viernes, 31 de enero de 2025

DÓNDE ESTÁ LA GENERACIÓN DEL BICENTENARIO?

 

            ¿Dónde está la generación del Bicentenario? ¿Dónde podría desarrollarse la hoja de ruta para avanzar hacia un nuevo horizonte de la historia boliviana? ¿Dónde está la academia, la política, el arte, el bolero de caballería?

            España agonizaba después de perder sus colonias. La generación del 98 reunió a poetas y ensayistas nacidos entre 1864 y 1876. A través de sus creaciones criticaron la situación política y social de su país, al mismo tiempo que buscaron las raíces de su identidad nacional y cultural. En sus versos está esa España que moría y aquella que todavía se gestaba, se traza y que llegará con la República. Biografías, como las de Antonio Machado o Miguel de Unamuno, se entrelazan en esa indagación colectiva, estética y a la vez política y revolucionaria.

            Son muchos los ejemplos similares.

            En el caso boliviano, la pérdida de la Guerra del Pacífico en 1879 marcó a toda una generación que confluyó en La Paz. Los avances de las corrientes liberales coincidieron con el apogeo económico gomero y minero. A los grandes visionarios como José Manuel Pando, Eliodoro Villazón, Ismael Montes se unieron escritores, artistas, arquitectos, médicos.

            Una generación de notables que contrató o participó directamente en expediciones a la Amazonía y también al sureste tarijeño para entender una nación que no terminaba de consolidarse. Las derrotas militares, frente a enemigos muy poderosos, suelen desplazar los relatos de quienes abrieron las sendas más allá de lo que había sido el eje articulador potosino. Se enseña poco o nada sobre estos esfuerzos privados y públicos para vencer una geografía de simas y cimas en un amplio territorio despoblado.

            Los periódicos publicaban reflexiones sobre el destino nacional, la educación, la pérdida del Litoral, la mirada para superar los Andes. Franz Tamayo, Alcides Arguedas, Casto Rojas eran los más famosos, pero no los únicos.

            Había bolivianos (urbanistas, ingenieros, empresarios) que aportaban a esa visión de la generación del 900. Varios estudiaron en el exterior, desde Buenos Aires a París, Santiago o Berlín. Más tarde, enviaron a sus hijos también a universidades famosas para que aplicaran posteriormente sus conocimientos en Bolivia.

            El ingrediente de lo social, de la marginación del indígena, de la tenencia de la tierra, de la explotación minera y de los recursos naturales fue el aporte de la generación del Centenario, concentrada en Cochabamba. Esa generación compartió la política con la literatura, las artes plásticas, el flamante cine boliviano.

            Casi todos nacieron en la primera década del Siglo XX. Cuando Bolivia conmemoraba el Primer Centenario de su independencia, muy jóvenes, fueron capaces de diseñar un nuevo derrotero bajo el amplio abanico del nacionalismo, cuya influencia duró hasta el final de la centuria.

            Las angustias en las trincheras en el Chaco y el resultado de las batallas impulsaron aún más a esta generación del 25 para preparar los profundos cambios que necesitaba el país. José Antonio Arce alentó el comunismo; José Aguirre Gainsborg defendió el trotskismo; Oscar Unzaga lideró la Falange; Carlos Montenegro y Augusto Céspedes se juntaron con otros jóvenes que buscaban una nueva expresión política.

            Fue una generación victoriosa en abril de 1952. Más allá de sus maldades, el Movimiento Nacionalista Revolucionario fue un referente para este continente y para los países que en esos años luchaban por su independencia.

            Fortalecieron la política con el respaldo a las escuelas de arte, de música, el muralismo, la radiodifusión. En ese marco, la participación femenina en la política y en la pintura fue vanguardista.

            Los ríos subterráneos de la nación parecían encontrar cauces renovadores.

            A fines del milenio, aparecieron otras ideas, ligadas al pachamamismo, al indigenismo y a grupos latinoamericanos surgidos después de las dictaduras militares, la crisis de la deuda y el neoliberalismo (San Pablo, Puebla). Otra vez la atención internacional en la pequeña Bolivia en 2006. Aunque fracasado por la suma de imposturas, la ignorancia, la incapacidad y la inmoralidad en grado superlativo, había un gobierno con un programa de cambio. El hambre atávica se comió las buenas intenciones.

            Esa generación fue débil en la creación de corrientes literarias, dramaturgias, artes plásticas, música. Quizá más certero sería decir que fue un retroceso en las expresiones culturales. La pre- fabricada generación Evo fue más una expresión de violencia que de pensamiento.

            Ante las tareas inconclusas de las generaciones del 900, del 25, del 2000, ¿qué propuestas circulan? Hay narrativas, incluso algunas distorsionando la historia, con miradas cortas y auto referenciales, regionales o étnicas, que no tienen visión de país y de modernidad. Todavía no aparece la generación crecida en este cuarto de siglo que reemplace a los moribundos rostros de candidatos para agosto de 2025.

 

           

 

viernes, 24 de enero de 2025

COLEGIOS Y CLUBES DEL CENTENARIO

 

            La vigencia de la Constitución de 1880 y la llegada de los ideales liberales a niveles de gobierno marcó hace cien años una conmemoración por la independencia de Bolivia muy diferente de las celebraciones de las que se asoman este 2025.

            Entre los asuntos más prometedores estaban la educación y la práctica de deportes. En el inicio de la independencia, el presidente Antonio José de Sucre soñaba con la alfabetización masiva para que en cinco años los flamantes bolivianos supiesen leer y escribir. Ese intento quedó secularmente postergado por varias razones políticas, económicas y culturales.

            En cambio, en los 900, sucesivos presidentes y ministros liberales trazaron una hoja de ruta para lograr mejorar las oportunidades de educación en todo el país. El contrato de pedagogos de la famosa Misión Belga encabezada por Georges Rouma tuvo el objetivo de diseñar un sistema educativo “para Bolivia y desde Bolivia”. Rouma buscó fortalecer una educación pragmática, científica, activa, coeducativa, laica.

            La fundación de las normales rurales en Umala (La Paz), Colomi/Sacaba (Cochabamba), además de las escuelas normales en Sucre y La Paz transformaron la educación pública y los presupuestos oficiales destinados a ese sector. Además de la incorporación de maestras y colegialas mujeres que tanto alentó Daniel Sánchez Bustamante, el abuelo de Gonzalo Sánchez de Lozada.

            En ese ambiente, la colonia alemana preparó las condiciones para contar con un Colegio Alemán. El Centro Cultural Alemán gestionó el reconocimiento oficial desde 1922. El 6 de agosto de 1925, por primera vez, alumnos alemanes y bolivianos desfilaron en homenaje a la Patria. Fue figura clave Wilhelm Kyllmann, quien fundó empresas comerciales que por décadas impulsaron la economía boliviana. El colegio quedaba en la Avenida Arce (actual Ministerio de Educación) que era de la familia Ernst. Ludwig Ernst, el fundador de la Cervecería, otra gran industria boliviana y sus hijos -principalmente Hugo- ayudaron al desarrollo nacional.

            Nota aparte merece su fina visión para la arquitectura pues todas sus propiedades eran bellísimas: actual Embajada de Alemania en Obrajes, Círculo de la Unión en Sopocachi, Corte Nacional Electoral en la Plaza Abaroa, y otras.

            La colonia alemana regaló un avión para el centenario de la República de Bolivia. En septiembre de 1925 se fundó el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), cuya historia ligada a la aviación alemana y a la excelencia recordamos todavía muchos bolivianos. En una nota futura recordaré a esa empresa que fue orgullo boliviano (cochabambino), una de las más antiguas del continente. En mi primer viaje a Buenos Aires el almuerzo era huminta y no “pasta o pollo” (o nada).

            Los hermanos de La Salle también encontraron espacio para fundar su famoso colegio, con hermanos que llegaron de Francia y de Chile. La Alcaldía de La Paz ayudó facilitando una infraestructura. Ese semillero de excelentes profesionales y deportistas se sumaba a otros establecimientos religiosos vigentes desde la colonia o a los creados en el siglo XX como el metodista Instituto Americano.

            Los migrantes europeos y árabes que llegaban a un país tan prometedor como Bolivia entre 1900 y 1925 también tuvieron la iniciativa para fundar clubes, que luego fueron grandes referencias. Entre ellos la Casa de España. Esta preciosa edificación de la Avenida Camacho alberga actualmente al Centro cultural español que abre sus puertas para que decenas de estudiantes, que circulan por la zona, tengan un espacio para usar computadoras, asistir a películas, ver exposiciones, presenciar teatro, escuchar música.

            Solados de caballería comenzaron a tramitar un terreno para fundar el Club Hípico “Los Sargentos”, que finalmente obtuvo la autorización en 1926. Hombres y mujeres comenzaron la práctica de la equitación. Entre los fundadores estaban miembros de la familia Montes, destacados jinetes. Después de la Guerra del Chaco otros combatientes y extranjeros que lucharon por Bolivia se unieron a ese esfuerzo.

            Uno de los clubes más representativos del Centenario es el Club de Tenis La Paz, fundado oficialmente en 1925, en medio del programa de los festejos cívicos, culturales y deportivos que alentó el gobierno de Bautista Saavedra.

            La práctica del tenis en Bolivia tenía antecedentes en Oruro, Uyuni, Tupiza, Catavi, por donde pasaban los ferrocarriles y vivían los empleados ingleses de la Bolivian Railway. Junto con sus pares bolivianos jugaban de blanco impecable, a pesar del polvo, con pantalones largos, a más de 3.500 m.s.n.m. Los ingleses también fomentaron el palitroque, el básquet. Se practicaba la pelota vasca, la taba. Nadadores de los centros mineros, que entrenaban en gélidas aguas al amanecer, ganaron los campeonatos.

            En La Paz existían intentos de difundir el tenis desde que asomó la estación de trenes en Pura Pura. En 1923 fue fundado el Club de Tenis Ferroviario, con canchas en la Avenida Vásquez/ Salamanca. Otra sede estaba en la Plaza Riosinho, en plena zona industrial, “Club de Tenis Centenario”, fundado igualmente el 25. Existía otra cancha en la calle Murillo, zona San Pedro, de Abel Peñaranda, quien la alquilaba a los pioneros de ese deporte.

            Desde 1920 varios socios, entre ingleses y bolivianos, organizaron el Lawn Tenis Club. El 3 de mayo de 1925 consolidaron su iniciativa. El Club tenía inicialmente pocos miembros que pagaban ocho bolivianos de cuotas. Jugaron en canchas alquiladas hasta conseguir un local en la Avenida Arce (otra propiedad de 7.300 metros de Carmen de Ernst). Entre las primeras accionistas estaban las hijas de la estirpe Goitia: Esther, Sara y Raquel.

            Varios presidentes, ministros, diplomáticos bolivianos y extranjeros pertenecieron al club a lo largo de este siglo. En Cochabamba una de las primeras tenistas -desafiando con su coqueto uniforme de falda corta a sus contrincantes- fue Lidia Gueiler, la bella deportista de los ojos verdes.

            En los meses previos y durante 1925, La Paz se embelleció con las obras de Emilio Villanueva, entre ellas la nueva alcaldía, la sede del Banco Central. El impulso llegó para mejorar la atención hospitalaria, el acceso al agua potable, el transporte público. El Centenario hace un siglo trazo un horizonte que fue roto por la Guerra del Chaco.

           

 

 

 

           

viernes, 17 de enero de 2025

LEY DE IMPRENTA: CENTENARIA Y CONTEMPORÁNEA

  

            Hace tres décadas, las organizaciones de los periodistas (empresarios, profesionales, trabajadores de la prensa), reunidas en Huatajata, declararon que la Ley de Imprenta de 1925 es Patrimonio del periodismo boliviano. Se comprometieron a cumplirla en todo su alcance, a defenderla de los permanentes ataques y a impedir que fuese modificada.

            Esas conclusiones fueron el resultado de varios seminarios y de trabajos de investigación sobre la normativa promulgada por Bautista Saavedra, un presidente bipolar que avanzó con leyes sociales al mismo tiempo que reprimía a mineros (Uncía) y a indígenas (Jesús de Machaca). Desde la Ley Mordaza propuesta por los banzeristas en 1987 hasta las insinuaciones para pasar a los periodistas a los tribunales ordinarios, los gremios de la prensa trabajaron intensamente para entender en profundidad los orígenes, los principios y el alcance de la Ley de Imprenta. El objetivo era defenderla con base en datos y no por simple consigna o emotividad.

            La revisión estuvo a cargo de constitucionalistas como Carlos Serrate Reich, periodistas abogados, periodistas profesionales que analizaban la comunicación masiva, periodistas empíricos con amplia trayectoria y otros. Lastimosamente no se cumplió con la idea de tener un afiche pegado en cada redacción para que todo reportero y editor tuviesen en cuenta sus derechos, pero -sobre todo- los deberes que establece la norma.

            Ese conocimiento permitió que en las sucesivas revisiones constitucionales y en la nueva Constitución de 2009, la prensa consiga introducir los artículos que protegen su trabajo y la libertad de expresión, además de la auto regulación. Aspecto que no hay que olvidar en el ejercicio diario de la información y de la opinión.

            ¿Por qué los periodistas decidieron mantener la Ley de Imprenta, a pesar de que ya irrumpían con fuerza las nuevas tecnologías y el contexto de las reformas de primera y segunda generación parecían calificar de “anticuada” a esta Ley?

            La respuesta es sencilla y a la vez de profunda significación. La centenaria Ley de Imprenta tiene al menos tres principios que la mantienen vigente y le dan fuerza para durar otros cien años más, como sucede con la Constitución de Estados Unidos, guardando las distancias.

            La Ley de Imprenta protege el secreto de la fuente. Este es un asunto que une a los periodistas del mundo desde el siglo XIX y es motivo de cantidad de casos de estudio. Una periodista estadounidense prefirió la cárcel a revelar quién era su “garganta profunda”, el famoso término usado desde el caso Watergate, el más conocido ejemplo de periodismo de investigación.

            Este secreto merece a la vez un permanente manejo ético dentro de las redacciones para evitar su mal uso. No faltó el político que declaraba algo “confidencialmente” para conseguir algún oscuro objetivo. Por ejemplo, avisaba la renuncia del canciller, cuando en realidad él buscaba ocupar ese puesto. Su “noticia” reproducida ingenuamente por alguna prensa provocaba lo que él deseaba, imponer el rumor sobre la verdad.

            En cada caso, el comité editorial debe examinar con cuidado cuáles son las fuentes que debe proteger el reportero o el editor. Evitar el juego político y el uso que algún ministro o alguna fracción partidaria quiere provocar con el “off de record”.

            En los últimos 20 años, el Movimiento al Socialismo (MAS) y sus estructuras dentro del Poder Judicial han intentado convocar a periodistas en distintos asuntos para obligarlos a revelar sus fuentes de información, sean orales o documentales, o como testigos porque cubrieron tal o cual noticia.

            La Ley de Imprenta instruye que ningún delito de imprenta tiene castigo corporal, como también se ha intentado imponer en estos años. Este es uno de los párrafos más precarios porque prevé multas que obviamente no son adecuadas. Sin embargo, en este asunto, una enmienda podría trasladar los montos que propone la Ley a cifras actualizadas.

            Las multas han sido utilizadas por gobiernos del “socialismo siglo XXI” para provocar el cierre de medios, sobre todo en Ecuador, Venezuela y Nicaragua. En Cuba no existe prensa que no sea oficialista. Argentina y Brasil, Chile y Uruguay, bajo gobiernos izquierdistas, mantuvieron en general el respeto a la libertad de expresión, a pesar de muchos casos complejos y polémicos.

            El tercer aspecto que defienden los periodistas desde hace un siglo es que en la Ley de Imprenta los presuntos delitos de imprenta se tramitan en jurados compuestos por ciudadanos elegidos en cada municipio y no en la justicia ordinaria. Ese fuero ha evitado en estos años que los regímenes de turno o los poderes políticos y económicos acallen a la prensa con la amenaza de juicios.

            Al mismo tiempo, es otro de los temas que más se debatieron entre periodistas y abogados en los seminarios organizados en la Asociación de Periodistas. La Ley de Imprenta, como otras normas incluyendo la propia Constitución Política del Estado, no fueron respetadas durante los largos años de dictaduras militares, o durante la Revolución Nacional.

            Como dirigentes, insistimos en la necesidad de que los gobiernos municipales elijan ciudadanos notables para poder sortear entre ellos cuando se necesiten los jurados de imprenta. Es una práctica diferente al resto de los procedimientos en el orden jurídico nacional.

            Algunos comentaristas opinan que hay que revisar la Ley porque fue aprobada cuando únicamente existían los impresos. Sin embargo, la Ley está redactada para adecuarse a otros soportes, como sucedió con la radiodifusión (fundada pocos años después), la televisión y ahora podría alcanzar a otras tecnologías.

            Lo importante son sus principios inalterables.

            En diciembre de 1917, el matutino “El Diario” reprodujo por varios días (desde el intento golpista del 5 de ese mes) las discusiones sobre la propuesta de revisar la Ley de Imprenta de 1900.

            El decano de la prensa nacional publicó en primera plana, en forma de editorial y como noticias las opiniones de los propios periodistas, del Poder Ejecutivo -que preparó un proyecto para una nueva Ley de Imprenta- y de las comisiones camarales. Algunos temas eran los más debatidos: el asunto de los jurados de imprenta; quiénes deberían ser los responsables de un texto, además del autor (editor, director, gerente, dueño de la imprenta); la importancia de las fuentes; el necesario equilibrio entre libertad de prensa y los posibles abusos de los periodistas. Para ser considerado como tal se propuso crear un registro, aspecto que la APLP retomó en 1982 hasta que se logró el registro nacional que luego no fue respetado.

            Tanto en los editoriales como en las consideraciones para la nueva normativa se enfatiza el asunto del anonimato. Ayer, como actualmente, personas cobardes se escudan en nombres (perfiles) falsos para poder insultar al adversario político.

            “El Diario” reportó que en ese momento existían 32 publicaciones liberales, de las cuales 10 eran diarios; y 13 periódicos conservadores, de los cuales dos eran diarios. Eran editados en las capitales departamentales como en otros lugares como Baures, Uyuni, Tupiza.

            La prensa boliviana, hasta muy entrado el siglo XX, fue esencialmente política, de partidos y de fracciones dentro de los mismos partidos. La lucha verbal era durísima, al punto que decía el editorial de “El Diario”: “el que insulta en privado va a la cárcel, el que insulta en público llega a la cumbre de la fama”.

            El debate sobre el proyecto duró varios años y superó diferentes gobiernos.

            En este 2025, centenario de la Ley de Imprenta, las asociaciones de periodistas organizan nuevos encuentros para conocer más y mejor su significado. Sin embargo, falta indagar en los redactores del Congreso y cómo se logró el consenso para promulgar la norma que garantiza las libertades democráticas.

            Hace poco, en el prólogo al libro de remembranzas del periodismo de Pedro Rivero Jordán, subrayé la valentía de este director, quien “une a su voz el coraje de la memoria”. En él agradezco a su familia y a los dueños honrados de periódicos, radios y canales nacionales. Pedro y otros propietarios bolivianos apoyaron en estos años las muchas acciones colectivas de la prensa boliviana arriesgando inversiones, ganancias, ahorros de varias generaciones para defender la libertad de expresión.

            Nuestro homenaje mayor es a estos periodistas que resistieron los embates en estos duros años. Hace pocos días rendía también homenaje a los periodistas decentes como Mario Castro.

            Sin ellos no hubiese sido posible mantener estas trincheras de libertad de pensamiento, de cobijar a las diversas voces. El pueblo boliviano entiende que la vanguardia en defensa de la libertad de pensamiento está acá y con este portaestandarte se lucha por todos.

            Esto es muy, muy importante. El mundo está en una peligrosa transformación de los poderes tradicionales. El rol de Elon Musk es un capítulo que hay que analizar en profundidad. ¿Qué puede hacer la Ley de Imprenta ante estos nuevos imperios que han borrado las fronteras internacionales? El territorio Facebook es más grande que tres continentes.

            El despido de Jorge Ramos en Univisión es el prólogo de lo que la prensa libre enfrentará en los próximos cinco años. Nicolás Maduro y Donald Trump no pueden soportar entrevistas no pactadas. (Tampoco Evo Morales aguantó sus preguntas). Ramos denunció hace años que siempre “alguien” se entromete en su celular y en sus correos.

            En el otro extremo, el asesinato de periodistas palestinos en Gaza y Cisjordania, de sus hijos, de sus padres, de sus familias, el ingreso de tropas a las redacciones de canales internacionales es una señal de tiempos muy oscuros para la prensa.

            Ninguna democracia es posible sin la posibilidad de escuchar al otro. Aunque la irrupción del internet y de las redes sociales ha desbordado todo equilibrio, no será con censuras o amenazas cómo se gane esta batalla del siglo XXI.

jueves, 9 de enero de 2025

ASCANIO AROSEMENA CHÁVEZ

 


            Tu nombre, Ascanio Arosemena Chávez, me quedó grabado para siempre, aunque era una niña cuando la bala de un gringo cortó tus 20 años recién cumplidos. Ni me olvido de tu rostro mulato, tu azabache cabello crespo; la sonrisa tierna en esa foto con el uniforme del Instituto Nacional; el esfuerzo marcado en tu rostro cuando cargabas a un herido, quizá tu última mirada retratada para la inmortalidad.

            Fuiste el primero en caer en la “Gesta Heroica” del 9 de enero de 1964 cuando los jóvenes panameños decidieron izar la bandera de las dos estrellas en la Zona del Canal: “Un solo territorio, una sola bandera”.

            Aunque entonces ya estudiabas en una escuela profesional, fue en el Instituto secundario donde aprendiste que el barrio enmallado, prohibido para los panameños, era parte de tu patria. Participaste activamente en las organizaciones culturales, humanitarias y deportivas. Fuiste voluntario en la Cruz Roja Juvenil.

            Como muchos istmeños acumulaste bronca al aprender las lecciones de historia. El presidente de Estados Unidos Teodoro Roosevelt había asegurado en 1903 que él había tomado la reciente república, desprendida de Colombia por una serie de asuntos internos, disputas entre conservadores y liberales y la intervención de Washington. “I took Panamá” se convirtió en el resumen del imperio pisoteando a América Latina y el Caribe. Su principal objetivo era apoderarse del ambicioso proyecto de un canal que uniría el Atlántico con el Pacífico para potenciar el comercio mundial y el control militar.

            El Canal de Suez en África era una flamante muestra de lo que se podía conseguir uniendo corrientes de agua; su constructor, el diplomático francés Fernando de Lessep había fracasado en Panamá por varios motivos. Uno de los más importantes fue la mortandad de los trabajadores por la fiebre amarilla y la malaria. Ese fue uno de los primeros contactos de tu patria con mi patria Bolivia pues los médicos itinerantes Kallawaya de Charazani fueron contratados para usar la quinina y otras plantas, una apasionante historia de la sabiduría colla. Llegaron a Portobello, por donde tantos buques repletos de la plata potosina habían transitado.

            Estados Unidos concluyó la construcción superando los obstáculos naturales y técnicos y se apoderó de su administración creando, además, una zona desde Colón a la capital donde regían sus normas. Los reclamos panameños contra esa imposición fueron permanentes, algunos más contundentes que otros, pero aislados.

            La mañana del 9 de enero de 1964 cambió la historia. Un grupo de estudiantes trepó la valla para bajar la bandera estadounidense enclavada en la Zona e izar la bandera de la doble estrella azul y roja. En las semanas previas se habían acumulado una serie de incidentes contra los llamados “zonian”, los más racistas entre todos los habitantes del lugar. La fotografía queda en la retina. Muchachos venciendo aquel símbolo del imperio con su enseña en alto, segundos antes de ser asesinados.

            Recuerdo muy bien la indignación de la población, ricos y pobres, chombos y rabiblancos, descendientes de españoles, sefarditas, libaneses, chinos y coreanos. Multitudes marchando al mismo punto que separaba la capital panameña del enclave colonial. Más disparos, más muertos, más heridos. Una gesta formidable que debería ser enseñada en todo el continente.

            Tú, Ascanio ayudabas a recoger a los heridos hasta caer asesinado. Fuiste el primero en morir. Seguramente sin imaginar que el “Día de los Mártires” abriría el cauce profundo para la recuperación de la soberanía panameña en todo su territorio.

            El sacrificio de los 22 manifestantes y 500 heridos no fue en vano. Poco después, los miembros nacionalistas de la Guardia Nacional tomaron la posta. El General Omar Torrijos Herrera trazó desde su primer gobierno una hoja de ruta para recuperar el canal y la zona del canal para los panameños.

            Estableció relaciones diplomáticas con los países árabes, con las nuevas repúblicas africanas y visitó América Latina, aún a los dictadores, para convencerlos que la causa panameña era justa. Tuvo, como otros políticos y diplomáticos panameños, especial cariño por Bolivia y su pérdida de acceso al mar. Por ello, Panamá fue país aliado de Bolivia en diversas conferencias internacionales donde se trató el tema marítimo, como en octubre de 1979 en La Paz.

            La estrategia de Torrijos fue ganar votos en todos los foros mundiales. Difundió la situación inaceptable para el siglo XX de un enclave imperial en el corazón del continente. Dio asilo al Sha de Irán, como también a los guerrilleros sandinistas, a los salvadoreños, a los exiliados del M-19, a Jaime Paz Zamora. Su amplia visión le permitió arrinconar al principal poder del mundo.

            En alguna ocasión aseguró que si Washington no devolvía el Canal por las vías diplomáticas estaba dispuesto a hacer volar las esclusas que unen los dos mares.

            Fue una larga negociación hasta la firma de los Tratados de 1977, suscritos por Omar Torrijos presidente de Panamá y James Carter, presidente de Estados Unidos para la devolución paulatina de la administración del Canal hasta la medianoche del 31 de diciembre de 1999.

            Un ejemplo que Bolivia pudo seguir con su reclamo centenario. Dudo que cancilleres como David Choquehuanca, Rogelio Mayta o Celina Sossa estudien cómo sucesivos gobiernos panameños lograron posicionar su reclamo en el centro de las deliberaciones mundiales.

            En vísperas del nuevo cambio del mandato en la Casa Blanca, medio siglo después de tu muerte, Donald Trump amenaza otra vez a la soberanía de Panamá. Reclama por la presencia de empresas chinas, como si el Palacio de las Garzas tuviese que pedirle permiso.

            Los yanquis usaron muchos argumentos para boicotear la devolución de la Zona del Canal. Uno de los principales fue que los panameños, de naturaleza alegre y amable, serían incapaces de administrar un complejo escenario. Los resultados, inclusive con la amenaza de la sequía, mostraron que eran más capaces que los gringos. El instituto de capacitación de los funcionarios del Canal lleva tu nombre, Ascanio Arosemena.

            Tu país, tiene los mejores indicadores de Desarrollo Humano del subcontinente y del Caribe y las ganancias millonarias del Canal han ayudado a sacarlo del Tercer Mundo.

            Panamá, recordado Mártir, es mi segunda patria. Ahí reside desde hace décadas parte de mi familia paterna. Pude disfrutar su hospitalidad en muchísimas ocasiones, incluyendo los brazos abiertos para recibir a los exiliados y la protección al binomio madre niño.

            La amenaza de Trump es parte de sus delirios. Toda la América morena ha protestado. Sin embargo, hay que estar alertas. El halcón quiere robar nidos ajenos.

            

martes, 7 de enero de 2025

APAGUE LA LUZ Y ESCUCHE

 

            Al tiempo que sonaban las diez campanadas nocturnas de la capilla del Montículo, los niños se arremolinaban alrededor de la radio a transistores de la casona paterna para escuchar temblando el único programa de misterio que había en el éter nacional. Cuántas emisiones se acumularían bajo la conducción del hombre que hizo del periodismo una profesión decente.

            “Apague la luz y escuche” representó a una generación que creció en los años en los que todavía se necesitaban velas porque la potencia de la energía eléctrica no duraba toda la noche. Era hermoso. Oscurecía casi al mismo tiempo en que terminaba la cena; acostarse, lavarse los dientes, cepillarse el cabello y atender en comunidad la historia de algún espanto.

            Era, por muchos años, simplemente una voz. Una voz grave. Una voz profunda. Una voz inconfundible. Una voz que había empezado adolescente, pegada al micrófono de una emisora con un nombre que habría de distinguir el apego de aquel hombre a la Libertad.

            En 1959 ya era el director de Radio Altiplano, otro nombre con significado profundo para su vida. Amaba la altiplanicie como paceño de cepa, nacido en el corazón urbano que marca la frontera entre Chuquiago y la urbe criolla. Fue bautizado en la capilla barroca de San Francisco, donde quizá percibió los primeros acordes de la música culta que distinguió su biografía.

            Con los años recreó las páginas de Alberto Crespo en el programa “Hola América Andina”, auspiciado por el Convenio Andrés Bello; esa América de páramos y torrentes. El continente le importó siempre, como espacio vital, como exageración geográfica, como noticia. Eran sus amigos el guitarrero Alfredo Zitarrosa o el titiritero Darío Gonzáles en su transitar por La Paz, las bailarinas chilenas, la compositora venezolana, los poetas bajo el río Grande, el son cubano.

            Fundó en los inicios de la F.M. “Radio Cumbre” para regalar a la audiencia una programación que alternaba Mozart, Vivaldi, Bach, Beethoven, Villalpando, Wagner, Ginastera: sinfonías, óperas, melodías. Una radio para compartir las sensaciones placenteras; no para acumular dinero. Pasó noventa años disfrutando la buena música hasta que, cuando la tierra cubrió su féretro, también lo despidieron las melodías amadas.

            La voz cobró cuerpo cuando apareció en la televisión. Su registró se unió a los bigotes de la esbelta figura: “-Sí, correcto”- para alegrar infinitamente a los concursantes de esos programas inolvidables. Los espectadores disfrutaban como ellos cada respuesta acertada. Todos aprendían de música, de literatura, de historia de personajes o de James Bond. Era la época dorada de la televisión nacional.

            En su casa, compartía el amor por la creación y la estética con una compañera que dirigía obras de teatro y las hijas amantes de la danza y de la enseñanza. Familia agrandada con los nietos, herederos de las mismas querencias de radio, orquesta, cine, ballet, libros, muchos libros, artes plásticas.

            Causó asombro cuando la voz se volvió familiar en el barrio de Sopocachi, que amaba caminar, otro gusto que heredó a la familia. Cómo decía don Flavio Machicado, para qué tomar un taxi si se puede disfrutar un paseo, observar, encontrar a los amigos, a los vecinos.

            Era él. El mismo que formó periodistas en cada lugar donde trabajó, sobre todo en la mítica Radio Cristal, la radio sin estridencias. En el velorio se escuchaban las historias de la jovencita que impulsó a salir en busca de la noticia, de la locutora que aprendió con él a modular la voz, de los colegas que gozaron su amistad. Hombre sin enemigos.

            Era de los periodistas que no se silencian; a la vez, de los que no aprovechan su llegada masiva para denigrar a enemigos o ganar favoritismos. Fue el pionero de los noticieros de largo aliento, desde la calle; de las entrevistas en profundidad; de la participación de todo aquel que gestaba algún hecho cultural. Atendía con la misma solemnidad al charanguista de la peña como al premio nobel peruano.

            Radio Cristal era la emisora correspondiente para difundir las noticias de la BBC o de la Radio Neerland. A media jornada, los paceños ya sabían lo que sucedía en la sede de gobierno, en el país, en el mundo. Sin estridencias. No faltaban los espacios deportivos y las coberturas pioneras a las elecciones nacionales, las protestas, las sesiones parlamentarias.

            La voz también se colaba en las manos para escribir con pulcritud columnas de opinión en los principales periódicos del país. Escritos que reflejan su amplio conocimiento de cultura y de historia (en la radio también ponía voz a la investigación de Luis S. Crespo sobre el día histórico). Reunidos en un libro, son una breve enseñanza de la coyuntura nacional, con el mismo timbre equilibrado y serenísimo del sonido de la voz.

            Participó activamente en los gremios de la prensa, como dirigente, como miembro del Tribunal de Honor, como redactor del más certero Código de Ética de la Asociación de Periodistas de La Paz. Mereció muchas distinciones, entre ellas el Premio Nacional de Periodismo.

            Esa voz se volvió susurro con las luces del amanecer del pasado 19 de diciembre en la misma ciudad donde nació. Al atardecer, volvió a sonar porque las grabaciones con la voz de Mario Castro Monterrey permanecerán en la eternidad.