Decía el biógrafo Jacobo Liberman que la revolución de 1952 había sido tan formidable que nadie pudo contar realmente los sucesos de esos tres días de abril; ni siquiera los vencedores.
Los
expositores de esta muestra virtual pertenecen a la generación nacida después
de esa gesta que tantas modificaciones trajo al quehacer cultural en el país;
además participan autores invitados de Italia y de Estados Unidos.
El
otro momento imposible para los guardadores de memorias, opinaba Jacobo en
charla con el sacerdote Armando Carminati, es la intensidad de los colores de
la naturaleza boliviana. Es un desafío captar cómo se desbordan los paisajes
desde el páramo cubierto con firmamento azul a la llanura de 12.546 tonalidades
de verde, donde todo parece siempre exagerado.
Recordaba
esas reflexiones vespertinas, a propósito de una exposición colectiva de
artistas ubicados en diferentes lugares del planeta que se inaugura este 8 de
diciembre en la galería Akapana, protegida por el Illimani.
¿Qué
los une? Me pregunté. La hembra, me respondí; la mujer, la madre, lo femenino
en su misterio y sus sorpresivos velos. Curiosamente hasta la fecha, elegida
por azar, hace referencia a la Inmaculada Concepción, a la virgen de Cotoca y
es día festivo para las madres en muchos países latinoamericanos y ciudades
españolas.
En
primer lugar, el material utilizado es en casi todos los casos a partir de la
arcilla- no del barro varonil- sino desde la tierra humedecida y desde esa
arena que se escurre por los dedos. Así tenga olor a témpera, a óleo o a acrílico,
crayón y acuarela el fundamento central es la arcilla. Las fichas técnicas son
tan asombrosas en esa descripción coincidente, incluyendo la piedra, el nácar,
la madera, la concha, el mármol rosa.
Los
sencillos apuntes biográficos que acompañan las obras de una u otra forma-
incluso desde los lejanos mares- se relacionan con la femineidad.
Armando
Urioste fotografía hojas, piedras, flores silvestres en la plenitud del proceso
de lo que vive. Mientras Cecilia Wilde une dos extremos de caminos, desde el
agua fecundadora al tulipán sensual.
Cliff
aprovecha todos los sentidos en su creación: el oído, la palabra, la visión
para entregar una selección táctil con sus caballitos de la mar y el relato
infantil para dormir.
Corina
Barrero escoge la raíz, el útero de las plantas y confiesa su crecimiento personal
desde la poesía juvenil a la construcción mental de una figura, que no puede
ser más madre que lo que representa la semilla hundida en el suelo.
Giancarla
Muñoz esculpe desde el abrazo y el beso amoroso las manos creadoras y la
relación con esa matriz esparcida.
Gilka
Wara Liberman no pinta el bosque de los gnomos sino la floresta de las madres
de las madres y subraya la primavera como la estación del polen que se
multiplica en los capullos.
Por
su parte, Maricruz traza juguetonas arañitas, libélulas, saltamontes, en ese
retrato tan sensorial de los insectos alborotados. No precisa retornar a la
mitología para que el espectador encuentre los hilos de Ariadna y Aracne.
Paco
con sus complejas cavilaciones utiliza otro elemento de la tradición mujeril,
los hoyos, el hundirse, el bajar hasta una entraña desconocida.
Mientras
Raúl Alvarado sigue la pista del viejo Pigmalión para dar vida a las siluetas
de un sábat al atardecer, con sus ofertas directas: germinación, semilla y la
apertura nítida de una vagina.
Guido
nos trae fragmentos de pedazos femeninos en sus diferentes propuestas de
tallar, esculpir, sacar forma a lo informe.
Mientras
Yarmila Mariaca explicita en el diseño de sus joyas la presencia de la danza y
del cuidado, dos expresiones esencialmente femeninas.
Cierra
la muestra la obra del italiano Giacomo Toseli, quien también ofrece paisajes y
animales relacionados con la floresta y el agua, con esa idea fantástica de la
Gran Madre.
La
exposición estará abierta este diciembre al público que podrá gozar una visita
emocionante, porque puede detenerse ante un cuadro el momento que desee y
tomarse mucho tiempo en esa contemplación. Hasta sentir que el arte salva a la
humanidad, aún en medio de una catástrofe sanitaria.
La
Paz, 8 de diciembre 2021