¿Qué une a Teresa Morales Olivera y Arminda Choque Paca? Las dos fueron designadas para ocupar altas responsabilidades en la administración pública sin tener la preparación profesional suficiente. El resultado es una catástrofe para cientos de familias: Teresa dejó sin trabajo a cientos de obreros de EMATEX; Arminda aceleró el desmoronamiento de la cincuentenaria AASANA con el despido de un millar de empleados, en vísperas de la Navidad.
En los dos casos -como también en el
cierre de la histórica entidad de Correos de Bolivia, por ejemplo- está la
visión primitiva del Movimiento al Socialismo. Cada vez que una “bartolina”
exige que los puestos públicos sean entregados a militantes azules, por encima
de criterios técnicos, está empujando un poco más al desmoronamiento del
aparato estatal. La institucionalidad es imprescindible para lograr el
desarrollo sostenible.
Iván Lima opina de todo, pero guarda
silencio sobre las pretensiones en los estatutos del MAS para imponer el carné
azul en los servidores públicos. Esa aberración es contraria al compromiso de
Bolivia con las convenciones internacionales contra la corrupción. El acuerdo
mundial es reforzar la meritocracia porque ésta es más preventiva que el
clientelismo. Anualmente, Bolivia debe rendir cuenta de la carrera
administrativa ante el MESICIC de la OEA y ante el mecanismo de control de la
ONU.
Ana Teresa Morales Olivera fue
ministra de Desarrollo Productivo y Economía Plural en 2011, después de una pobre
trayectoria como viceministra de Desarrollo Rural y Agropecuario y como Gerente
General de la Empresa Azucarera San Buenaventura, cuyo fracaso es otro capítulo
de la intromisión cubana en el país.
Su hermano Manuel Morales fue
presidente de YPFB por dos meses; también él fue posesionado por ser “luchador
social”, sin cumplir requisitos legales para ese puesto. Fue destituido por el
escándalo de los errores en 44 contratos petroleros y sus anexos. Sus discursos
violentos no le sirvieron para dirigir la mayor empresa estatal.
Sin embargo, ambos asumieron el
control de la exitosa fábrica textil boliviana, América de Textiles, que había logrado
exportar millones de prendas de calidad internacional al mercado estadunidense
hasta la expulsión del embajador Philip Goldberg. AMETEX fue acorralada por el
gobierno, que la compró sin pagar por ello y la rebautizó como Empresa Nacional
de Textiles. Una anécdota, según cuentan, incluso querían poner, en la oficina
principal, la foto de su papá, un abogado que nunca creó industrias.
Sin tener idea de cómo se consiguen
los insumos, cómo se abren mercados, como se organizan las cadenas productivas,
cómo funcionan las máquinas, los Morales creían que era fácil dirigir una
fábrica y ganar dividendos. EMATEX fue un largo calvario para cientos de
obreros. Actualmente está canibalizada y sin perspectivas futuras.
Hay que escuchar a Armida Choque, la
dirigente cocalera que se hizo cargo de la seguridad aérea del país, para
comprobar el nivel de descomposición de la administración pública. Choque
comenzó como ayudante en almacenes en un aeropuerto por ser militante del MAS y
escaló puestos por esa condición. No tiene idea de navegación aérea.
Cree que por ser secretaria o por
ser abogada en ocho años de estudio está lista para administrar Viru Viru. Se
escuda, por ser mujer o por usar pollera. Simplemente no tiene los méritos y el
resultado es el derrumbe de AASANA, la otrora solvente SABSA.
El gran drama de estos juegos de dar
cargos a militantes sin perfiles adecuados es el alto costo para el bolsillo de
los bolivianos, quienes terminan pagando los platos rotos.