Llama la atención los esfuerzos del alcalde de La Paz, Iván Arias, para desmantelar el sistema de transporte público municipal, conocido como los “Puma Katari”. En su campaña no decía que sacaría de circulación a este servicio y eliminaría otros logros paceños, como el ordenamiento en las calles y parqueos.
Arias, su equipo de trabajo y
concejales variopintos se aliaron con Jesús Vera para hundir un símbolo que es más
que un bus. Los “Puma Katari” fueron desde el inicio la utopía de una nueva
cultura ciudadana: del orden y la solidaridad; del respeto al niño, al anciano,
al inválido. ¡Los paceños descubrieron que podían ser amables! El extremo
opuesto del minibusero que se nutre del desorden, la suciedad, la ausencia de
reglas, lo “chuto”; todo aquello que rodea a círculos de poder clientelar.
Recordemos las denuncias contra Vera,
como presunto responsable de hechos violentos contra personas, sedes sociales y
del oscuro episodio de la quema de 64 buses municipales el 2019. ¿Quién o
quiénes, y con qué respaldo podían disponer de material incendiario para
prender vehículos pesados? ¿De dónde salió la orden y con qué objetivo?
Semanas antes, sindicatos de
minibuseros, relacionados con el MAS, habían intentado impedir el recorrido de
los apreciados “Pumas” en su nueva ruta por Achumani. Los vecinos los
defendieron, derrotando a la turba enfurecida. Fue el entrenamiento para los
días de resistencia ciudadana contra las irregulares elecciones y, a la vez, el
ensayo de los neo paramilitares para cercar a la ciudad y maltratar a los
barrios rebeldes.
Arias, quizá por aborrecimiento,
quizá por sus compromisos electorales, ha decidido sumarse sutilmente a Vera, a
quien hasta sus propios antiguos jefes han dejado de lado. Quiere devolver a
los minibuseros su antiguo reinado monopólico. Los transportistas son un grupo
mimado en la política boliviana, desde los años de las dictaduras militares.
La oferta de Luis Revilla de crear
un sistema alternativo al deteriorado transporte público paceño fue resistida
por los gremios que estaban acostumbrados a controlar las calles paceñas, las
conexiones con El Alto y con los municipios vecinos. Los dirigentes del autotransporte,
muchos de cuyos líderes tienen un historial oscuro, definen inclusive qué
oficial asume la Dirección de Tránsito. El caos es el mejor escenario para la
corrupción y el delito.
Durante meses, la anterior
administración municipal publicitó los diferentes trámites para conseguir
maquinarias adecuadas a las empinadas y estrechas calles; para priorizar rutas;
para seleccionar modelos, protocolos. El usuario del transporte público
aplaudió la iniciativa. Posteriormente, la prensa siguió de cerca las
convocatorias al personal, conductores, guías, controles, etc.
Mientras, el gobierno central veía
como un desafío inesperado a esa posibilidad. Pronto, sin licitaciones,
apareció la oferta invasiva y más costosa del Teleférico para aislar el éxito
edil. En esa empresa estaban involucrados Carlos Gil, Mauricio Etienne, cuyos
antecedentes son de dominio público.
Arias también se alía con la
concejal Roxana Pérez, cercana a César Dockweiler, ex gerente del Teleférico y enemigo
de los “Pumas”. Esta señora no ha desmentido que era asesora legal de una
empresa importadora de vehículos cercana al masismo y con intereses
particulares. ¿O alguien cree que actúa por amor a La Paz?
Así, como a nivel nacional, a nivel
municipal, la gestión prioriza la venganza. El perdedor será el pueblo más
humilde que deberá volver agachado a su asientito trucho en un minibús,
soportando malos tratos, robos y contagios.