¡Qué triste empezar el año con la sangre de tantos niños sacrificados en Gaza y Cisjordania! No hubo tregua ni por las celebraciones del Nacimiento del Niño Jesús, por el cierre del 2023, por ser de noche, por ser mediodía. Lo bombardeos israelíes continuaron sin tregua aumentando el número de muertos y heridos palestinos.
Al mismo
tiempo, crece la censura de los grandes capitales contra los medios de
comunicación; las cuentas institucionales y personales en redes sociales; las
universidades y los centros culturales; las manifestaciones callejeras; las
conferencias y declaraciones; los artistas, los guionistas, los gestores. El
poder de los grandes negocios alcanza a toda voz que exponga su solidaridad con
el pueblo palestino, como no sucede en otros conflictos.
Uno de
los primeros ejemplos se dio en la Feria del Libro de Frankfurt, Alemania, la
más grande del mundo y considerada hasta el 2023 como un espacio de libertad. A
pocas horas del inicio de la guerra contra Gaza, su director canceló la entrega
del premio a la escritora palestina Adania Shibi. Ella no tiene ninguna
relación con Hamas. Su obra cuenta la historia real de una niña palestina
violada y asesinada por un soldado judío en 1949. Más de 600 escritores y
editores protestaron por el inédito amedrentamiento.
Las autoridades de Bremen, también
en Alemania, cancelaron la entrega del premio Hannah Arendt de pensamiento
político a la escritora ruso estadounidense de origen judío Masha Gessen porque
ella comparó la tragedia de Gaza con lo que hicieron los nazis. ¡Patético!
Manchan el legado de Arendt.
El estado alemán, en sus
diferentes estamentos, también la Deutsche Welle y los principales periódicos,
se alinearon rápidamente con el régimen de Benjamín Netanyahu. También los
“verdes”. Alemania precipitó la forma en la cual se creó Israel a costa de la
expulsión de 700 mil palestinos. Podría jugar un rol más adecuado. Sin embargo,
su complejo de culpa emerge; hasta las conversaciones privadas se autocensuran
por el temor al dedo acusador: “antisemita”.
Escritoras y periodistas de Egipto denunciaron
que sus mensajes sobre los asesinatos en territorios palestinos son borrados.
No pueden relatar las torturas y vejámenes a los adolescentes de Jerusalén del
Este o contar el heroísmo de los médicos palestinos porque inmediatamente sus
cuentas en X desaparecen. Ante sus protestas, reciben la respuesta opaca: “fue
un error”.
Estos extremos se dan en todo el
mundo. Basta a veces la palabra “Israel” para que los mensajes pasen por
filtros diversos. Entidades internacionales y algunos periódicos han publicado
esa situación, sin poderla detener.
Artistas de Hollywood que
generalmente se pronuncian contra los abusos del poder en cualquier parte del
mundo han sufrido la suspensión de contratos, el alejamiento de sus
representantes, cercos a su trabajo. No es casual que la mayoría de los grandes
estudios pertenecen a los grandes capitalistas.
Las protestas en las
universidades estadounidenses en solidaridad con Palestina han sido catalogadas
como racistas. Se ha desatado un gran debate que incluyó la renuncia de
autoridades. En 1968, las manifestaciones contra la guerra en Vietnam atacaban
duramente a su propio gobierno y no pocas eran de extrema violencia, pero
ningún patrocinador amenazó con retirar sus fondos para becas.
Casi todas las actividades que
reciben patrocinios o publicidad pueden quedarse sin fondos, en cualquier lugar
del planeta, si se atreven a lamentar las muertes en Gaza.