Al explicar las razones de su
participación durante 21 días de resistencia pacífica, una estudiante soló una
frase que no olvido: “Nosotros, los de la Generación del Bicentenario, no
queríamos que se burlen de nuestro primer voto”. ¡Por fin encuentro un paraguas
para cubrir la magnifica movilización juvenil, con marcado rostro femenino!
Es verdad. El grueso de los
activistas incansables, “ni por nota ni por plata”, eran alumnos de secundaria
de los últimos ciclos y universitarios empezando una futura carrera. Ellos
tendrán cerca de 25 años, un cuarto de siglo (poco más o poco menos) cuando
Bolivia conmemore los doscientos años de la firma del Acta de la Independencia
el 6 de agosto de 2025 y cuando se recuerde a la primera Asamblea Constituyente
el 2026.
Podemos remontarnos igualmente a
1809- 1825 para recordar el rol fundamental de la Academia Carolingia y de los
universitarios que llegaban a Charcas desde Buenos Aires, Montevideo, Tucumán,
Lima. Hace un siglo, los festejos por el Primer Centenario tropezaron también
con un país inquieto y con una creciente participación estudiantil.
En 1918, el estallido libertario en la
enseñanza pública en Córdova; el famoso Manifiesto Liminar; la conquista de la
autonomía universitaria y los profundos debates sobre la ciencia influyeron en
todo el continente. En Bolivia, los jóvenes comenzaron a organizarse- sobre
todo en Sucre y en La Paz- y la lucha de la Generación del Centenario sacó al
presidente Hernando Siles que (oh casualidad) pretendía reelegirse. Siles tuvo
una propuesta inicial para formar un partido no tradicional y fue muy popular
hasta que empeoró el endeudamiento externo.
Las revoluciones las hacen los
jóvenes, antes, ahora y seguramente siempre.
Lo inaudito para el monumental
esfuerzo de la Generación del Bicentenario es que muchas voces mediáticas,
académicas y sobre todo “izquierdistas” no quieren reconocer su esfuerzo. En
vez de nombrar su revuelta como la “revolución de las pititas”, la “revolución
de los claveles”, o la “revolución del terciopelo”, la quieren catalogar con la
simpleza de un golpe de estado.
Alguien escribió que, ante tanto
discurso falsificado, no se debe gastar tinta. Total, los bolivianos sabemos
cómo fue el asunto central que empezó el 21 de febrero de 2016 y tuvo clímax
entre el 10 y 12 de noviembre de 2019. Otros creen que es una muestra más de la
polarización mundial. Los datos duros no convencen al bando del “golpe de
estado” porque se derrumbaría su castillo de naipes idealizados.
Es interesante el rol que podrá
cumplir el expresidente Jorge Tuto Quiroga como emisario oficial para presentar
los hechos antes gobiernos y organismos internacionales. Sin embargo,
probablemente no avanzará mucho más de las descripciones que enviaron
embajadores acreditados en Bolivia o los corresponsales permanentes y enviados
especiales. En cada capital, depende qué periódico, publican una u otra
versión.
Ningún de esos torrentes de mensajes
cambiará la sensación de victoria y de madurez de la muchachada que se siente
unida por una consigna en todo el territorio nacional y que ya tiene el nombre
de Generación del Bicentenario.
Por ello, entre los muchos memes, me
quedo con uno fantástico: “En colegio aprendí sobre el Primer Grito Libertario;
jamás pensé que iba a vivir el Segundo”.