Haya. ¿Cuándo leyó o habló sobre la reivindicación marítima? Es un ignorante en la materia y no resistirá un solo debate. Parece que al gobierno le gusta avanzar un paso y retroceder cinco, en éste y otros asuntos.

viernes, 13 de abril de 2018

EL LULA QUE CONOCÍ


     Era mayo de 1980. Bolivia tenía la ilusión de la democracia, a pesar de los muchos tropezones desde la histórica huelga de hambre de 1978. En el resto del Cono Sur latinoamericano las dictaduras militares de mantenían aferradas al poder, a la violación de los derechos humanos y a la repartija de los dineros públicos.
            En Brasil, país pionero en instalar la Doctrina de la Seguridad Nacional con el golpe de 1964 y con el empeño de convertirse en un subimperialismo regional, apenas asomaban las medidas para abrir lentamente una vía democrática con elecciones directas.
            Algunos perseguidos de esa época llegaron a La Paz para explicar las diferencias de su propia lucha. Así conocí a periodistas y a gente vinculada a las famosas Comunidades Eclesiásticas de Base, las CEBs, importante soporte del recién organizado sindicato de metalurgista del ABC, entre ellos del lugar más combativo, Sao Bernardo do Campo, en el estado más industrializado, Sao Paulo.
            Aún el nombre de Luis Ignacio da Silva era un eco lejanísimo y apenas se repetía su apodo, Lula. Fui invitada a cubrir la marcha del Primero de Mayo que se suponía una de las primeras manifestaciones obreras en ese ambiente de apertura bajo el mandato civil de Joao Figueiredo. Atrás quedaba la etapa más dura del terror militar bajo Garrastazu y Geisel.
            En la noche, junto a otros amigos preparábamos la caminata hasta el ABC paulista. Pocas personas acostumbraban participar en la conmemoración del Día del Trabajo. Fue una primera sorpresa para mí, pues desde que fui a mi primera concentración en 1972, había comprobado la importancia de la fecha para el proletariado boliviano.
            En Brasil casi todos salían de paseo. Cuando llegamos a la concentración, un grupo que defendía a las corrientes homosexuales logró ponerse a la cabeza de la marcha. No entendía por qué no les daban paso a los obreros. También era muy fuerte la protesta de las personas con discapacidades, asuntos que ni asomaban en La Paz.
            Finalmente se hizo campo para que salga la columna de los metalurgistas. No recuerdo si estaba Lula frente a ellos. Lo conocí poco después, barbudo, abrazando a su amada esposa y, sonriendo, me comentó que su ideal eran los mineros bolivianos, que quería seguir su ejemplo. Habló de la necesidad de unir la lucha sindical con un partido propio de los trabajadores.
            Sencillo, directo, muy influido por los valores católicos. En sus diferentes etapas como candidato, la consigna más fuerte del Partido de los Trabajadores, el PT, era la ética, la honradez.
            Como otros socialistas, en algún momento perdió esa brújula. No tanto como los sandidistas de Daniel Ortega que se repartieron la “piñata”, pero suficiente para quedar embarrado, desde sus asesores, secretarios, parlamentarios.
            El PT que decía “sin miedo a ser feliz” deja un país violento, dividido y sumido en la porquería que alcanzó a expandirse a todo el continente. No es creíble pensar que si tantos presidentes sabían cómo actuaban las empresas constructoras, Lula ignoraba.
            La primera causa es sólo el inicio, aún hay seis temas que podrían enterrarlo más y quién sabe a quiénes arrastrará en esa caída.


domingo, 8 de abril de 2018

TRES TRISTES TUITS DE EVO



            Hace algún tiempo, un abogado decía que Evo Morales no aprobaría los exámenes en una facultad de ciencias jurídicas porque permanentemente interpreta de forma incorrecta de qué trata esa rama del saber humano, incluyendo el importante Derecho Romano.
            El presidente boliviano se ufana de no haber pasado por las aulas universitarias enviando un ejemplo muy equivocado a los jóvenes, sobre todo a los del área rural. Informó hace tiempo que nunca había ido al cine hasta ver “Avatar”, algo también insólito porque hasta los más pobres aprovecharon películas para divertirse y a la vez aprender. Felipe Quispe, por ejemplo, era asiduo espectador en la antigua Cinemateca nacional y en los ciclos de cine europeo.
            En sus mensajes se evidencia que Evo tampoco aprendió historia y que repite frases hechas, a pesar de haber tenido un maestro como Filemón Escobar y sus largas charlas con Fidel Castro.
            Los tuits que lanza al mundo con algún errático asesoramiento lo llevan al fracaso, a veces al ridículo y es increíble que no exista personas de su entorno, como el propio militar pero también sociólogo y parte de grupos de historiadores, Juan Ramón Quintana, que le hagan notar sus aplazados comentarios.
            Por ejemplo, citó como si fuese “un día en la historia”, para contrastar al 21F, que la Constitución boliviana de 1826 admitía la presidencia vitalicia, sin distinguir lo que fue un debate de lo que es el texto firmado. Además, no se dio cuenta que al “rescatar” aquella norma rescata la idea del voto restringido- de la ciudadanía restringida para decir con más precisión- a quienes sabían leer y escribir y tenían propiedades.
            Una lectura de esa carta magna redactada casi íntegramente por Simón Bolívar, de características liberales, le daría luces sobre lo que es la división de poderes, el rol de cada uno de ellos y la defensa de las libertades democráticas.
            En otro tuit se refirió a la lucha de Tomás Catari olvidando que era de Macha, Provincia de Chayanta, en Potosí y cuáles fueron sus reivindicaciones más importantes, cómo unió el reclamo legal con la protesta violenta. Dicho sea de paso, ese héroe potosino es olvidado frecuentemente entre los homenajes a otros mártires indígenas.
            El tuit que no sólo es errado sino peligroso es el que escribió sobre Antofagasta. Aquella provincia fue boliviana pero hoy es chilena y la población que fue puerto Lamar y luego Antofagasta fue boliviana y hoy es chilena. No existe en el horizonte ningún dato real que permita pensar que “será boliviana”.
            Esta inútil provocación en medio de audiencias jurídicas nos debe llamar a la reflexión. ¿Qué busca realmente Evo Morales? ¿Qué significa el patético desfile de funcionarios públicos de ABH disfrazados de juristas peluqueados y togados, como los antiguos tribunos coloniales? ¿Por qué se recrea una batalla decimonónica con batallones que rinden previo saludo militar a Morales? ¿Por qué se insiste en crear un ambiente emocional, peligrosísimo, como nos enseña la historia de Bolivia y del mundo?
            Cuidado con esos caminos que llevan a abismos y no a cumbres.

martes, 3 de abril de 2018

SANTIAGO DE ATITLÁN NAVEGAR ENTRE EL DOLOR Y LA BELLEZA





            Fue difícil volver a Guatemala, al corazón del mundo maya, después de las dolorosas experiencias durante la prolongada guerra de exterminación contra los indígenas y una actualidad de fachada democrática, con una reiterada violencia política y social, llena de cicatrices profundas.
            Caminar sin los sobresaltos de los ochenta 1980, cuando mataban a los pobladores maya quichés en el más horroroso genocidio desde la colonia. Quinientos años de resistencia se hicieron polvo por las órdenes orquestadas desde Washington, cumplidas por nativos (blancos y ladinos), militares y paramilitares, civiles y la complicidad del establishment.
            Ingreso a la Iglesia en Santiago de Atitlán después de navegar por el bello lago que la circunda con el corazón estremecido. Aún recuerdo mis juveniles reportajes sobre los asesinatos a sacerdotes, monjas y a activistas de las Comunidades Eclesiásticas de Base porque denunciaban los abusos del gobierno militar. En los 17 meses del régimen de Efraín Ríos Montt se cometieron las peores atrocidades, pero la guerra civil había empezado mucho antes y duraría hasta los Acuerdos de Paz en 1996.
            A un lado están los santos vestidos como mayas y cubiertos esta cuaresma por mantillas moradas y rosadas, una mujer reza reflejando la fe de los indígenas, otra renueva las flores bajo la fotografía del Padre Aplas, beatificado hace un año por el Papa Francisco. Es considerado el primer sacerdote estadounidense mártir, nacido en Oklahoma, asesinado por defender a los pobladores más pobres.
            Stanley Francis Rother, a diferencia de sus compatriotas sentados en el Pentágono y en los cuarteles de la CIA, se puso del lado de los mayas acorralados y masacrados por sucesivos gobiernos civiles y militares. Convocado por la flamante Teología de la Liberación, aceptó ser misionero en Santiago, cuyos pobladores analfabetos lo bautizaron como Aplas o Francisco. Ahí no se limitó a oficiar misa sino a participar en los esfuerzos de los agrarios. La violencia militar que arrasaba los campos también llegó a su parroquia con desaparecidos y asesinados, muchas veces niños, bebés.
            En la iglesia también hay una placa recordando a esos mártires. Aplas denunciaba los hechos y también la persecución a la Iglesia, pero escribió- casi como un testamento- “ningún pastor huye a las primeras señales de peligro”. En la Semana Santa de 1981 fue acribillado en la rectoría donde ahora está su mausoleo.
            Han pasado décadas y aún sus amados feligreses siguen pobres. Ahora son decenas de turistas las que invaden sus tierras, compran sus artesanías y tejidos, dan alguna limosna.

GUATEMALA Y BOLIVIA

            Guatemala y Bolivia tienen un destino mucho más cercano y hermanado de lo que recuerdan los textos escolares de historia o la falta de noticias sobre el país centroamericano en los medios bolivianos y viceversa.
            Ambos son los territorios con mayor porcentaje de descendientes directos de los primitivos pobladores precolombinos, allá los mayas- principalmente quichés-, acá los aymaras y quechuas, además de los garífunas, los afrodescendientes y una cantidad de pequeñas etnias dispersas.
            Guatemala tiene la décima superficie que Bolivia, pero 17 millones de habitantes, con una densidad intensa en la capital, Guatemala y en los centros urbanos. Los indígenas viven mayormente en las montañas y en el altiplano, viven de la agricultura (maíz y frijoles) y venden artesanías, además de una creciente participación en los servicios turísticos. Es la primera economía centroamericana y la décima del subcontinente.
            Su población nativa mantiene viva su cultura ancestral, sus homenajes a la Madre Tierra antes de la siembra, los cultos a los dioses de la muerte y de la fertilidad, las fiestas patronales a través de “cofradías” para algún santo, donde la danza, la comida y la bebida son la memoria de los tiempos más remotos.
            En Guatemala están los restos más extensos de la impresionante cultura maya, sobre todo en la zona de Tikal, pero no sólo ahí, y los descubrimientos de inicios de 2018 presentados por “National Geographic” muestran que la selva aún esconde otras ciudadelas. El abandono de estas pirámides y grandiosas construcciones es tan misterioso como la caída inexplicada del imperio tiahuanacota.
            Los mayas heredaron su asombroso conteo del tiempo- aquel que en 2012 permitía la especulación del fin del mundo-, sus códices, su escritura en piedra, el maravilloso Popol Vuh y una portentosa arquitectura, además de decenas de objetos arqueológicos.
            Conquistados por los españoles por sus problemas internos, los mayas pasaron a ser servidores y a perder sus tierras comunales en un proceso que no se detuvo con el nacimiento republicano en 1821, más bien se acentuó con la expansión de las fincas cafetaleras.
            En los cincuenta del Siglo XX, Guatemala y Bolivia experimentaron gobiernos nacionalistas, favorables a la entrega de tierras a los indios originarios. Bolivia pudo mantenerse, quizá por las astucias de Víctor Paz Estenssoro frente a Estados Unidos; en cambio, cayó el régimen de Jacobo Árbens por atreverse a desafiar a la United Fruit. Esa compañía, tan bien descrita por el Premio Nobel Miguel Ángel Asturias, era dueña de las plantaciones de bananos, propietaria de la mitad de las tierras fértiles, sólo aprovechaba el 2,6 por ciento y pagaba salarios miserables; manejaba los ferrocarriles y los vapores y tenía a los gobernantes a su disposición hasta 1950. No pagaba impuestos. Fue la gran conspiradora para mantener su “república bananera”.
            Árbens intentó cambiar el entreguismo de Jorge Ubico y de los militares. Ernesto Che Guevara- otra coincidencia- visitó La Paz en 1954 asombrado ante las milicias obreras y campesinas y después llegó hasta Guatemala para conocer un proceso antiimperialista, pero aparentemente menos radical. Aún se puede visitar la confitería en el centro de la ciudad donde él se reunía con intelectuales que terminaron también como guerrilleros. Ambas experiencias impulsaron el compromiso político del argentino.
            La historia boliviana conoció el declive de la Revolución Nacionalista, 18 años de dictaduras militares, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, el ascenso obrero y popular en 1970, las luchas sindicales, las conquistas democráticas.
            Guatemala cayó desde 1954 en una guerra civil hasta los acuerdos de paz en 1996, esfuerzos que no han significado mejoras para los pobres ni para el mejor manejo de la administración pública. Al contrario, la historia de los últimos años es un cúmulo de nuevas muertes políticas, robos al más alto nivel, enfrentamientos sociales.
            A inicios de los años setenta se formaron grupos guerrilleros como las famosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y su líder Luis Turcio Lima y el indigenista Ejército Guerrillero de los Pobres, pero fue entre 1977 y 1978- cuando en Bolivia se preparaban las primeras elecciones libres- que la guerra recrudeció. La construcción de la Franja en el norte expulsó a los campesinos y favoreció a los terratenientes y políticos.
            Entre esos años y toda la década de los ochenta aumentaron las masacres, asesinatos selectivos, ajusticiamientos de líderes sindicales como el famoso caso de la fábrica de Coca Cola, cómplice en la muerte sucesiva de cada uno de los dirigentes, desapariciones. Se calcula que la guerra costó al menos 200 mil muertos, cuatro veces más que las pérdidas bolivianas en la Guerra del Chaco, 50 mil desaparecidos, 100 mil desplazados y decenas de exiliados.
            Los campesinos expulsados por el ejército, aliado de agroexportadores y empresarios, intentaban huir a México, algunos pasaban hasta Estados Unidos, el mismo país que financiaba a las fuerzas que los exterminaban. En una perversa ruleta, muchos de ellos son ahora los ilegales que quiere expulsar Donald Trump. Muchos otros retornaron a un país que no les dio oportunidades de trabajo y forman pandillas y cuadrillas bandoleras.
            El genocidio fue sistemático y sin pausa. Los hechos son todavía relatados por los sobrevivientes y hay videos con casos estremecedores. Probablemente fue la peor experiencia de la Doctrina de la Seguridad Nacional en todo el continente.
            La democracia lenta y llena de contradicciones no logró modificar las estructuras injustas y tampoco castigó a los culpables, principalmente militares. Actualmente el presidente Jimmy Morales, un periodista, está investigado por presuntos hechos de corrupción. La Comisión de las Naciones Unidas intenta develar las profundas raíces de este mal gobierno que se enroscan desde el Siglo XIX, pero cada vez sufre más presión.
            Al frente, como sucede en los países vecinos, las sectas más conservadoras- alguna que ya fue el gran soporte civil estadounidense del genocida Efraín Ríos Montt- se aprestan a tomar el poder, ahora por las urnas.
            No parece llegar aún la hora de la redención para los últimos pobladores mayas.

GUATEMALA HERMOSA

            Paradójicamente, como sucede con tanta frecuencia en nuestro continente, Guatemala es un país hermoso, colorido, rodeado del Pacífico y con su salida al Caribe, lleno de lagos navegables, de aguas transparentes de sutil turquesa.
            Hay decenas de lugares para visitar, como la propia capital, limpia y con todo tipo de ofertas, aunque peligrosa en muchas zonas y el conserje del hotel aconseja no salir sola cuando anochece. Antigua, la vieja capital, es ahora un lugar preferido para las bodas de yanques adinerados, tiene hermosos hoteles para todo bolsillo, paseos y excursiones.
            Hay vuelos directos hasta Flores, el municipio donde está el Parque Tikal con las ruinas mayas, desde diferentes ciudades estadounidenses, igual que desde Londres, Berlín, Ámsterdam. Los turistas aprovechan la amabilidad de la gente y el clima de eterna primavera para quedarse varios días.
            Son famosos los mercados populares en Chichicastenango, Huehuetenango, en la propia capital. Hay turismo comunitario y también caminatas de varios días para llegar a ruinas mayas más escondidas.
            La oferta turista en Guatemala está muchísimo más desarrollada que en Bolivia. Las autoridades ayudan al forastero y los pobladores se complacen en invitar un pedazo de mango o de compartir su música. Llegan más de dos millones de visitantes al año.
            Las cicatrices aún son profundas; la violencia es constante, aunque lejos de los años de terror de hace 25 años; los gobernantes concursan por cumplir el dicho de “Guatemala” a “Guatepeor”, varios están presos, procesados, prófugos.
            Sin embargo, la sonrisa inocente de los niños jugando en la puerta de la escuela hacen creer que aún hay esperanza.
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Beato Aplas
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Fé católica
Mayas
Jacobo Árbens, el presidente revolucionario



           

ZITARROSA EN EL RECUERDO


            “Si te vas, quiero verte partir, saber que te has ido, sin adioses, el amar y el morir nunca son olvido, pájaro tu piel, viento mi querer, yo te puedo comprender. Sin saber por qué no te podrás ir, yo te quiero despedir. Y no será por eso que estemos separado; aunque no te marcharas, lo nuestro está terminado, pero si te vas yo quiero creer que nunca vas a volver.”
            Era una de las muchas estrofas de las canciones de Alfredo Zitarrosa que coreaban los jóvenes en los años setenta y ochenta, aún plenos de la utopía por un mundo mejor, sobre todo por mejores seres humanos y soñando que los gobernantes socialistas serían amables, tolerantes y honestos.
            Las coplas del cantautor uruguayo no necesitaban consignas antiimperialistas ni frases hechas para convocar a las chicas y chicos que militaban en los partidos de izquierda, que iban a las manifestaciones universitarias, que asistían de vez en vez a una reunión clandestina.
            Zitarrosa, de esencia rural, entre guacho y guapo de arrabal, representaba a un conjunto de músicos que cantaban al amor y a la guerra, sin disfraces, sin poses. Con su terno limpio, sus zapatos lustrados y una guitarra de doce cuerdas.
            Recuerdo cómo me asombró cuando un amigo oriental me comentó que el violinista de la Orquesta Sinfónica de Bolivia era en realidad el inspirador del “Violín de Becho”, uno de los himnos de esa juventud urbana latinoamericana. “A Becho le duelen violines que son, como su amor, chiquilines”, decía la milonga compuesta por Zitarrosa. Efectivamente, hace 40 años, en la Semana Santa paceña tocaba en el Teatro Municipal Carlos Julio Eismendi (1932-1985).
            La dictadura uruguaya lo había exiliado porque ayudó a los músicos cubanos cuando Fidel Castro instruyó contratar a los mejores artistas del continente para enriquecer el quehacer cultural en la Revolución Cubana. Becho enseñó en Venezuela y encontró consuelo en Bolivia, donde también dirigió el Conservatorio Musical. ¡Imagínense cómo antes importaba la cultura!
El propio Zitarrosa tuvo su paso por las cuestas paceñas cuando se truncó su idea de viajar hasta México y sólo llegó hasta Perú y volvió por Bolivia, en 1964. Trabajó como locutor, su profesión original, en la entonces más famosa radioemisora, “Radio Altiplano”. ¿Qué colega contará esa historia? Sin olvidar que además cantaba taquiraris de Carmelo Cuellar sobre los cambas zafreros.
            Él se convirtió en el símbolo del exilio uruguayo y del exilio latinoamericano, anarquista y comunista, fue extrañado de su país por sus letras sobre las condiciones de vida en el campo y por apoyar la campaña del Frente Amplio en 1971.
            En Bolivia repetían sus canciones los asistentes a las guitarreadas, la forma más usual de pasar las veladas sabatinas en los años de la resistencia y de la apertura democrática, hace cuatro décadas.
            En lugares míticos como el Café Cultura que alentaba Huaqui Cajías en La Paz o Carlos Hugo Molina en Santa Cruz pasaron muchos músicos intentando reflejar la voz ronca y conquistadora de Zitarrosa. “Stefanie”, “Guitarra negra”, “Nene patudo”, “Si te vas” reflejan una forma de ver el mundo, que ya está perdida, enterrada.