Nos acostumbramos a vivir en modo
condicional, si…, si…, si… Sin tener certeza cuándo comenzó esa forma de
encarar el día a día. Quizá el pecado más lejano rodea a las equivocadas
decisiones de Evo Morales y su equipo. Si no hubiese forzado las elecciones de
2014…; si el Movimiento Al Socialismo hubiese optado por candidaturas
alternas…; si Álvaro García Linera no hubiese alentado un referéndum en 2016;
si el grupo palaciego hubiese reconocido su derrota…; si las instituciones
hubiesen cumplido su rol negando la candidatura del binomio no constitucional…;
si Evo hubiese reconocido que no logró la mayoría necesaria…; si hubiese
renunciado sin desatar cercos y violencias…; si…
Más tarde, el modo condicional
también se acentuó para agravar la situación de un gobierno de transición que
demasiado pronto extravió la brújula. Si la presidenta Jeanine Añez no hubiese
precipitado su candidatura…; si hubiese convocado a todos los partidos,
incluyendo al MAS, para enfrentar la crisis sanitaria…; si …
Durante esos meses, cualquier plan,
cualquier propuesta, cualquier oferta están en modo condicional. Si sigue la
cuarentena… el camino será A…, si la cuarentena es dinámica el camino será B;
si termina la cuarentena, podríamos…; si te toca salir los miércoles cabría la
posibilidad de vernos en el mercado; si tu cédula termina en número par es
posible que también tu amiga pueda acompañarte a caminar…; si…
Hace días, semanas, meses, que se
postergan actividades que se tenían programadas con días, semanas, meses, años
de anticipación. No solo viajes, conciertos, seminarios sino también bodas,
festejos, compromisos.
Ahora el turno es la convocatoria a
las elecciones generales que desde el año pasado da tumbos. Primero fue la
habilitación del binomio ilegal; después las denuncias de irregularidades
cometidas desde el Estado y desde el Tribunal Supremo Electoral antes y durante
la votación y en los escrutinios; la enorme movilización ciudadana en todo el
territorio nacional; las huidas de candidatos y la violencia descontrolada de
sus adeptos.
Comicios anulados, tribunos
procesados y la promesa de convocar lo antes posible a nuevas elecciones. Se
sortearon con destreza obstáculos difíciles, como nombrar a un nuevo TSE con un
presidente profesional y experimentado como es Salvador Romero Ballivián, quien
aceptó el gran desafío.
Hoja de ruta extraviada con la
candidatura de la presidenta Añez y su apresurada campaña. Luego la pandemia.
Bajo ese desastre mundial, una gran cantidad de discursos equivocados,
contradictorios, endebles. El Covid 19 destrozó a los líderes políticos porque
ninguno consiguió una voz propia, segura y con una visión sólida.
Está aprobada la ley para convocar a
elecciones el próximo 6 de septiembre, si… el “pico alto de contagios” lo
permite; si…se implementa una dinámica ultramoderna y ultra disciplinada de
distancias sociales, jurados alejados entre sí, ausencia de control ciudadano
en el conteo, tampos personales, bolígrafos propios…; si…, en un país
con modernidades limitadas y disciplinas frágiles.
No existe ninguna persona, ninguna
institución, ninguna religión y ninguna ciencia que pueda asegurar que habrá
elecciones y que autoridades, candidatos, jurados y electores seguirán sanos. En
cambio, los masivos contagios auguran que la emergencia sanitaria no estará
controlada en el mediano plazo.