Murió en silencio, pero no en soledad. Fernando Lozada cumplió 68 años en un catre de hospital, afectado por un cáncer que lo fue devorando en los últimos meses. La noticia conmovió al público paceño y boliviano pues durante décadas él fue el rostro más activo del quehacer cultural.
Sin aparecer en las fotos, sin
autobombos, Lozada fue de aquellas personas que no sólo luchan un día o alguna
vez, sino que dedicó, junto a su familia, cada hora de su existencia a la
creación, difusión, apoyo y ánimo a las diferentes expresiones de la estética.
Él mismo fue poeta, músico, lector
incansable. Durante las dictaduras fue parte de la resistencia desde la cultura
a las expresiones autoritarias. Desde la época democrática, abrió espacios-
desde el mítico Ave Sol- privados, públicos, municipales para toda, léase bien:
TODA obra, sin límites de ideologías, religiones o propuestas.
Lozada abarcó un inmenso abanico:
impulsó revistas con investigaciones, fotografías, memorias, poemas,
narrativas; alentó la apertura de casas sectoriales o especiales para
actividades culturales; auspició una innumerable cantidad de conferencias, de
foros, de debates, de presentaciones; unió teatro con lectura, noche de museos
con música en vivo, dramas bolivianos con debates internacionales.
Seguramente, será difícil resumir lo
mucho que hizo Fernando Lozada por la cultura boliviana, las culturas- como le
gustaba definir- para mostrar que su preocupación abarcaba todo producto bajo
ese concepto.
Lastimosamente, la nueva
administración municipal paceña despidió a Fernando Lozada sin considerar sus
antecedentes de verdadero servidor público y sin compasión por un enfermo que
necesitaba estar asegurado. La solidaridad de los amigos no fue suficiente.