“Sale loco de contento, con su
cargamento para la ciudad, lleva en su pensamiento todo un mundo lleno de
felicidad, de felicidad…”, con esa canción aprendí desde el salón familiar a
amar a Borinquen, la perla de los mares. Mi padre nos hizo conocer la versión de
Ortiz Tirado, hoy escucho la de Marc Anthony.
La composición de Hernández es un
himno para los isleños, repetida por generaciones y en muchos lugares del
mundo. No es sólo un famoso bolero, sino una historia comprimida del dolor
puertorriqueño, de su pobreza, de su esperanza y a la vez de su alegría. El
jibarito quiere vender su carga para comprar un traje a la amada.
Al final del día nadie compró su cosecha
en el mercado; el campesino comprende que no tiene nada para llevar a sus
hijos, a su hogar, “todo está lleno de necesidad”. “El lamento borincano”
retrata los esfuerzos de ese pueblo latinoamericano, aun sometido a una
condición de no soberanía; el “ala rota” que evoca Pablo Milanés.
En los ochenta conocí mejor su
historia y los esfuerzos de los grupos independentistas y participé en Panamá
en las marchas por la liberación de Oscar López Rivera, el “Mandela” caribeño, amnistiado
luego de 35 años por Barak Obama. La valiente Lolita Lebrón fue liberada antes
por Jimmy Carter.
Puerto Rico es famosa en el mundo
por su belleza natural, la estampa fina de sus mujeres y la habilidad de sus
cantantes. Si ya Ricky Martín ocupó escenarios en todas partes, el
infinitamente reproducido “Despacito” logró vencer las metas más ambiciosas.
Jennifer López no olvida sus raíces.
En este mes, fueron los “jibaritos”
millennials los que salieron a las calles a reclamar contra el gobierno que los
llevó a la bancarrota y despreció a las minorías y a los más pobres, liderados
por poetas y artistas que se convirtieron en el rostro visible de una
formidable movilización “hasta las últimas consecuencias”.
De manera pacífica, colorida,
alegre, miles repitieron la consigna hasta lograr la salida del gobernador
Ricardo Roselló. Calle 13, Fonsi, Martin, Anthony ya participaron antes en
reclamos sociales, ahora se unieron fuertemente para expresar su repudio a la
vieja política que carcome su isla.
Como suele suceder en otras
revueltas y revoluciones desde la Revolución Francesa, una chispa aparentemente
tibia, se convirtió en candela para encender la pólvora acumulada por décadas
de corrupción, sobre todo desde 2017 con el paso devastador del Huracán María.
Rosselló se hacía la burla en chats privados de esas víctimas, de otros
políticos, de los artistas y de la comunidad LGBT.
Once días de manifestaciones
lograron arrinconar al gobernador. Al final, felices los pobladores repetían
“al unísono” (según la prensa internacional): “Richy, te botamos, Richy, te
botamos”.
Hace tres años, sus compatriotas
tuvieron fe en él y en sus ofertas para mejorar el estatus político de la isla
bajo tutela estadounidense y de su trayectoria de líder joven. En 2016 votaron
por él, en 2019 lo botaron. El mañana es incierto, lo principal está logrado.