Esta semana se repitió una vez más
el guion del Movimiento al Socialismo (MAS) para intentar vencer a las ciudades
rebeldes trasladando a campesinos humildes para enfrentarlos con los citadinos,
con una violencia similar a la promovida por el Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR) en 1958 contra la resistencia cruceña. Sin olvidar que lo mismo hizo René
Barrientos entre 1965 y 1969 usando el Pacto Militar Campesino contra las protestas
del proletariado minero.
Llevar grupos armados desde Ucureña
hasta Santa Cruz de la Sierra le costó al régimen movimientista el inicio de su
caída, después de haber logrado más del 80 por ciento de votos en las
elecciones de 1956; el presidente Hernán Siles no tuvo pisada en esa región.
Nadie pudo borrar la imagen de unos bolivianos convertidos en caricaturas de sí
mismos, embriagados, atacando a civiles desarmados, con el pretexto de una
conspiración de Falange Socialista Boliviana (FSB) y contra los reclamos
cívicos.
Apoyados por los carabineros y
trasladados por los militares, los milicianos cochabambinos entraron a
domicilios particulares para robar el botín prometido; saquearon clubes
sociales, destruyeron la sede del Comité por Santa Cruz. Actuaron como hordas
descontroladas. El hecho fue calificado en su momento y en la historia como un
acto de barbarie. ¡Qué ganaron los pobres agrarios acarreados por los
poderosos?
En 2019 (octubre y noviembre), en
2020 (agosto) y en 2021, el MAS usó de la misma forma a gente de recursos
limitados para llevarlos a cercar barrios paceños, para sembrar terror en
Cochabamba. Una y otra vez acarrea a laimes o jukumaris para provocar un tinku
sin ritual contra los pobladores de la heroica ciudad de Potosí; desde el
Chapare lleva huestes hasta Santa Cruz de la Sierra (usando vehículos que
tendrían origen en el narcotráfico); así llevó pobladores de San Julián contra
periodistas en Las Londras Siempre en masa, anónimos, encapuchados, armados con
garrotes, dinamitas, armas letales, sin enfrentar ninguna responsabilidad,
ningún cargo.
Desde las estructuras que
supuestamente deberían dar seguridad a la ciudadanía, son mimados por jefes
policiales, por defensoras del estado, por ministros.
El MAS pretende crear dos, tres,
muchas ucureñas para meter miedo a la población inerme, sin recordar que el
método fue una sombra permanente para la historia del MNR y sus caudillos y fue
un fracaso para quienes en su momento quisieron crear guerras civiles en Asia,
África y América Latina imitando a Vietnam.
El MAS esquiva una y otra vez las
oportunidades que le da la historia para responder a las demandas del pueblo
boliviano. No admite que fue sacado del Palacio de Gobierno por una ciudadanía
que ocupó las calles voluntariamente, autoconvocada, en familia, alegre, unida,
creativa, de punta a punta en el mapa nacional. Se atraganta con su invento de “golpe”
que le impide ver que la gente quiere paz, quiera diálogo, quiere
participación, quiere desarrollo.
Trasladar gente rural para agredir a
universitarios, armar con piedras a campesinas para que peguen a madres de
familia, ensangrentar a periodistas que sólo tienen un lapicero, cercar a
vecinos que no quieren perder sus viviendas, golpear a una anciana hincada,
patear a un discapacitado, gasificar a una muchacha, encañonar en la cabeza a
un ciclista adolescente… son recursos cobardes. Con la posibilidad, además, de
volverse un boomerang y de generalizar el recurso de la violencia, camino que
no tiene retorno.