“El horror, el horror” susurra moribundo el coronel Kurtz con la mirada detenida en algún punto de la jungla. En su rostro, entre el sudor y la sangre, los labios se mueven apenas y los ojos parpadean lentos, agonizantes. El escenario se tiñe con la luz de la luna, el sacrificio de la vaca, los tambores rituales, el zumbido de las moscas.
Como
decía el director de “Apocalipsis Now”, Francis Ford Coppola, su película no
era una versión sobre Vietnam, ¡era Vietnam! El ejército estadounidense no
ahorró ninguna posibilidad para destruir a los habitantes del norte de ese país
asiático. No eran monstruos, como apunta la presentación, eran hombres. Hombres
matando a otros hombres; muchos necesitaban drogas, como los propios actores.
Otros, entre ellos el protagonista, tenían la ilusión de defender su bandera. Terminaron
enloquecidos por todo lo que vieron.
Marlon
Brando, en su magnífica actuación, aparece poco, casi siempre bajo una
iluminación que resalta su cráneo, sus ojos, sus manos, el resto queda en
sombras. “He visto horrores que tú has visto”, le apunta al joven asignado para
matarlo. “Es imposible que las palabras puedan describir lo que necesitan
aquellos que no saben lo que el horror significa; el horror”.
La
película de 1979 resume el horror que provocan las guerras, sobre todo entre
los más indefensos, como esos niños que pierden sus bracitos. Vietnam fue un
escenario que cambió la historia en muchos sentidos, incluyendo el arte. El
periodismo se lució con sus reportajes, las famosas fotografías de denuncia, los
programas radiales.
En este
febrero de 2024 vuelvo a ver la obra, basada en la crónica de Joseph Conrad “El
corazón de las tinieblas” que describe el horror de la colonización belga en
Congo, la violenta campaña para obtener marfil a nombre de la civilización.
Horror silenciado por décadas hasta que el país europeo se vio obligado a reconocer
su responsabilidad.
A continuación, reviso las
noticias sobre la masacre cotidiana de las tropas israelíes contra la población
civil de Gaza y la usurpación de las casas de familias palestinas en
Cisjordania y alrededores. Algunas previenen a los espectadores que las
imágenes pueden herir su sensibilidad; preferible que no las vean los menores.
“El
horror, el horror”. Un hombre llora porque la bomba que destrozó su vivienda no
solo mató a su familia, sino que las caras de sus seres queridos quedaron como
una bola blanca (que la cámara trata de mostrar sin morbosidad); algo que nunca
se vio: los cadáveres no tienen facciones. Los muertos bajo los escombros
tienen los cuerpos diseminados. Un paramédico llora cuando ordena juntar los
restos esparcidos de una niña. Poco después él también será acribillado y su
ambulancia incendiada. Los rescatistas de la niña de cinco años que pide
desesperadamente auxilio desde un vehículo calcinado, rodeada de cadáveres de
sus familiares, también serán ajusticiados.
“El
horror tiene rostro” afirma el coronel de las Fuerzas Especiales de Estados
Unidos en la película. En los más de cien días de genocidio contra los
palestinos, queda claro que el horror que se ha llevado a más de 30 mil
ciudadanos no es únicamente una convicción del gobierno de Benjamín Netanyahu,
de sus ministros o de los supramasistas sionistas.
El
horror es que la comunidad judía justifica cómo mueren sus vecinos -los dueños
hasta 1948 de los terrenos que actualmente ocupan. Ningún argumento
antisemitismo, derecho a la defensa, o el horror del ataque de Hamas a familias
y jóvenes indefensos justifica la reacción de Tel Aviv. Grupos de choque evitan
que lleguen alimentos y medicinas, aunque las agencias internacionales
advierten de la hambruna en la zona.
Existen protestas
en muchos lugares del mundo y la mayoría de los gobiernos del sur del planeta
condenan a Israel, pero nada detiene el horror de cada día. Israel se siente
por encima de toda norma internacional y de toda moral. Gaza desnuda a la
civilización occidental pues en estos meses está claro que las mujeres y los
infantes palestinos valen menos que los europeos.
¿O
Estados Unidos vetaría una resolución para el alto al fuego si fuesen niños
británicos los asesinados cada 15 minutos? Los medios de comunicación están
censurados, la prensa no tiene la libertad de informar, tal como lograba publicar
desde Saigón. Los periodistas palestinos han sido eliminados uno a uno, igual
que el personal de salud. Israel no quiere que el mundo sepa lo que sucede.
A pesar
de toda la presión, cada vez se escuchan más voces de condena como la mayoría
de los artistas durante la entrega de los premios Goya o durante el festival de
cine en Berlín. Otros temen perder contratos en un mundo dominado por capitales
judíos.
“Yo quiero recordarlo, Jamás
quiero olvidarlo”, murmura Marlon Brando cuando cuenta los horrores que
presenció. “Eres soldado o eres asesino” le preguntan al protagonista de
“Apocalipsis Now”. La respuesta es abierta. Vietnam, Irak, Ucrania, Gaza: el
horror, el horror.