La muerte puede ser alegre. No es el
negro el único color que la distingue. Un magenta puede recordar a la abuela,
el turquesa habla de esos jóvenes accidentados y el simpático sombrero
borsalino retrata a la caserita.
Era una mañana de luz, de ese
tránsito tan original desde la tímida primavera al verano azulado que tanto
distingue a la geografía andina, en el oeste de Bolivia. Especialmente La Paz
ofrece tres meses con el Illimani de blanco purísimo, rodeado de violetas y
azules.
Era el día escogido para visitar el
Cementerio General de La Paz, poco antes de partir a México para participar en
el Desfile de las Catrinas.
Noviembre es el mes de las primeras
siembras porque empiezan también los aguaceros lavando la tierra y preparando
los campos para abrir surcos. Adiós al frío invernal y bienvenidas chirimoyas,
damascos y duraznos, ciruelas, guindas y frutillas, paltas y membrillos.
Es también el mes de los muertos,
los difuntos que retornan desde el atardecer del Primero de noviembre hasta el
mediodía del Dos, reclamando sus platillos preferidos, ají de arvejas, lechón
al horno, sopa de maní, bizcochos dulces, panecillos en forma de criaturas
recién nacidas, pastillas de almíbar teñido de rosado, cañas de azúcar con
jugos tibios para aliviar su cansado paseo.
Dicen que, en la mayoría de las
culturas, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, los vivos dedican
unas horas a los muertos en esa misma fecha. Noviembre, el mes de los
escorpiones. Extraña coincidencia.
MÉXICO
Y BOLIVIA EL DÍA DE LOS MUERTOS
En América Latina, los descendientes
de los aimaras y quechuas en la Bolivia actual y los descendientes de los
aztecas y mayas en el México actual son los pueblos más preocupados por alegrar
a sus muertos. Un espacio donde además se recuerda o reproduce una cosmovisión,
a las antiguas deidades y los cultos al agua, al fuego, a las entrañas de la
tierra, al cielo.
En Bolivia, las familias visitan los
cementerios desde fines de octubre hasta formar romerías multitudinarias el 2
de noviembre. Preparan altares con diferentes objetos simbólicos que cumplen
roles para acompañar a las almas de los fallecidos en los últimos tres años que
visitarán a sus deudos: el arco de las cañahuecas; el caballo para ayudarles a
transitar; las flores amarillas y blancas; las frutas jugosas, los panes de
diferente forma; las tanta wawas con mascarillas de yeso; las guirnaldas de
papel lila, coca, agua, escaleras de pan.
Aunque la celebración de Todos
Santos y del Día de Difuntos es parte del calendario católico está emparentada
con rituales del ciclo agrícola andino y con el culto a los muertos de las
culturas precolombinas.
El alma, el “ajayu” es el aliento
que une el cuerpo y el espíritu y es la presencia también de los poderes
inmateriales y de la muerte. Los humos para tranquilizar al “ajayu” en los
recién nacidos son tan importantes como las formas para recibir a los muertos.
En el área rural se preparan altares
en las casas donde hubo un fallecido reciente pero también en los cementerios,
donde la familia doliente invita panes, frutas, platillos populares y paga a
lloronas o a cantores especiales. Últimamente también se contrata a grupos
musicales más grandes, inclusive mariachis.
Desde fines del siglo pasado, salió
de la clandestinidad para ocupar titulares un culto específico a cráneos que se
encuentran en tumbas abandonadas o en cementerios clandestinos. El paseo de las
“ñatitas” adquirió más visibilidad que los altares porque cada 8 de noviembre
los devotos acuden con sus calaveras adornadas de flores y ropitas primorosas
al Cementerio General de La Paz para hacerlas bendecir.
En México, las ciudades más
influidas por culturas nativas se transforman en paseos con calacas y ofrendas
dedicadas a muertos recientes, a figuras emblemáticas de la cultura como
pintores o escritores.
La flor preferida es la
“cempasúchil” (tagete, similar a la
rosa pascua tarijeña) de aroma poco agradable, pero con los tonos amarillos y
anaranjados del sol al amanecer, aunque también se usa la del amaranto y la
nube.
Los altares representan varios pisos
(de tres a siete) relacionados al inframundo, la tierra, el paraíso y contienen
objetos – vestimenta- del muerto; calaveras de dulce colorido; se colocan
platillos con comidas tradicionales con base en calabaza o maíz; cacao,
frijoles, naranjas y otras frutas, pan de difuntos, velas de diferentes tamaños;
a veces monedas, fotografías, bebidas alcohólicas como tequila o pulque, vasijas
con agua, figuras de santos patrones y cruces simples o muy elaboradas,
inciensos, y otros adornos. Todo enmarcado con papeles de colores con dibujos
en origami.
El festejo se inicia una semana
antes con el desfile y la instalación de los grandes altares públicos y
continúa varios días como una gran feria popular. Hombres pintados como
esqueletos, mujeres con alegres calaveras y niños gozando de la muerte
disfrazada son características de esta imperdible fiesta de sincretismo náhuatl
hispano. Izcuintle es el compañero para cruzar el río d ellos muertos,
Chiconauhuapan.
Es mundialmente famosa la “catrina”,
la mujer calavera diseñada por José Guadalupe Pozada, desde hace más de un
siglo, aunque la original es parte de una leyenda popular, la Calavera
Garbancera, relacionada con personas que querían desconocer su mestizaje para
pasar por europeos. Se convirtió en una burla de la alta oligarquía mexicana
anterior a la Revolución Mexicana y posteriormente en símbolo de la muerte,
pero una muerte que baila y se burla de ella misma. Al mismo tiempo se
relaciona con la idea de que los muertos son nuestras raíces, nuestra
identidad.
Diego Rivera le dio color al grabado
de Pozada y su esposa Frida Khalo se ocupó de preparar minuciosos altares para
los difuntos. Por eso el 2 de noviembre los altares en los museos dedicados a
estos artistas son los más famosos de la ciudad y visitados por millares de
turistas. Hay que sacar cupo con meses de anticipación.
CALLES,
CEMENTERIOS PÚBLICOS Y PRIVADOS
En México los festejos más
importantes son en las calles, sobre todo las más céntricas y en las plazas
principales. En la capital, el Zócalo alberga el desfile más notable y los
altares más grandes preparados con alguna temática. En 2018 estuvieron destinados
a los migrantes, sobre todo mujeres y niños que arriesgan la vida buscando
mejores días en el norte del continente. No faltó el recuerdo al gran éxodo de
los españoles republicanos hacía México después de la Guerra Civil (1936-1939).
En La Paz, el Gobierno Autónomo
Municipal confió en un joven servidor público, Ariel Conitzer para ordenar el
viejo cementerio fundado en 1826 en 92 mil metros cuadrados y que alberga a 120
mil nichos; con archivos accesibles y personal atento para volver las visitas
en paseos turísticos o de enseñanza para colegiales y estudiantes. Es hermoso
caminar por el camposanto lleno de mausoleos dedicados a poetas, héroes y
mártires, patriotas y amantes.
Desde hace una década se realiza un
paseo nocturno a fines de octubre que motiva a miles de jóvenes a participar en
las dramatizaciones que preparan artistas locales.
Hace dos años se dio la idea de
prestar los enormes pabellones para murales realizados por los nuevos
colectivos de pintores. El Encuentro de Arte Urbano “Ñatintas” elaboró una
veintena de obras “dándole color a la muerte”. “Perrosueltos” logró reunir a
artistas bolivianos, colombianos, chilenos, brasileños y argentinos como el
famoso TeKas.
Este 2018 fue extraordinario el
resultado. Algunas personas no creían que las fotografías fuesen del cementerio
paceño. Hay grandes obras dedicadas a la chola paceña, a los deudos, a
escritores emblemáticos, a la naturaleza; todo colorido y de buen gusto.
En cambio, el cementerio privado más
cotizado, el Cementerio Jardín muestra un creciente deterioro, sobre todo en
algunos sectores. Son varios años donde el lodo invade las tumbas, es difícil
transitar por los pasillos. En algunos momentos muy críticos faltaron incluso
los baldes para acarrear agua.
Todos los cementerios intentan mejorarse
cada noviembre, pero el Cementerio Jardín no logra superar los destrozos de
cada época de lluvia. El terreno presenta hundimiento y luce desprolijo.
A diferencia del cementerio público,
los cementerios privados no ofrecen espacios para las tradiciones ni para
propuestas culturales.
FOTOS.
MURALES EN CEMENTERIO GENERAL DE LA PAZ
FOTOS
EN DIA DE LOS MUERTOS EN MÉXICO
FOTOS
DE CEMENTERIO JARDÍN DETERIORADO