Mi bisabuelo Juan Cajías escribió
una carta a su esposa Florinda con malas noticias. La gripe española había
truncado sus planes de establecer una quinta en la Chiquitanía cruceña y volvía
a los Yungas. Contaba que habían enfermado su nuera y consuegra y que morían de
10 a 12 peones por día. Era septiembre de 1919.
No tengo más datos de cómo se venció
a esa famosa pandemia hace un siglo y después de la cuarentena buscaré noticias
en la hemeroteca municipal. El doctor Enrique Saint Loup Bustillo escribió la
historia de la medicina en Bolivia (1990) y es muy escueto al hablar de las
epidemias. Cita a cronistas coloniales sobre varios males que azotaron a la
población indígena. “(En 1560) Descargó Dios en Potosí, por sus pecados, el
azote de su ira enviándole una mortífera peste… que heridos del contagio sus
moradores no llegaban con vida a las 24 horas”. Aventura el escritor que pudo
ser garrotillo, tabardillo, viruela o el mal venéreo que se extendió mucho por
el consumo de “bebidas espirituales”. En cambio, señala, según el Padre
Calancha, los indios no sufrían de asma, ni de gota, ni del corazón, “gracias a
la chicha”. Una epidemia habría asolado Potosí en 1609, por cuyo motivo se
establecieron 14 hospitales para las 14 parroquias “en los cuales curaban
diariamente dos a tres mil indios”.
También conocí en El Trigal, en 1998,
a una viejecita que me contó de la peste bubónica que asoló la zona en los años
30 y que su familia compró tres veces un ataúd en vano, por miedo a no
conseguirlo en el momento de la urgencia. Al final, los cedieron a vecinos
vencidos por el mal mientras otros partían al Chaco y tampoco regresaban.
Algún texto habrá que cuente cuántas
epidemias han pasado por este territorio y seguimos acá y seguramente
sobreviviremos y quizá sobreviviremos mejor que en otros lugares porque estamos
acostumbrados a la batalla cotidiana y a aguantar muchas y diferentes
calamidades.
Los 21 días de resistencia civil al
fraude electoral del año pasado entrenaron a la población y a los jóvenes.
Parece increíble que enfrentar a ese otro mal ahora ayuda a los vecinos porque
ya están organizados en grupos de redes sociales; porque ya hay práctica en
ollas comunes; porque ya hay iniciativas para repartir bolsitas con meriendas
para otro que necesita más que uno.
La reacción de las empresas de
alimentos (grandes, medianas y unipersonales), de las farmacias, de los grupos
de vendedoras de mercados populares, de los importadores de comestibles, ha
sido sorprendente. Una enorme red de ofertas, difusión gratuita entre todos los
grupos y servicios generalmente puntuales y confiables. Incluso en barrios alejados y en poblaciones pequeñas. Nunca
suficientes, pero alivian.
Como también sorprende que un
gobierno de transición, organizado para pocos meses, pueda día a día enfrentar
la pandemia del virus COVID 19 con contundencia. Hay los que se quejan porque
ese es su oficio, o los que critican porque no quieren algún rédito; en cambio,
la mayoría de los ciudadanos aprueba las medidas de contención. Si hay
disciplina, durarán menos tiempo.
Es interesante que un articulista
del Nuevo Herald escriba desde Miami: “En nuestro país, el gobierno nacional de
Estados Unidos fue totalmente contraproducente, displicente, engañoso y pueril;
mientras que en Oruro sus autoridades fueron responsables, preventivas y
prácticas. Algo se puede aprender de Bolivia.”
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