Kahramanras.- No sonríe, aunque está
al lado de sus amiguitos y una hermanita le hace bromas. Hace calor y él lleva
un pequeño pantalón y una remera gastada. Sus pies calzan lo que pueden, una
sandalia de plástico celeste y una sandalia de cuero café. Mira desde el fondo
de sus ojos claros al mundo que no entiende, a ese mundo de adultos que lo sacó
de su casa destruida por las bombas. Aún puede escuchar la artillería y el
retumbe de los bombardeos y aunque está a salvo en el campo de refugiados de
Kahramanras, no sonríe.
El periodista suele ser al mismo tiempo
el testigo de primera mano de la historia y debe aprender a observar sin
derrumbarse las miserias humanas, casi siempre motivadas por las ambiciones del
poder absoluto. Me tocó seguir las violencias sin tregua en la Colombia
ensangrentada, el dolor en la guerra salvadoreña, las persecuciones a los
quichés en Guatemala, los golpes militares en Bolivia. Nada se compara con el
drama humanitario en Siria y en otros países vecinos.
Junto a periodistas de 25
nacionalidades, latinoamericanos, europeos y asiáticos asistimos a la realidad
de más de tres millones de refugiados en Turquía, ahí los llaman “huéspedes”,
de los sesenta millones de personas que deambulan por el mundo porque ya no
tienen patria que los cobije. De esa inmensa cifra, doce millones son sirios
dispersos en diferentes países limítrofes a su país.
Desde Bolivia se ve todo aquello
como lejano, imposible que llegue a estas tierras. También así pensaba Abdullah
Mejhem Al-Gghadawi, periodista sirio, hace siete años, cuando disfrutaba una
limonada con menta en el patio con aljibe y durazneros de su casa. Hoy deambula
intentando ingresar cada mes hasta Alepo para cubrir la guerra mientras su
familia es una de las refugiadas en Estambul.
Siria estaba en medio de los largos
conflictos en el Medio Oriente y vivía como varios otros países árabes bajo un
régimen autoritario y con escasa libertad. Pero desde abril de 2011, la
violenta represión del régimen contra los rebeldes obligó a millones de sirios
a salir del país y los que se quedaron viven en peligro constante, hambrientos,
con el pánico que nunca olvidarán.
La geopolítica en la zona es muy
compleja y son diferentes las fracciones enfrentadas, desde el gobierno de
Bashar Al Assad, los restos y subdivisiones de Al Qaeda, Isis, las milicias
kurdas, o las pertenencias a variables islámicas. Más que nada es la
intervención de Rusia y sus aliados y de Estados Unidos y sus aliados para
pelear por ese estratégico nudo y sus riquezas. Donald Trump amenaza y al mismo
tiempo entrega armas por millones de dólares. Los únicos que se benefician son
los señores de la guerra.
Como decía un analista español, EEUU
no ganó ninguna guerra desde Correa, pero destruyó a decenas de países. Irak,
cuna de la civilización mundial, está moribunda y ahora le toca el turno a
Siria, la más sabia de la Biblia.
Pocos entienden el conflicto con
todas sus ramificaciones. Lo cierto es que nadie cree en una pronta salida y
mientras escribo esta nota hay nuevas noticias que tensionan aún más el
ambiente. Miles de civiles sufren la pérdida de algún familiar o amigo y huyen
del devastado país, a pie o en carromatos, temiendo algún atentado como sucedió
con un convoy de refugiados de Alepo. Es posible un nuevo bombardeo con gas
sarín, como el que en abril mató cruelmente a decenas de infantes. Mis colegas
no entienden por qué Evo Morales y Sacha Llorenti se negaron a firmar la
propuesta europea para que no se usen armas químicas, algo que también se
negaron Rusia y China.
Turquía tiene una tradición para
atender desastres naturales y humanitarios, pero tuvo que apelar a todas sus
fuerzas para recibir a los sirios que llegaron en masa hasta sus fronteras. AFAD
es la entidad gubernamental con más de 600 empleados directos y una gran
logística encargada de organizar los 23 campos de refugiados con 247 mil
personas. Cerca de tres millones viven en diferentes ciudades turcas, tienen
opción a trabajar y reciben educación y salud gratuitas. Además, hay 460 mil iraquíes
y otros miles de países europeos del Este.
La educación es compleja porque los
niños deben seguir con su lengua materna, árabe, y aprender turco, además que
en los colegios se enseña inglés; hay 310 mil escolares, de ellos 82 mil dentro
de los campos y se ha dado formación técnica a 115 mil jóvenes. Los hospitales
han atendido 25 millones de consultas de refugiados sirios y han nacido 224.750
niños que tienen un estatus complejo porque son sirios pero nacidos en Turquía,
asunto que en el futuro puede ser muy complejo.
Turquía recibe 526 millones de
dólares, el 82% de las Naciones Unidas y parte de los países europeos, de la
Cruz Roja y de la Media Luna Roja, de ONGs y de otros países. Debe solventar
los otros 12 billones de dólares que demanda la atención a los refugiados. Esa
es la queja del Presidente Recep Tayyip Erdogan que reprocha permanentemente a
Europa su actitud pasiva, de hablar y felicitar pero no hacer más para contener
el desborde de refugiados en toda la zona.
Hay asilados en las 81 provincias
turcas, pero principalmente cerca de la frontera como Giazantep, Kahramanmaas,
Osmaniye, Hatay Yayladagi. Los primeros campos de refugiados fueron carpas de
urgencia para atender a los miles que cruzaban los puestos de control, pero
actualmente son pequeñas ciudades con un promedio de 20.000 habitantes cada una,
que aumentan o bajan según lleguen nuevos y otros consigan trabajo y salgan.
Los campos están diseñados como
pueblos, con calles anchas, casas pequeñas, pero con todos los servicios,
escuelas, hospitales, una o dos mezquitas, mercados, canchas de futbol y juegos
infantiles. Cada refugiado recibe una tarjeta de consumo de 100 liras turcas
(cerca de 30 dólares) para sus compras personales.
Están cercados y con torres de
vigilancia, sobre todo para evitar ataques terroristas, como ya sucedió con
refugiados que querían llegar a la frontera. Se ejerce estricta vigilancia para
evitar infiltrados.
La agencia turca para atender
desastres, AFAD, tiene más de mil empleados, pero sobre todo un millón de
voluntarios que ayudan en diferentes tareas, desde atención a los niños
enfermos o a los escolares. Hay profesoras, con salarios financiados por
UNICEF, que recorren cada día decenas de kilómetros para dar lecciones a los
adolescentes.
El cuidado sanitario es extremado y
el hospital es desinfectado cada dos horas para evitar cualquier epidemia. En
Yemen, este junio, se desató el cólera y hay 300.000 enfermos. En los campos de
refugiados hasta ahora no hubo ningún niño muerto por causas gastrointestinales
o resfríos y todos los recién nacidos (224.000) sobrevivieron. Se han atendido
gratuitamente 26 millones de consultas y hay 161 doctores destinados para este
servicio, varios son doctores sirios que tuvieron que operar en su país sin anestesia,
sin remedios.
También hay casos de fallecidos por
causas naturales, y los refugiados respetan las diversas ceremonias fúnebres,
pero la dificultad mayor es dónde enterrarlos, aunque el gobierno turco también
corre con esos gastos. Dejar a un familiar fuera de la patria es una marca. Es
uno de los temas más complejos y en algunos lugares funcionan cementerios semi
clandestinos para poder sacar en algún momento a su muerto y llevarlo de
regreso a casa.
Mehmet Halis Bilden, presidente de
AFAD (Afet ve Acil Durum Yönetimi Baskanligi), asegura que Turquía mantendrá su
política de fronteras abiertas y su tradicional hospitalidad. AFAD tiene un
sistema de información rápida y de reacción inmediata a urgencias. Desde hace
siglos es un territorio que sume muchas culturas y visiones, pero en los últimos
25 años todo lo anterior fue superado. Los 911 kilómetros de frontera con Siria
reciben diariamente a nuevos asilados.
“Nuestro deseo es que todos regresen
pronto a casa, pero mientras estén acá son nuestros huéspedes y los seguiremos
atendiendo a pesar de la indiferencia del mundo, principalmente de Europa que
no asume sus responsabilidades”, declara mientras recorre las calles del campo
de Osmaniye, donde ya están las familias han logrado mayor estabilidad.
Entre tanto, junto a Murat Dinc,
traductor, intento conocer las diferentes historias de este drama que no
concluirá pronto. Nadie ve un futuro de esperanza mas todos están seguros que ninguno
y por varias generaciones podrán liberarse del horror, del horror, del horror.