viernes, 20 de diciembre de 2019

RECUPERAR LAS INSTITUCIONES CULTURALES



            El gobierno de Janine Añez tiene al frente inmensos desafíos y es posible que no le alcance el tiempo para atender todas las demandas. Sin embargo, una de más estropeadas es el área de la cultura y, aunque seguramente no es la más urgente, no debe de ser ignorada.
            El autoritarismo de 14 años intentó cubrir su visión hegemónica con el slogan de una "revolución democrática y cultural". Sin embargo, el trabajo del Ministerio de Cultura se concentró en banalidades para el culto a la personalidad de los antiguos mandatarios. Indudablemente la construcción de un museo para perpetuar camisetas sudadas o regalos varios fue la máxima expresión de ese estropicio. Juan Carlos Valdivia embarró su trayectoria con ese millonario contrato.
            El otro gran gasto estuvo concentrado en una carrera de diferentes vehículos, expulsada de otras regiones por los daños que causa a la Madre Tierra y porque deja en el país que lo acoge más perjuicios que ganancias. Una vez más, prefirieron al capitalismo salvaje en vez de la construcción serena y sostenible de alentar el turismo como una posibilidad de ampliar la base económica nacional.
            El viceministerio de Descolonización fue uno de los que realizó más actividades en los lugares más apartados del país. Algunas de sus publicaciones alentaban innecesariamente las diferencias entre bolivianos. Otras insistían en recuperar las cualidades de las diferentes culturas enfatizando la igualdad en la diferencia. Sus acciones positivas fueron invisibilizadas por los discursos de aborrecimiento.
            El Ministerio patrocinó exposiciones de autores jóvenes, conciertos de artistas rurales, presentaciones en sus espacios. Es inentendible que en sus dependencias se acumulaban bombas incendiarias para servir al terrorismo del ala criminal del MAS.
            Hay la expectativa por lo que la nueva administración pueda organizar para reflejar al país profundo y a la diversidad de sus expresiones culturales, la mejor herencia de nuestros antepasados.
            Hay que emplear cirugía mayor en la Fundación Cultural del Banco Central, sobre la cual hemos escrito en otras oportunidades y no repetiremos las denuncias acumuladas contra varios de sus ejecutivos. El nudo central es la politización que introdujo el músico Roberto Borda para transformar un espacio de estética y de memoria colectiva en un refugio de intelectuales contrarios a la pluralidad del pensamiento.
            En estas últimas semanas se conocieron otros procesos, como el que enfrenta Joaquín Sánchez, alias de un ciudadano paraguayo que participó también en el museo inservible y en otros excesos de la mala gestión de Sergio Prudencio y su equipo.
            Algunas dependencias de la FCBC intentaron zafarse de las imposiciones del partido, como la Casa de la Moneda, o el Archivo Nacional después de la vergonzosa acción contra la impecable Marcela Inch. En cambio, el Museo Nacional de Arte sigue en bajada. La última ocurrencia fue vaciar las salas con pinturas virreinales; antes hubo exposiciones donde no faltaba la imagen del Gran Jefe, en fotos o videos.
            Hay un largo inventario que debería encararse para evaluar el área de la cultura en la etapa del oscurantismo que enfrentó Bolivia. Encontrar los grises, defender a quienes intentaron salvar la nave a pesar de las presiones, las renuncias dignas, como también señalar claramente a quienes hasta ahora siguen derrochando el escaso presupuesto destinado a la cultura solo para pagar una burocracia infeliz.
            Deseo para 2020 nunca más ir a una apertura de artes plásticas donde esté prohibido invitar a alguien destacado en la gestión cultural solo porque así lo dispuso un falso licenciado.


RECUPERAR LAS INSTITUCIONES



            Esta semana se conmemoraron dos fechas históricas para la humanidad: el 9 de diciembre está dedicado a reflexionar sobre el estado de situación de la transparencia y del buen gobierno; es un resultado de la firma de la Convención de lucha contra la corrupción de las Naciones Unidas (2005). El 10 de diciembre se recuerda el Día Internacional de los Derechos Humanos en alusión a la declaración firmada en 1948 y a otros instrumentos regionales acordados en el último medio siglo.
            Ambas referencias encuentran a las entidades estatales dedicadas a estos asuntos en uno de sus momentos menos eficientes desde que Bolivia firmó las convenciones y comenzó a implementarlas.
            La lucha contra la corrupción ni siquiera cuenta con una ley de acceso a la información pública. Sólo el Estado Plurinacional de Bolivia y la República Bolivariana de Venezuela no sancionaron esa normativa que previene los desvíos de fondos.
            Desde 2006, el Movimiento al Socialismo (MAS) optó por politizar las tareas de transparencia y por perseguir a los opositores usando el pretexto de la corrupción. José María Bacovic acorralado por Patricia Ballivián o Roger Pinto cercado por Nardi Suxo hasta acelerar sus muertes son un ejemplo.
            El Ministerio dedicado a ese fin se desmoronó igual que otras iniciativas de estos 14 años. Sin embargo, hay asuntos aún más oscuros como el uso de información privada que debería estar custodiada en el SERECI y aparentemente fue difundida en estos días por personal vinculado al viceministerio de Transparencia. Hay sospechas de que desde el propio Ministerio de Justicia se auspició la manipulación de votos el 20 de octubre.
            Otro instrumento que debió servir para el gobierno electrónico fue empleado para el seguimiento y control a los ciudadanos y, según denuncias, también para el fraude. El director de AGETIC, Nicolás Laguna Quiroga, sociólogo masista, fue uno de los primeros en ocultarse después de la renuncia de Evo Morales.
            En el aspecto de la defensa de los derechos humanos el panorama es igualmente desolador. La Defensoría del Pueblo fue ocupada por un hombre acusado de violencia contra las mujeres. Actualmente están ahí militantes que defienden a su partido, no a la población. Nadia Cruz no es independiente y su hoja de vida está marcada la relación con los sectores represivos del MAS. Peor el caso de Teresa Zubieta y sus acciones violentas contra activistas de derechos humanos.
            La Comisión de la Verdad usó sus instalaciones para albergar reuniones políticas con diferentes personeros del ala criminal del MAS. Entregó el área de comunicación a extranjeros y permitió que forasteros- quizá de la inteligencia de otro país- revisen los expedientes de los perseguidos bolivianos.
            La única tarea profesional fue la de personal contratado, algunos pasantes, para organizar los archivadores que ya habían sido recuperados en 2005. Es el único informe que entrega en dos años y después de largo silencio. Datos de víctimas no de victimarios.
            Edgar Ramírez se aferra a su puesto de director (igual que como archivista de COMIBOL, donde ya deberían trabajar los jóvenes entrenados en las nuevas técnicas) sin reconocer que se dedicó más a declarar duramente contra candidatos opositores en vez de investigar documentación sobre los responsables.
            Ojalá que el Ministerio de Justicia asuma roles más activos y orden una auditoría forense que permita conocer en profundidad qué pasó con estas reparticiones.
           

viernes, 6 de diciembre de 2019

LA GENERACIÓN DEL BICENTENARIO



            Al explicar las razones de su participación durante 21 días de resistencia pacífica, una estudiante soló una frase que no olvido: “Nosotros, los de la Generación del Bicentenario, no queríamos que se burlen de nuestro primer voto”. ¡Por fin encuentro un paraguas para cubrir la magnifica movilización juvenil, con marcado rostro femenino!
            Es verdad. El grueso de los activistas incansables, “ni por nota ni por plata”, eran alumnos de secundaria de los últimos ciclos y universitarios empezando una futura carrera. Ellos tendrán cerca de 25 años, un cuarto de siglo (poco más o poco menos) cuando Bolivia conmemore los doscientos años de la firma del Acta de la Independencia el 6 de agosto de 2025 y cuando se recuerde a la primera Asamblea Constituyente el 2026.
            Podemos remontarnos igualmente a 1809- 1825 para recordar el rol fundamental de la Academia Carolingia y de los universitarios que llegaban a Charcas desde Buenos Aires, Montevideo, Tucumán, Lima. Hace un siglo, los festejos por el Primer Centenario tropezaron también con un país inquieto y con una creciente participación estudiantil.
            En 1918, el estallido libertario en la enseñanza pública en Córdova; el famoso Manifiesto Liminar; la conquista de la autonomía universitaria y los profundos debates sobre la ciencia influyeron en todo el continente. En Bolivia, los jóvenes comenzaron a organizarse- sobre todo en Sucre y en La Paz- y la lucha de la Generación del Centenario sacó al presidente Hernando Siles que (oh casualidad) pretendía reelegirse. Siles tuvo una propuesta inicial para formar un partido no tradicional y fue muy popular hasta que empeoró el endeudamiento externo.
            Las revoluciones las hacen los jóvenes, antes, ahora y seguramente siempre.
            Lo inaudito para el monumental esfuerzo de la Generación del Bicentenario es que muchas voces mediáticas, académicas y sobre todo “izquierdistas” no quieren reconocer su esfuerzo. En vez de nombrar su revuelta como la “revolución de las pititas”, la “revolución de los claveles”, o la “revolución del terciopelo”, la quieren catalogar con la simpleza de un golpe de estado.
            Alguien escribió que, ante tanto discurso falsificado, no se debe gastar tinta. Total, los bolivianos sabemos cómo fue el asunto central que empezó el 21 de febrero de 2016 y tuvo clímax entre el 10 y 12 de noviembre de 2019. Otros creen que es una muestra más de la polarización mundial. Los datos duros no convencen al bando del “golpe de estado” porque se derrumbaría su castillo de naipes idealizados.
            Es interesante el rol que podrá cumplir el expresidente Jorge Tuto Quiroga como emisario oficial para presentar los hechos antes gobiernos y organismos internacionales. Sin embargo, probablemente no avanzará mucho más de las descripciones que enviaron embajadores acreditados en Bolivia o los corresponsales permanentes y enviados especiales. En cada capital, depende qué periódico, publican una u otra versión.
            Ningún de esos torrentes de mensajes cambiará la sensación de victoria y de madurez de la muchachada que se siente unida por una consigna en todo el territorio nacional y que ya tiene el nombre de Generación del Bicentenario.
            Por ello, entre los muchos memes, me quedo con uno fantástico: “En colegio aprendí sobre el Primer Grito Libertario; jamás pensé que iba a vivir el Segundo”.