Con Eduardo Pérez Iribarne casi
nunca comparto la misma opinión sobre pensamientos, acciones, personajes, pero
desde que lo conocí- hace más de cuatro décadas- no puedo dejar de admirar su
compromiso profesional, como docente, como radialista y como terco periodista;
el desafío fue su signo desde que llegó a Bolivia.
Estaba lleno de novedades en la
enseñanza de la comunicación social cuando fue contratado por la Universidad
Católica Boliviana. Junto con otro jesuita, Luis Espinal, y el cura de Bérgamo,
José Ferrari, eran los catedráticos que más nos obligaban a cuestionar qué
pasaba a nuestro alrededor. Espinal, a través del análisis de las películas;
Ferrari en las asambleas estudiantiles; Pérez con las noticias de esa oscura
etapa de dictaduras militares, España (donde nació), Chile (donde estudió),
Bolivia (donde residía hasta nacionalizarse).
Espinal era hosco, Ferrari más
abierto con su sotana volando al viento mientras conducía su moto hasta Villa
Copacabana, Pérez despertaba entusiasmos juveniles- femeninos- con su pinta
nuevaolera, elocuente.
Solíamos compartir el asiento en el
Micro A pues subíamos a la ciudad después de clases. Debatíamos y no nos
poníamos de acuerdo; años después me confesó que mis inquietudes de 18 años lo
dejaban meditando. Traté de ser la mejor alumna, pero siempre me trató con
rigor.
Al retorno del primer exilio, con
título colombiano, me dio un trabajo en “Vanguardia Cultural”, cuando él era
Jefe de Prensa y luego director de “Radio Fides”, fundada en 1939 y que desde
los cincuenta introducía novedades en la forma de emitir noticias. El cura
Pérez, como ya le decíamos, creó un sistema de despachos directos en el momento
de los sucesos, desde algún teléfono público y diferentes “vanguardias” con
información especializada.
No recuerdo ninguna censura a mi
programa, salvo llamadas de atención por fallas técnicas, quería que seamos
perfectos. Como eran intensísimos años, entre 1978 y 1980, también enviaba
despachos para la mañana informativa pues cubría fuentes sindicales y
educativas para “Última Hora” y el “Semanario Aquí”. Cuando reviso mis notas no
puedo acreditar lo libre que era el periodista en esos años. (Gracias Espinal,
gracias Pérez, gracias enormes a Mariano Baptista).
Los militares no perdonaron la
fuerza que logró el formato de Pérez en la resistencia al golpe de 1979 y en
julio de 1980 priorizaron en su hoja de ruta asaltar a la Central Obrera
Boliviana y a los medios de comunicación. “Fides” fue inutilizada y él partió
al forzado exilio.
Entre tanto también realizó
programas de televisión, siempre polémicos. Después se hizo cargo de la emisora
en los 35 años de democracia, inventado otros soportes para mantener los
primeros lugares en la audiencia, personajes como el “Hombre Invisible” que revitalizó
a la radio en horario vespertino. Más tarde el sistema televisivo, la expansión
de la cadena. Además, amplió la influencia de la radio a fomentar el ciclismo
que sin él ya no es; a brindar oportunidades de acceso a la salud, a la
educación.
Como con todos los gobiernos, fue
muy crítico con la gestión de Carlos Mesa. Personalmente no hice el quite a sus
entrevistas, aunque las sabía durísimas y preferí escuchar sus comentarios,
porque significaban que algo andaba mal, incluso cuando era injusto.
Pérez se va de la radio boliviana,
alivio para el poder; final de un estilo irrepetible.