La población venezolana baja de 10 a
20 kilos por año, los adolescentes pierden dientes y cabellos, las embarazadas
no tienen dónde parir. Los únicos obesos son los Maduro, las únicas muchachas llenas
de joyas son las hijas de Chávez y las criaturas que tienen esperanzas de nacer
son aquellas cuyas madres parten al exilio.
¿Sucederá una hambruna similar en
Bolivia en los próximos meses?
Los especialistas dicen que no, que
los bolivianos aprendieron su lección entre 1983 y 1985; que el gobierno
masista implementó medidas económicas acertadas en distintos momentos de
crisis; que las movidas de la economía negra alcanzan para seguir. Y, sobre
todo, que existe una red de seguridad muy amplia gracias al modelo boliviano
más profundo: los productores, los emprendedores, los empresarios que
reinvierten ganancias, los que crean empleos, los que apuestan por nuevos
rubros, los famosos fenicios bolitas, las pequeñas empresas, las organizaciones
campesinas.
El discurso es rojo, el negocio es
verde.
En cambio, parece inevitable que en
poco tiempo será evidente la presión, quizá violenta, para hacer entender a la
oposición, a los molestos periodistas y a la ciudadanía en general que el
actual esquema de poder no está dispuesto a entregar el mando a su sucesor,
como era normal hasta 2006. Así enseña el modelo venezolano.
En la política la ecuación es
inversa a la de la economía. En este asunto, el discurso es liberal; las
autoridades comentan sobre el respeto a la constitución, la vigencia de la
libertad de expresión, el apoyo a la democracia, la convocatoria a elecciones.
En la práctica, cada día y a través
de cada dirigente nacional o local, se acentúa el cerco a la democracia. La
primera víctima yace en el suelo: la libertad de expresión. ¿Qué canal se
atrevería a difundir este año, por ejemplo, las imágenes de Chaparina, como
denunciaron el 2011? La gran mayoría de las radios están coptadas para dar una
sola versión de los hechos o para entregarse a la banalidad o a la radio
basura. Los medios impresos están acorralados por las diferentes presiones
publicitarias.
El Tribunal Electoral está en manos
de un grupo de sumisos admiradores- inscritos o no- del partido oficial. Llama
la atención como suelen salir en las imágenes con la cabeza gacha, la mirada a
un lado, las palabras incoherentes. Sobre sus cabezas está la gran amenaza
azul. Dirigirán unas elecciones bajo sospecha.
Los organismos del Poder Judicial y
del control administrativo, del control social y las entidades relacionadas con
la defensa del pueblo se ocupan centralmente en construir casos y procesos
contra personas, instituciones, incluso contra la cooperación internacional,
que no aplaudan al régimen.
Los puentes que antes relacionaban a
los diferentes actores sociales, entre ellos a los partidos políticos, están
rotos. Es imposible imaginar al Presidente Evo Morales convocando a sus
adversarios para trazar políticas públicas, como hicieron en su momento Jaime
Paz o Gonzalo Sánchez de Lozada. O para acordar salidas a empantanamientos,
como fueron los pactos de 1985 ó 1992.
Morales no entregará el mando en
2020, como ya sucedió con la derrota del 21F. ¿Se apoyará en las FFAA como
Maduro, aunque todo a su alrededor se caiga a pedazos?