¡Cuida tu voto, ciudadano! ¡Cuida tu
voto este domingo porque quizá sea la última fecha en la cual puedas expresar
tu protesta!¡Cuida tu voto, joven que por primera vez te acercarás a una urna,
aún cuando sea para una mascarada!
¡Vigilad el voto de este 3 de
diciembre, ancianos que conocisteis las dictaduras! Aquellos que nunca
estuvieron en las calles contra la bota militar, aquellos que no conocieron la
lucha clandestina, la tortura en los centros de control político, que no tienen
familiares desaparecidos ni sufrieron el exilio han clavado a la democracia boliviana
en la picota.
Mas la historia nos enseña cómo les
va a quienes osan perpetuarse en el poder, sean griegos, franceses o rusos. El
aprendizaje de tanto horror y de tanta sangre derramada es el que llevó a los
pueblos y a sus verdaderos héroes y mártires a dotarse de sistemas de control
ciudadano y de división de poderes.
Felices esas naciones que conocieron
el bienestar por varias generaciones.
Maldecidos aquellos pueblos que
padecieron décadas por causa de un grupo de ambiciosos aferrados a los excesos
del poder absoluto, a costa de la hambruna, de la muerte y del exilio de las
mayorías.
El caso más cercano es el de Alfredo
Stroessner (1912-2006), quien pasó de ser un héroe de la Guerra del Chaco, y de
ser el general más joven, a encarnar la dictadura que postergó cien años el
desarrollo de su patria, Paraguay.
Stroessner estuvo implicado en la
derrota a los movimientos sociales que habían iniciado la recuperación nacional
después de la confrontación contra Bolivia, y de las viejas herencias de la
guerra de la Triple Alianza. El pequeño territorio, tan próspero al estrenarse
como república, fue tiranizado desde 1947.
Posteriormente, en 1954, Stroessner,
con el respaldo de una fracción militar y del Partido Colorado, se apoderó de
la presidencia por 35 años. En esa etapa persiguió a sus adversarios,
moderados, comunistas, febreristas y llenó las cárceles de presos políticos y
los panteones de muertos torturados. Agobiado por el miedo a la traición, como
pasa siempre a los sátrapas, comenzó pronto a perseguir y asesinar a sus
antiguos aliados. Nadie estaba a salvo. Ni su amigo Anastasio Somoza que voló
despedazado.
Él inventó organizar elecciones
periódicas, en las cuales ganaba con el 90 por ciento y perfeccionó el sistema
del partido único. Oh, casualidad, recibió la Gran Cruz del Cóndor de los Andes.
Murió despreciado, envejecido y solitario, sin poder volver a su patria por 20
años.
A Muamar Gadafi (Kadhafi)
(1942-2011), que gobernó Libia por 42 años, el destino le reservó una muerte
atroz, lapidado, linchado y escupido por una multitud enloquecida, seguramente
atizada por intereses de diferente procedencia y nacionalidad. Sobre todo,
harta por tantos años de muertes, masacres, persecuciones y silencios.
De él, que al inició brilló por sus
propuestas originales para el desarrollo armónico de su pueblo, no queda ni una
estatua, ni una gigantografía, ni una familia. ¿Quién lo reivindica? ¿Quién
recuerda cómo dio dinero a sus amigos del socialismo bolivariano y cómo intentó
crear un gran frente panafricano árabe?
Su país, rico en recursos naturales,
sigue dividido, violento, lleno de heridas y cicatrices mal curadas,
imposibilitado de tener democracia y libertades.
Al huevo de la serpiente, enseña
Bertolt Brecht, hay que abortarlo en su inicio.