Hace
dos meses, pocos medios de comunicación tradicionales se ocupaban del Canal de
Panamá; tampoco las redes. Hasta que, en las vísperas navideñas, el aún
presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó con “recuperar” esa
vía interoceánica, construida con capitales de ese país en territorio panameño
(zona ocupada por EE. UU. por casi un siglo).
Desde
entonces, su vociferante voz aumenta el volumen cada día. En esta semana,
aseguró que “vamos a recuperar el Canal o pasará algo”. “Lo queremos de vuelta
o lo tomaremos de vuelta”. “Fue entregado tontamente por Jimmy Carter”. Dijo
también que, en la construcción del canal, entre 1904 y 1914 murieron más de 34
mil estadounidenses atacados por mosquitos y otras enfermedades.
En el
Canal, como cantaba con tanto sentimiento el poeta salvadoreño Roque Dalton,
murieron miles de constructores. La mayoría procedía de islas caribeñas (sus
descendientes viven en Panamá) y de Centroamérica, entre ellos los
salvadoreños, los llamados “guanacos”. “Eternos indocumentados”, los describió
Dalton hace cuatro décadas. “Los que ampliaron el Canal de Panamá, los tristes
más tristes del mundo” escribió en su “Poema de Amor” (1974), poco después de
ser torturado por un agente de la CIA y antes de partir a la guerrilla.
En la
nota anterior, recordé las historias de Walter Álvarez, el Kallawaya que fue
también doctor y trabajó intensamente por unir los saberes collas y la ciencia
occidental. Su abuelo fue uno de esos médicos itinerantes que desde
Curva/Charazani (Provincia Larecaja de La Paz) partieron hasta la selva para
combatir la malaria con la quinina, producto de sus bosques. Ellos también
ayudaron para el éxito de la monumental obra de ingeniería.
El New York Times publicó este mes reportajes para
desmentir las afirmaciones de Trump, ya como presidente, para insistir en
quitarles a los panameños su Canal. El magnate aseguró que por ahí pasan
soldados chinos, algo que no ocurrió, o que la autoridad panameña del Canal
cobra más a los barcos estadounidenses, desconociendo cómo se aplican las
tarifas por el cruce interoceánico.
La presencia de dos empresas con socios chinos ha sido aprovechada para repetir
ante el mundo que la seguridad de Estados Unidos está en peligro.
Lo que más llama la atención fue cómo, con el gatillo disparado por el líder
republicano, diversas personas envían artículos -aparentemente muy respaldados
en cifras-, notas, comentarios, opiniones, advirtiendo que China se ha
apoderado del Canal que une el Pacífico y el Atlántico. Algunos mensajes
incluyen el típico “urgente” en rojo de las fake, que se
reconocen por datos absurdos, pero que pocos se dan el tiempo de comprobar.
Así se crea, paso a paso, la sensación de “necesaria” para la agresión a
Panamá.
Aún si fuesen empresas estatales chinas que estuviesen actuando en las
esclusas, esa es una decisión absolutamente soberana de Panamá. El pequeño país
que une al continente amplió en este siglo la centenaria obra y por ello
ingresa a sus arcas millones de dólares. Es su derecho definir cómo administrar
la compleja vía. Los datos muestran la capacidad de la autoridad panameña en el
Canal y las inversiones en el desarrollo humano.
Como otros países centroamericanos, no tiene ejército, sino una guardia
nacional que cumple más tareas de orden interno. Fuerzas que nunca invadieron
otro país ni agredieron a otro estado ni participaron en confrontaciones
bélicas. Al contrario, Panamá dio asilo a los perseguidos de diversas
nacionalidades. Fue sede de las primeras cumbres intercontinentales y luego
iberoamericanas con la visión de que los problemas mundiales no eran tanto
Este-Oeste, sino Norte-Sur. Cumbres que dejaron de lado a EE. UU.
El primer viaje al exterior del flamante secretario de Estado, Marco Rubio, fue
a Panamá, donde -como describe la prensa internacional- entró al Palacio de las
Garzas golpeando la mesa. Fue recibido por el presidente José Raúl Mulino, un
dirigente conservador que trató de limitar el impacto de esa actitud en sus
declaraciones de tono conciliador. Mientras miles de panameños salieron a las
calles a repudiar la visita, imágenes poco difundidas.
Rubio siguió con el tono: o devuelven el Canal o se atenderán a las
consecuencias.
Entre tanto en Bolivia, los líderes políticos guardan silencio. Los de la
oposición no querrán enfrentarse a la Embajada. Seguramente, Evo Morales
hubiese expresado su solidaridad con el pueblo panameño. Él y Jaime Paz Zamora
fueron los presidentes con mayor compromiso latinoamericanista.
Incluso hay demócratas convencidos que hay que respaldar a Trump porque es la
única esperanza para sacar a Nicolás Maduro o a Daniel Ortega de sus gobiernos.
La historia mostrará que ese pensamiento puede llegar a tener consecuencias
perversas. Hay ejemplos muy claros en el siglo XX.
Más bien existen mesas de trabajo de ex cancilleres y académicos que se han
pronunciado desde el continente defendiendo a Panamá (como ya lo han hecho con
Gaza). Este documento ha sido suscrito por miles de personalidades de la
América morena.
Trump logró que Google maps anuncie que cambiará el nombre de Golfo de México a
Golfo de América, obedeciendo a sus órdenes, aunque sea solo para el usuario en
Estados Unidos. México ha enviado una carta oficial a la tecnológica sobre este
tema. Igual que hace tres décadas, cuando la Amazonía aparecía como parte de
Estados Unidos en textos escolares.
El nuevo/viejo inquilino de la Casa Blanca ocupa casi todos los titulares de
los noticieros mundiales, de las principales portadas de los periódicos. Impone
su agenda, una agenda violenta. El desorden mundial toca la puerta.