Este 11 de marzo se cumplió un aniversario de la muerte de Líber Forti en
Cochabamba, Bolivia, su patria elegida; además el próximo 20 de agosto será el
centenario de su nacimiento en Tucumán, Argentina. Las fechas sirven muchas
veces para remover la memoria y para hacer del recuerdo un espacio de homenaje.
Al asesor cultural de la otrora ilustrada Central Obrera Boliviana y de su
columna vertebral, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia,
no le gustaban los halagos personales ni figurar por encima de la colectividad
proletaria. Sin embargo, hace ya 20 años que me atreví a desafiarlo con una
nota “Querido Líber, libertario” donde apuntaba que hay personas que ya no son
dueñas de su propia biografía. Todo lo que él hizo por el teatro mundial, por
los sindicatos, por la difusión de las ideas ácratas lo colocan por encima de
su timidez. Así lo comprendió cuando no sólo aceptó, sino que se alegró y me
pidió muchos ejemplares cuando publiqué la investigación sobre su elenco
emblemático: “Por los caminos de Nuevos Horizontes”.
Ahora nos pusimos de acuerdo entre sus más jóvenes amigos, titiriteros,
artistas y sindicalistas de Jujuy, de Salta y de Tucumán para recordarlo como
era, con sus más hermosas frases, con aquellos consejos que excedían la
política para acompañaban el cotidiano vivir. Sólo los que lo conocieron en sus
prolongadas charlas, a veces monólogos, pueden entender en su justa dimensión
este goce. Forti no servía para amarrar zapatos a nadie, ni para alagar a los
burócratas y menos para aplaudir a los gobernantes.
En una pequeña sala, a las orillas de Salta, “La Ventolera” se reunieron los
amigos de sus revistas sobre teatro y los jóvenes anarquistas que quedan.
Algunas personas mayores conocían además a la familia y a las épocas más
intensas de las luchas obreras en el noroeste argentino. José, un joven ligado
al sindicato de los garzones ayudó en toda la organización.
También en Jujuy hubo una pequeña reunión en la librería del pueblo, un espacio
para intercambiar historias sobre la influencia anarcosindicalista a lo largo
del Siglo XX tanto en el norte argentino como en Tupiza, en las minas
bolivianas y en La Paz y Oruro.
Surgieron diferentes nombres de
dirigentes de los panaderos, de los canillitas, de los gráficos, de los
obreros, de las federaciones.
En Tucumán fue linda ocasión para el reencuentro de antiguos militantes de la
izquierda argentina, sobre todo aquellos relacionados con los movimientos
estudiantiles de los años 60 y 70, los ferroviarios y los dueños de pequeños
ingenios azucareros, los zafreros, los guerrilleros.
Bajo la hospitalidad del grupo teatral “La Sodería” se compartió vino y
empanadas, bajo el cielo tucumano, aportando datos sobre la centenaria relación
de los artistas del norte argentino con Bolivia. No sólo músicos sino
titiriteros, como Edgar Darío Gonzáles y su Atoj Antonio, artistas, poetas. El
ferrocarril fue el gran vínculo para que circulen los perseguidos políticos y
también los escritores y dramaturgos.
No por casualidad el propio Forti consideró como sus herederos naturales al
elenco del “Teatro de los Andes” inicialmente bajo el mando de César Brie, otro
argentino. Estará feliz de mirar desde los cielos que aún haya trincheras de
ternura y fraternidad como él siempre soñó.