¿Aceptará su derrota Edmand Lara si el resultado de la segunda vuelta de las elecciones generales en Bolivia no favorece al binomio del Partido Demócrata Cristiano? Temo que no.
El candidato a vicepresidente cambia constantemente de opinión y no muestra la madurez necesaria para controlar el significado y el alcance de las palabras, a pesar de que este 16 de octubre cumple 40 años. Como muchos bolivianos pasó la mitad de su vida bajo un régimen autoritario.
En el debate televisivo del pasado domingo gastó gran parte del tiempo, concedido para mostrar su pensamiento y sus cualidades, en un discurso agresivo, más expresivo de su centro emocional que de su centro intelectual. ¿Con esa línea de conducta consolidó a su público o lo asustó? ¿Logró cautivar a quienes no votaron por él en la primera vuelta? ¿Qué asesores le sugirieron no respetar las reglas preestablecidas para el debate?
Es curioso que, en las inmediatas reacciones, lo aplaudieron personas que hasta agosto vivaban a Evo Morales o los que firmaron in extremis una proclama a favor de Andrónico Rodríguez. ¿Cuáles son las motivaciones de esa transferencia de preferencias? Cada uno lo sabrá. Siempre hay personalidades y masas que gustan de las conductas autoritarias, machistas. Gran cantidad de otras personas criticaron duramente a Lara.
Muchos líderes de opinión expresaron su desencanto por los dos candidatos.
El lado positivo de Juan Pablo Velasco fue mantener la serenidad. Ese fue uno de los grandes valores que la opinión pública reconoció en Rodrigo Paz en el primer debate presidencial hace dos meses; tranquilo y mesurado. La calma es una de las condiciones que se aconseja a toda persona que enfrenta un escenario o una audiencia, más aún si ésta es masiva y dispersa. Como recordaban las antiguas abuelas, el que se enoja, pierde.
El vocal del Tribunal Electoral Plurinacional Tahuichi Tahuichi Quispe es otra pieza que no parece encajar en el orden que debería cuidarse en el delicado momento que atraviesa Bolivia. Hace propuestas erráticas y da declaraciones alejadas de la ¡imparcial! reflexión que debe cuidar un árbitro. Emitió juicios de valor, casi despectivos, contra ambos candidatos.
Serenidad. Serenidad. Serenidad. Es urgente que los candidatos, sus equipos de campaña, los periodistas, las autoridades nacionales y locales, los comentaristas intenten mantener el equilibrio y la confianza. Lo contrario puede ser fatal para la consolidación de la democracia en Bolivia.
Al contrario del esfuerzo colectivo para llegar a las elecciones generales del 17 de agosto en un ambiente sosegado, en estos días casi todos los actores involucrados -más otros extras que anhelan fugaces estrellatos y cámaras- parecen empeñados en opacar la segunda vuelta electoral.
La apertura descontrolada de ventiladores de uno y otro lado, sugerencias extemporáneas, denuncias absurdas, rumores, crisis económica, dólares, gasolina, precios, están creando una sensación térmica de caos que no favorece a nadie. Salvo a los sectores políticos ligados a enriquecimientos ilícitos.
La sencillez es un elemento que acompaña a las personas que gozan de autoconfianza. Los rasgos de soberbia suelen ser un bumerán. El maltrato al contrincante, la sonrisa sarcástica, la burla para no escuchar al otro no son una buena hoja de ruta para lograr una estructura sólida de contenidos. Pueden servir para el morbo del momento, pero no para sentar bases permanentes.
La historia mundial y nacional está repleta de ejemplos de uno y otro lado. El paso del tiempo se encarga de poner todo en su lugar. ¿Por qué se olvidan de ello?
La sabiduría es un privilegio. No se compra. No se consigue con gritos. No está en el mercado ni en el acceso a las redes sociales. Está en los libros (en la academia, que tanto disgusta a Evo) o en las experiencias colectivas acumuladas en el tiempo. Nunca es tarde para optar por el conocimiento, pero siempre será tarde si no existe la consciencia de la propia ignorancia.
Las comunidades con más conocimiento ocupan los primeros lugares en los indicadores mundiales. Este es el siglo del conocimiento, aunque algunos insisten en lo contrario.
Los sabios suelen ser serenos y sencillos. Alientan la calma, no la confrontación.
Al menos hay que aspirar a esa sabiduría, a esa levedad interna, a esa vocación de privilegiar el diálogo. Rinde más y mejor. Mucho más en la actual coyuntura boliviana, cuando se necesitan acuerdos sociales, pactos para la gobernabilidad y para encauzar la institucionalidad y la macroeconomía.
Hay el peligro de que el perdedor no acepte la derrota. Suenan piedras en el río con frases que preocupan. Es importante evitar ese fantasma que hundirá a la patria.
Las personas serenas, sencillas, sabias no necesitan estampar su firma para respetar las reglas de cualquier juego, desde el deportivo al político. Basta su palabra.