Viajar en, desde o hacia Bolivia es
más peligroso que hace décadas, a pesar de muchos esfuerzos estatales,
empresariales, institucionales y personales. Es difícil repartir las culpas y
tampoco parece fácil encontrar mejoras en el corto plazo.
Al reportero que debe trasladarse
por tierra a zonas aparentemente tan comunes como Laja o Copacabana, en el
este, a los Yungas y al norte amazónico, o hacia Quillacollo le deberían
asignar un seguro de vida. Las carreteras, aún las recién estrenadas, tienen
baches peligrosos. Ir a Coroico, supuesto primer municipio turístico de Bolivia,
es atravesar zonas colapsadas, en la carretera principal, en el tramo entregado
hace dos años por la gobernación y en el ingreso local que ya perdió partes
completas de la plataforma.
Volar es otra ruleta rusa. Hace una
década se inauguró la empresa plurinacional Boliviana de Aviación con temores y
con buenos augurios; había miedo a los aviones de origen chino, pero había
confianza en el personal profesional que la organizó y en los aviadores
bolivianos, usualmente destacados. BOA impuso su monopolio y logró llegar a
puertos interoceánicos. Fueron buenos momentos.
En cambio, en los últimos tres años,
cada vez con más frecuencia, los vuelos de BOA, internos e internacionales,
sufren retrasos y un aumento peligrosamente creciente de incidentes. Nadie
explica dónde y cómo BOA alquila esas aeronaves. En mi último viaje Santa Cruz
La Paz, uno de los dos baños estaba fuera de servicio (¿?) a las seis de la
mañana; el otro tenía los letreros en griego o quien sabe en qué idioma y los
asientos eran más viejos que flota sureña.
El catering no logró nunca ser
acertado, no sólo cuando recayó en el círculo de la familia García Linera, sino
que no consiguió presentar productos locales que tanto se podrían aprovechar.
En los vuelos a Madrid la atención es lamentable, poco elegante bienvenida a
Bolivia.
El turista que llega por La Paz o
por Santa Cruz no encuentra información en personal de tierra para vuelos de
conexión ni existen letreros de orientación. La primera sonrisa es la foto del
actual binomio que presenta una candidatura no constitucional, algo que no pasa
ni en Caracas. Grotesco.
Las anécdotas suben de tono cuando
tocamos el asunto de los aeropuertos inútiles usados por el Movimiento al Socialismo
para su campaña electoral abusando de bienes estatales. El de Chimoré no fue
nunca internacional, a no ser que existan vuelos no conocidos, y ahora BOA
tampoco llegará. ¿Por qué se rifaron 34, 5 millones de dólares?
El aeropuerto de San Ignacio de
Velasco, que ya estaba planificado desde el gobierno de Carlos Mesa, costó 20
millones de dólares, pero no opera por falta de equipos de aeronavegación.
Tampoco atiende el aeropuerto de Ixiamas.
El caso más dramático es el de
Sucre, con toda su estructura de polifuncional, baños de terminal de buses y,
aún peor, se cierra cada que llueve o hay neblina. Fueron patéticas las escenas
de delegados a la reunión de la OEA este febrero, incluso personas que venían
por un solo día o indígenas que no llegaron nunca a la sesión donde tenían que
dar testimonio.
La cereza la tiene el Jefe de Estado
que va en helicóptero de su casa chica a su casa grande, del cuartel al hangar
y a su cato. Otro asunto más para superar desde 2020.