¿Dónde está la generación del Bicentenario? ¿Dónde podría desarrollarse la hoja de ruta para avanzar hacia un nuevo horizonte de la historia boliviana? ¿Dónde está la academia, la política, el arte, el bolero de caballería?
España
agonizaba después de perder sus colonias. La generación del 98 reunió a poetas
y ensayistas nacidos entre 1864 y 1876. A través de sus creaciones criticaron
la situación política y social de su país, al mismo tiempo que buscaron las
raíces de su identidad nacional y cultural. En sus versos está esa España que moría
y aquella que todavía se gestaba, se traza y que llegará con la República. Biografías,
como las de Antonio Machado o Miguel de Unamuno, se entrelazan en esa
indagación colectiva, estética y a la vez política y revolucionaria.
Son
muchos los ejemplos similares.
En el
caso boliviano, la pérdida de la Guerra del Pacífico en 1879 marcó a toda una
generación que confluyó en La Paz. Los avances de las corrientes liberales coincidieron
con el apogeo económico gomero y minero. A los grandes visionarios como José
Manuel Pando, Eliodoro Villazón, Ismael Montes se unieron escritores, artistas,
arquitectos, médicos.
Una
generación de notables que contrató o participó directamente en expediciones a
la Amazonía y también al sureste tarijeño para entender una nación que no
terminaba de consolidarse. Las derrotas militares, frente a enemigos muy
poderosos, suelen desplazar los relatos de quienes abrieron las sendas más allá
de lo que había sido el eje articulador potosino. Se enseña poco o nada sobre
estos esfuerzos privados y públicos para vencer una geografía de simas y cimas en
un amplio territorio despoblado.
Los periódicos
publicaban reflexiones sobre el destino nacional, la educación, la pérdida del
Litoral, la mirada para superar los Andes. Franz Tamayo, Alcides Arguedas,
Casto Rojas eran los más famosos, pero no los únicos.
Había bolivianos
(urbanistas, ingenieros, empresarios) que aportaban a esa visión de la
generación del 900. Varios estudiaron en el exterior, desde Buenos Aires a
París, Santiago o Berlín. Más tarde, enviaron a sus hijos también a universidades
famosas para que aplicaran posteriormente sus conocimientos en Bolivia.
El
ingrediente de lo social, de la marginación del indígena, de la tenencia de la
tierra, de la explotación minera y de los recursos naturales fue el aporte de
la generación del Centenario, concentrada en Cochabamba. Esa generación compartió
la política con la literatura, las artes plásticas, el flamante cine boliviano.
Casi
todos nacieron en la primera década del Siglo XX. Cuando Bolivia conmemoraba el
Primer Centenario de su independencia, muy jóvenes, fueron capaces de diseñar
un nuevo derrotero bajo el amplio abanico del nacionalismo, cuya influencia
duró hasta el final de la centuria.
Las
angustias en las trincheras en el Chaco y el resultado de las batallas
impulsaron aún más a esta generación del 25 para preparar los profundos cambios
que necesitaba el país. José Antonio Arce alentó el comunismo; José Aguirre
Gainsborg defendió el trotskismo; Oscar Unzaga lideró la Falange; Carlos
Montenegro y Augusto Céspedes se juntaron con otros jóvenes que buscaban una
nueva expresión política.
Fue una
generación victoriosa en abril de 1952. Más allá de sus maldades, el Movimiento
Nacionalista Revolucionario fue un referente para este continente y para los
países que en esos años luchaban por su independencia.
Fortalecieron
la política con el respaldo a las escuelas de arte, de música, el muralismo, la
radiodifusión. En ese marco, la participación femenina en la política y en la
pintura fue vanguardista.
Los ríos
subterráneos de la nación parecían encontrar cauces renovadores.
A fines
del milenio, aparecieron otras ideas, ligadas al pachamamismo, al indigenismo y
a grupos latinoamericanos surgidos después de las dictaduras militares, la
crisis de la deuda y el neoliberalismo (San Pablo, Puebla). Otra vez la
atención internacional en la pequeña Bolivia en 2006. Aunque fracasado por la
suma de imposturas, la ignorancia, la incapacidad y la inmoralidad en grado
superlativo, había un gobierno con un programa de cambio. El hambre atávica se
comió las buenas intenciones.
Esa
generación fue débil en la creación de corrientes literarias, dramaturgias,
artes plásticas, música. Quizá más certero sería decir que fue un retroceso en
las expresiones culturales. La pre- fabricada generación Evo fue más una
expresión de violencia que de pensamiento.
Ante las
tareas inconclusas de las generaciones del 900, del 25, del 2000, ¿qué propuestas
circulan? Hay narrativas, incluso algunas distorsionando la historia, con
miradas cortas y auto referenciales, regionales o étnicas, que no tienen visión
de país y de modernidad. Todavía no aparece la generación crecida en este
cuarto de siglo que reemplace a los moribundos rostros de candidatos para
agosto de 2025.