A los líderes, decía Luis Carlos
Galán, no se los recuerda por los edificios que mandaron construir ni por las
batallas que ganaron; se los recuerda sobre todo por las leyes que redactaron
para organizar la vida de los ciudadanos. Algunos, ni siquiera llegaron a
gobernar (como fue su propio caso) pero inspiraron esos cambios.
Esa frase, consigna de su lucha
contra el narcotráfico, se refleja en Julio César, en el Virrey Toledo, en
Solimán, el Legislador (conocido como el Magnífico), en Napoleón Bonaparte,
cuyos códigos lograron un orden hacia el futuro. En nuestro caso, fueron
Antonio José de Sucre y la Asamblea Constituyente de 1826, Andrés de Santa Cruz
y sus normas, los liberales y la Constituyente de 1880 que trazó avenidas por
70 años, Germán Busch y las reformas de 1938 que allanaron el camino a la
revolución de 1952. La Reforma Agraria firmada por Víctor Paz Estenssoro en
1953 no pudo ser revertida por ningún dictador militar.
En el otro lado de la moneda están
los líderes que muy bien describió Gabriel René Moreno, los Jano, los doble cara, los altoperuanos
de doble discurso y- diría en este siglo- de estrategias envolventes, los que
firman una Carta Magna solamente para burlarla poco después.
A Evo Morales se lo recordará como el
dirigente cocalero que ordenaba a sus súbditos arreglar las leyes a su antojo y
que dio ese ejemplo a los ciudadanos para aumentar la leyenda, hecha la ley, hecha la trampa de la
época colonial. Nunca como ahora, en tres décadas de democracia hubo tanta
burla al orden legal.
Esos Jano,
como Morales y Álvaro García Linera, que encabezan la cruzada por anular la
Constitución de 2009 para favorecer sus apetitos personales de eterno poder y
para romper el corazón de la selva pulmón de la nación.
Morales intenta inventar una y otra
fórmula para explicar por qué está encaprichado por una carretera por el medio
de un parque nacional. ¿Ignora que las primeras reservas fueron creadas por el
(imperialista?) Busch? El Isiboro Sécure es Parque Nacional desde que él era un
colegial y es Territorio Indígena desde los años en que él luchaba por sus
cocales.
El daño que hacen al país durará
generaciones y no afectará sólo al puñado de originarios que ahí moran desde
antes de Cristóbal Colón. Morales no tiene palabra, aquello sagrado para un ser
de bien. Si se revisan los programas de su partido en ninguna parte aparece la
oferta para invadir al bosque. Para invadirlo con coca, la base de la cocaína,
el rasgo más decadente del capitalismo salvaje.