La senadora Adriana Salvatierra culpó
a la “desinformación de la ciudadanía” al intentar explicar por qué 8 de cada
10 votos fueron nulos en los centros capitalinos bolivianos, en las pasadas
elecciones judiciales; similares afirmaciones hicieron otros voceros del
Movimiento al Socialismo (MAS). Una curiosa conclusión pues justamente en los
recintos donde votó la gente con mayor nivel socioeconómico y acceso a los
medios de comunicación es donde más se expresó el voto pifiado.
Salvatierra no reflexionó, al menos
públicamente, sobre su propia responsabilidad y la de sus colegas y camaradas
Susana Rivero, Gabriela Montaño, Gisela López, por el rol que cumplieron en las
diferentes etapas de organización de estas elecciones. ¿No pensaban en el
efecto boomerang de sus acciones al contaminar los procesos de selección y de
calificación obstaculizando la participación de la sociedad civil? ¿Por qué no
se presentaron juristas independientes o de mayor prestigio, académicos,
notables, de corbata o de poncho?
El MAS tiene la manía de acusar a la
derecha, al neoliberalismo, a los periodistas, al imperio, de sus propios y
cada vez más grandes tropezones. Ni Hugo Moldiz ni Amanda Dávila, menos Carlos
Romero o Hugo Siles cumplieron la necesaria autocrítica por su grotesca campaña
de febrero de 2016 y le echaron el fardo al “cartel de la mentira”.
No sorprende que ahora dirigentes
masistas culpen del fracaso de la elección del domingo 3 de diciembre al Órgano
Electoral Plurinacional por “fallas en su política comunicacional”. Ya hay
expresiones que provocan pensar que rodarán cabezas.
Por su parte, Antonio Costas, sobre cuya
independencia dentro del OEP hay cada vez más dudas, intentó en la víspera-
quizá porque el rumor de voto nulo era imparable- pasar la pelota al Tribunal
Constitucional Plurinacional por su fallo en un tiempo político incorrecto. La
decisión del TCP de burlar el resultado de una consulta popular habría
contribuido a engrosar el voto nulo. Ni Costas ni José Luis Exeni tocaron el tema
sobre la falta de confianza de la ciudadanía en el árbitro.
Recordemos que, ante el fracaso el 2011,
también se quiso responsabilizar a los marchistas que reclamaban respeto al
Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure. En ese octubre, cuando ya
se sabía que Evo Morales era capaz de reprimir cruelmente a los más desposeídos
del país, el voto fue igualmente nulo y de bronca.
Por su parte, el vicepresidente Álvaro
García Linera descubrió su nueva “maniobra envolvente”. Decir que, con más de
157 votos, cualquier candidato es más legítimo que hace 10 años, es despreciar el
conocimiento de la población.
Para equilibrar el estropicio, deberían
actuar otros componentes, como la carrera judicial, el estatuto del funcionario
público, la meritocracia. Debería elegirse a un nuevo Contralor, independiente
y sabio; a otro Fiscal y renovar todo el Ministerio Público. La mala
administración de justicia afecta inclusive a los que ahora gozan del efímero
poder.