Es una buena noticia escuchar voces femeninas fuertes, sin lamentos, como registra el último número de la Revista Análisis e Investigación de la Carrera de Ciencias Políticas y Gestión Pública de la Universidad Mayor de San Andrés, con el auspicio de la Fundación Seidel.
El editor, Franklin Pareja, seleccionó
cuatro testimonios: Jimena Costa, politóloga; Cecilia Requena, defensora de la calidad
de vida; Adriana Salvatierra, parlamentaria y Claudia Soruco, periodista. Sus
trayectorias hablan por ellas. Sus voces resumen intensos momentos de la
construcción de la democracia en Bolivia.
Costas y
Requena vivieron casi siempre en la sede de gobierno. Vivir, estudiar,
trabajar, hacer política acá es muy diferente a tener esa experiencia en Cobija
o en Puerto Suárez. Pasaron los años claves de su adolescencia bajo regímenes
militares, esos 18 años sin prácticas democráticas (salvo fugaces gobiernos
civiles).
Costas da datos concretos para
describir las aguas pantanosas de la política, lo que le tocó enfrentar circunstancialmente
con Samuel Doria Medina y su entorno y con Oscar Ortiz. Utiliza un lenguaje sin
autocensura, audaz. Examina el día a día aprovechando la normativa vigente; se
apoya en las leyes aprobadas en relación con la participación política de la
mujer en estos 42 años de gobiernos constitucionales y las contrasta con la
realidad dentro de la Cámara de Diputados.
Requena relata
su trabajo y sus opciones por determinadas urgencias desde los años 80 para
defender la calidad de vida, la sostenibilidad, desde Bolivia con claves
mundiales. Presenta su activismo en la sociedad civil hasta el desafío de
ocupar un lugar en el Senado de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Sin quejarse,
reafirma su compromiso. Sus vivencias dejan en el lector la sensación de
estropicio en esta legislatura que culmina en pocos meses.
Por su
parte, Adriana Salvatierra y Claudia Soruco alzan sus voces desde la región:
Santa Cruz de la Sierra e Irupana. Ambas lucen su juventud; su lenguaje es de
una generación que creció en un ambiente político diferente a los años 70.
La edad
de la toma de conciencia, de las preguntas y de las definiciones la pasaron
casi por completo bajo el régimen del Movimiento al Socialismo y con un solo
presidente, Evo Morales.
Son
voces solistas. Quizá no pueden sentirse representantes de una generación que
se alejó de la militancia política. Desde su calidez, casi ingenuidad, nos
develan otras formas de ver Bolivia.
Aunque
Adriana no vivió directamente bajo la bota militar, pertenece a una familia de
luchadores sociales, que padecieron los rigores de la clandestinidad, la
cárcel, el exilio. Veinteañera enfrentó una encrucijada que la colocó en la
cima y en la sima. Su visión enfatiza la teoría y los ejemplos regionales.
Claudia no es protagonista sino
testigo, como periodista. Ejemplifica los avances en cifras de la presencia
femenina en diferentes niveles del quehacer político. Sin embargo, también
ejemplifica la instrumentalización de esa presencia. Mujeres para llenar
listas, para la foto; no para la propuesta, para el pensamiento, para las
principales vocerías.
Destaca
a varias diputadas que han logrado presencia en los últimos años. Subraya que
Cecilia Requena fue una parlamentaria excepcional. Nota la timidez generalizada
para participar en debates sobre temas complejos, como los económicos. Comenta
el hundimiento del parlamento en noticias de acoso y violencia sexual,
agresiones verbales y físicas y el espectáculo de mujeres peleando a puñetes en
la testera. La degradación ha alejado la participación de los mejores. Similar
o peor escenario se transmite en las asambleas departamentales y en los consejos
municipales. Se cumple con cuotas legales sin cuidar los méritos de las
seleccionadas.
Las cuatro se distancian de la
victimización mujeril, pero no dejan de lado los obstáculos que una boliviana
tiene que vencer para poder competir en el espacio donde desarrolla sus
apuestas profesionales, ideológicas, participativas.
Esta
edición sale en vísperas de las definiciones electorales. Los partidos
políticos tienen la oportunidad de cumplir la normativa y a la vez de potenciar
la presencia femenina de calidad en la política.
¿Falta mucho para cambiar
mentalidades, para que no se pongan de florero a mujeres y a indígenas? ¿Cuándo
se hablará de personas, de seres humanos, sin tener que marcar las diferencias
biológicas, étnicas, regionales, religiosas?