La Paz, Bolivia, 14 noviembre 2019.
Una vez más se comprueba que para determinados círculos académicos y mediáticos
es difícil aplicar las mismas categorías de análisis para interpretar las
crisis sociales y políticas en países regidos por gobiernos considerados
conservadores y en países regidos por gobiernos considerados progresistas.
Para el conflicto chileno se califica
de protestas justas, para el caso boliviano se quiere insistir en un golpe de
estado, aunque no existe una sola característica que permita considerar esa
hipótesis.
Es el caso actual circulan muchas
informaciones y opiniones sobre la precipitada salida de Evo Morales Ayma de la
presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia después de 21 días de
resistencia civil a un monumental fraude electoral que intentó perpetuarlo en
el poder.
Morales, sus colaboradores y un
inmenso aparato comunicacional relacionado con el llamado Socialismo Siglo XXI,
especialmente desde Argentina, insisten en afirmar que un golpe de estado sacó
al expresidente boliviano de la presidencia.
Se contempla la foto final, no el
proceso. Al parecer no se toma en cuenta el dato duro más importante, Morales
logró habilitar su candidatura sin respetar las reglas del juego electorales y
la propia Constitución Política del Estado Plurinacional que él firmó.
ALGUNOS
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
En primer lugar, hay que recordar
que, en la difícil construcción de la democracia boliviana, desde 1982 a la
fecha, tres presidentes constitucionales renunciaron para facilitar el tránsito
a una nueva etapa y para contribuir a la pacificación nacional.
Hernán Siles Zuazo (1982-1985),
primer presidente surgido en las urnas después de 18 años de dictaduras
militares acortó su mandato por el rechazo popular a las medidas económicas que
generaron la más grande inflación de la historia boliviana.
Gonzalo Sánchez de Lozada
(2002-2003) envió su renuncia al parlamento después de 17 días de convulsión
social en el occidente del país por el aumento a los impuestos, la posible
venta de gas a Estados Unidos a través de Chile y la crisis económica.
Carlos Mesa Gisbert (2003-2005), su
sucesor constitucional, renunció después de varios días de cerco sindical al
parlamento, bloqueos en la zona cocalera y el pedido expreso de Evo Morales
para que se dé lugar a nuevas elecciones. Las personas en línea de sucesión
parlamentaria debieron renunciar por la presión de movimientos sociales. Asumió
el presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez con la misión de convocar
a nuevos comicios en diciembre de 2005.
Era evidente el agotamiento del
sistema político tradicional y el Movimiento al Socialismo ganó con amplio margen
y con la garantía de una Corte Electoral profesional y transparente.
EL
PASO EN FALSO
En 2016 Morales perdió el referendo
convocado por él mismo para modificar la Constitución Política del Estado que
no permite la reelección indefinida. Perdió, incluso con el árbitro electoral a
su favor.
Pese a sus anuncios públicos de
retornar a su cato de coca, desconoció el resultado. Desde ese momento se
acentuó su aislamiento en la clase media urbana y entre muchos intelectuales
que antes lo habían respaldado.
No era una decisión democrática.
Morales perdió la legitimidad que tenía.
La habilitación tramposa para una
nueva elección promovió la desconfianza de la ciudadanía en forma creciente.
También volvió a postularse contra
la CPE el vicepresidente Álvaro García Linera, quien también había anunciado
dejar su puesto en 2020.
Las renuncias de importantes vocales
del Tribunal Electoral y de más de cien técnicos informáticos y de las áreas
legales aumentaron la desconfianza. Demasiados datos acumulados en decenas de
informaciones alertaron sobre la manipulación de los resultados electorales.
Al frente de Morales tambaleaba una
oposición desorganizada y con débil estructura partidaria. Varias candidaturas
anunciaban la dispersión del voto frente a un vigoroso aparato político del MAS
respaldado con el dinero y la infraestructura estatal para su campaña.
ARDE
LA CHIQUITANÍA Y ENTRENA LAS PROTESTAS
Un suceso inesperado, aunque
previsible, cambió el curso del desarrollo de las elecciones bolivianas. Por
una parte, el gobierno entregó tierras con vocación forestal a migrantes
andinos que debían quemar bosques para intentar sembrar ahí; por otra parte, la
intención de enviar toneladas de carne a China motivó a ganaderos ampliar la
frontera agrícola. Este sector empresarial muy próspero, junto con los
agroindustriales soyeros, se convirtió en el aliado más firme de Morales en
este último periodo.
La quema de pastizales y árboles en
la Chiquitanía y en el Chaco, una prolongada sequía y los fuertes vientos del
norte provocaron un incendio gigantesco que salió fuera de todo control y
consumió 7 millones de hectáreas, sobre todo en el departamento más pujante de
Bolivia, Santa Cruz.
Las quejas ciudadanas se
convirtieron en grandes movilizaciones en defensa del medio ambiente e
incorporaron a activistas de todas las capas sociales, incluso las más
indiferentes. Para los cruceños la pérdida de su identidad regional fue un
golpe económico y simbólico.
El primer cabildo contra Evo Morales
por no declarar desastre nacional mostró la molestia de más de un millón de
personas. En La Paz, los pacíficos activistas por la ecología llegaron hasta la
casa presidencial con sus reclamos, como no habían podido lograr otras
movilizaciones sociales o políticas.
Como una consigna espontánea los
votantes decidieron dar su apoyo a Carlos Mesa, el candidato opositor mejor
situado en las encuestas para competir con Evo.
EL
FRAUDE
Es seguramente el caudal de votos
que recogió Mesa y que fue testificado por el control social y por los veedores
internacionales el que puso en evidencia fáctica las muchas irregularidades del
Tribunal Electoral.
La interrupción del conteo el
domingo 20 de octubre precipitó la certeza del fraude, certeza subrayada por la
misión de la Organización de Estados Americanos y ratificada con más evidencias
por los auditores de la OEA. Su informe divulgado el domingo 10 de noviembre
aceleró la caída de Morales.
Las primeras declaraciones de los
responsables de estos presuntos delitos electorales, actualmente detenidos,
muestran que las órdenes para modificar la tendencia de los votantes salieron
del propio Palacio de Gobierno.
LA
SEGUNDA VUELTA A LA RENUNCIA
El lunes 21 de octubre, ante la
inexplicable interrupción del conteo y con la también inexplicable modificación
de la tendencia electoral, plataformas ciudadanas, jóvenes que votaban por
primera vez y muchas personas salieron espontáneamente a protestar de forma
pacífica.
La bandera boliviana se convirtió en
el símbolo de esa resistencia y una consigna que habían elaborado los médicos
enfrentados al gobierno: “¿Quién se cansa? ¡Nadie se cansa! ¿Quién se rinde?
¡Nadie se rinde! ¿Evo de nuevo? Huevo, carajo”, coreada con el alegre ritmo del
tradicional baile caporal boliviano.
Entre tanto, el Comité Cívico Cruceño,
alicaído durante una década, convocó a un paro indefinido departamental. A los
pocos días, todos los departamentos se unieron a la medida.
Las protestas fueron pacíficas y los
grupos de bloqueadores usaron una pitita delgada y sin pretensiones para
expresar su repudio. Alrededor de la “pitita” se sentaban abuelas, madres con
hijos, jubilados en sus hamacas.
Un torrente de memes y mensajes de
humor usados por los jóvenes ponían el sello moderno y pacífico. A ellos se
unieron los artistas, conjuntos y orquestas.
No hubo la lectura oportuna de los
asesores de Morales que jugaron al cansancio de la población y a la violencia
contra algunos grupos desprotegidos. Los muertos de estos días son por acciones
de francotiradores amparados en turbas.
La reacción de la población fue
también en escala, desde el pedido a una segunda vuelta prevista en la norma;
luego exigió nuevas elecciones con nuevo tribunal electoral, pedido que anunció
Morales de forma tardía; hasta la demanda de su renuncia para pacificar el país
como sucedió antes.
Los tiempos no ayudaron a la
estrategia oficial, más bien le jugaron en contra.
Morales comprendió finalmente que no
podía seguir gobernando contra las ciudades y contra los dos departamentos más
duros en la protesta, Santa Cruz y Potosí.
DESPEDIDA
CON VIOLENCIA
Coherente con el estilo del MAS y
con la influencia venezolana, Morales decidió irse sembrando caos y terror. Los
violentos dentro del MAS están relacionados con antiguos militantes
senderistas, de la guerrilla colombiana y de colectivos venezolanos.
La ciudad más castigada es La Paz.
Hordas de pobladores pobres, muchos jóvenes varones, mimetizan a
francotiradores y terroristas que han intentado atemorizar a los vecinos.
A pesar de noches muy duras, con el
resultado de domicilios incendiados e intentos de tomar gasolineras, la
inmediata organización barrial entrenada en los días de paro ha logrado detener
a venezolanos, colombianos y otros extranjeros.
Entre ello llamó la atención la
presencia de un guerrillero argentino vinculado a las FARC colombianas.
Además de la violencia simbólica,
persisten una campaña mundial para victimizar a Morales y culpar a la “derecha
fascista” de su salida.
Ni siquiera en los resultados
amañados por el tribunal electoral Morales ganó en Bolivia. Los votos que
supuestamente le permitieron saltar el 10% llegaron desde Argentina. Comunidad
Ciudadana ganó en el 98 por ciento de los países donde sufragaron bolivianos,
pero en Argentina está la mayor colonia boliviana.
Por ello, entre las cuentas
pendientes sobre las irregularidades en las elecciones bolivianas la causa
abierta en la fiscalía boliviana deberá investigar cómo funcionaron los
consulados y la embajada boliviana en Argentina.
En el futuro inmediato, podrían
dañarse seriamente las relaciones entre Bolivia y Argentina si aparecen movidas
(peor si son oficiales) para desestabilizar la dura reconstrucción de la
institucionalidad boliviana.