miércoles, 30 de enero de 2019

GUSTAVO TORRICO, EL INFAME



            Decía mi sabio padre, Huáscar Cajías Kaufmann, que, cuando una persona te ofende o te hace daño, debes intentar ponerte en su lugar antes de condenarla, para saber cuáles son sus motivaciones profundas. Los individuos que mienten, que calumnian, que difaman suelen ser seres infelices que optan por ese camino ante el fracaso de su propia vida, de su propia existencia, de su propia fama. ¡Merecen compasión!
            Recordaba, como jurista, que los delincuentes no son personas satisfechas con su figura, con su familia, con sus conocimientos, con su cultura. Por eso, aunque no imposible, siempre es más difícil que un poeta engañe a unos agricultores, por ejemplo. “Hay que cuidarse de los que se sienten muy feos, muy pobres, y de los muy ignorantes”, repetía. Concepto que igualmente cita Saramago.
            Por todo ello, antes de condenar el intento de Gustavo Torrico para enlodar la memoria de Huáscar Cajías Kaufmann pensé cuánto de ello se cumple en esta singular figura de la política criolla. ¿Qué lo motivó a inventar un episodio inexistente? Seguramente, sólo su conciencia lo sabe.
            Los hijos y herederos (además de sus colegas y exalumnos), no podemos dejar pasar por alto los presuntos delitos de injuria, difamación y calumnia que cometió Torrico en el programa “Diálogo de Panamericana” emitido por Radio Panamericana al medio día del sábado 19 de enero de 2019, ante el silencio de los conductores que no reaccionaron ante esta infamia.
            En esa ocasión, el asambleísta del Movimiento al Socialismo denigró sucesivamente a las personas de la tercera edad, a entidades confundiendo unas con otras, a la historia nacional ignorando datos y hechos. En el minuto 45, al comentar el pedido para que renuncie el actual Tribunal Electoral, hizo un recuento lleno de falsedades que culminó con una frase contra Cajías, señalando que fue “defenestrado, enjuiciado, sentenciado y (luego) el Congreso tuvo que restituirle sus derechos constitucionales.”
            Estas afirmaciones contienen indicios de los delitos de injuria, difamación y calumnia, tipificados en el Código Penal vigente. Además, atentan contra los derechos consagrados en la Constitución Política del Estado y la normativa que protegen específicamente la dignidad de todas las personas.
            Huáscar Cajías K. jamás fue “defenestrado” ni sentenciado. Al contrario, a lo largo de su vida profesional fue distinguido por numerosos premios nacionales e internacionales por sus aportes como católico, como criminólogo, como penalista, como académico, como periodista, como diplomático y como consultor en organismos internacionales. Como presidente de la CNE fue reconocido a nivel continental como hombre de buena honra y de decoro personal.
            Torrico miente. Torrico ignora que nadie pierde sus derechos constitucionales en Bolivia, ni siquiera los dictadores sentenciados. Seguramente se siente impune ante estas afirmaciones.
            Cajías logró que políticos y ciudadanos cumplan la normativa. La muerte lo sorprendió en pleno ejercicio de sus labores. Jamás se negó a entregar informes a las instancias fiscalizadoras correspondientes y atendió de forma personal y permanente a la prensa local, nacional e internacional.
            Nunca se arrodilló ante ningún poder terrenal ni cedió en su firme apego a la verdad y a la sabiduría.
           





sábado, 19 de enero de 2019

UN PROCESO SIN NARRATIVA




            Este 22 de enero se cumplen los 13 años del llamado Proceso de Cambio, seguramente el último brindis antes de la caída de este impactante ciclo de la historia de Bolivia. La perspectiva del tiempo ayudará a comprender los alcances de sus medidas sociales y económicas: cuáles fueron simiente; cuáles fueron solamente un tropel, con mucho ruido y pocas nueces.
            En dos asuntos no hubo transformación. El primero es el referido al horizonte del ser humano, del que tendría que haber salido una persona nueva, un “Hombre Nuevo”. El modelo se basó en extender la demanda interna. La inclusión se dio sobre todo fomentando el consumo: más canchas, más cemento, más autos- así sean chutos-, más tiendas, más contrabando, más festejos, más chicas modelando, más chicos con lentes oscuros.
            No hubo un proceso de inclusión a través de la sabiduría, del conocimiento. Falló la Ley Avelino Siñani y en este lustro, los bachilleres bolivianos tienen menos competitividad que los bachilleres colombianos o chilenos. Algunos éxitos personales y aislados no alcanzan para borrar la marca colectiva de “mediocres”.
            El segundo asunto sorprende: la falta de narrativa para acompañar las acciones políticas. Las revoluciones mundiales desde el Siglo XIX priorizaron el apoyo a las expresiones artísticas (sobre todo las “políticamente correctas”), la movida cultural de la nueva nación (el Estado Novo brasileño, el Chile de Allende, el sandinismo en los 80).
            Aunque el gobierno del Estado Plurinacional subtituló la frase “revolución cultural”, este aspecto no está ni en fase embrionaria. La excesiva propaganda fue repetitiva no creativa. ¿Quién podrá, por ejemplo, coleccionar los afiches de este proceso, como sucede con los carteles de la revuelta bolchevique?
            Los danzarines- que ya tenían su propia dinámica- ligados a entradas folklóricas patronales, no desarrollaron narrativas complementarias al discurso oficial. Ni siquiera en el folklore hubo una vigorosa generación de compositores del “proceso de cambio”. ¿O son los Karkas el símbolo del socialismo Siglo XXI?
            Los actores no presentaron obras para reflexionar sobre el MAS. El intento más cercano fue el de Percy Jiménez con el ciclo de los “B”, aunque sus propuestas eran más una consecuencia de su propia dramaturgia que una reacción al estallido aymara.
            Los cineastas tampoco aportaron a una narrativa complementaria al “evismo”, films que podríamos calificar como “de la era del MAS”. Al contrario, el mismo autor que inmortalizó el 52, Jorge Sanjinés, se convirtió en su propia caricatura deformado por su película aduladora. Juan Carlos Valdivia quedará como el mimado del museo de Orinoca más que como director de “época”. Las muchas películas bolivianas importantes de esta década recorrieron otras carreteras.
            No hay nuevos nombres en las artes plásticas de la talla del trotskista Alandia Pantoja o de las modernistas María Luisa Pacheco, Esther Ballivián, Graciela Boulanger en los años cincuenta. Es un periodo de poco alcance, que deja escasa herencia.
            Revistas auspiciadas por la Vicepresidencia o por el Tribunal Electoral o las colecciones de la Fundación Cultural del Banco Central se limitaron a reproducir notas de los simpatizantes sin lograr consolidar un pensamiento, una “escuela”.
            La derrota del MAS es interna, no obra de la oposición ni del imperio.

sábado, 12 de enero de 2019

MUCHA PROPAGANDA, POCA COMUNICACIÓN



            Temerosos, como culpables, los ministros del Estado Plurinacional de Bolivia corrieron a sus despachos, sin dar la cara, sin participar en una conferencia de prensa, sin dar información, sin contestar preguntas, sin aceptar ni siquiera una interrogante al vuelo.
            Acababa de concluir una larguísima sesión de gabinete, dicen que, de unas ocho horas, la primera del año, del año 2019, el último del gobierno del Movimiento Al Socialismo, dentro de la precaria legalidad que aún existe en este país sudamericano.
            La población quería conocer datos oportunos, los planes para aplicar el presupuesto nacional o para completar lo mucho que falta para cerrar los programas sociales y económicos anunciados hace una década. Nada. Imposible. No hablan.
            El gobierno que más gasta en un Ministerio de Comunicación no tiene un vocero para atender los tradicionales briefings que se dan al finalizar reuniones importantes en los países democráticos del mundo. La ministra Gisela López suele aparecer casi exclusivamente para confrontar a alguien, pero no está capacitada para desarrollar información cara a cara. Es curioso, muy curioso.
            En más de una ocasión, sale al paso el ministro de la Presidencia, Alfredo Rada, quien no reúne las capacidades técnicas y científicas de un buen comunicador; quizá todo lo contrario. Entre sus dones no está el de la empatía. Monologa; unas frases sueltas y no acepta cuestionamientos.
            Los periodistas que cubren el Palacio de Evo se ven obligados a conseguir información off de récord, susurros, chismes. Hace años que no existen planes de comunicación a nivel nacional o a nivel sectorial. Es muy difícil conocer los aciertos o las debilidades de lo que sucedió en la semana, en el mes, en el día, desde una fuente primaria, oficial.
            El régimen masista desarrolló un sistema perverso. Entrevistas con formato de tongo, muchas veces solicitadas por la autoridad. Hay ministros que no aparecen ni mensualmente en un medio masivo de comunicación, pocos los conocen. Otros copan programas para repetir alguna consigna salida desde palacio. Aunque se gastan millones de millones en propaganda, la gente opta por no leer, por no ver o por no escuchar. Es el típico efecto boomerang de todo exceso.
            No es responsabilidad de los comunicadores de cada ministerio, como parece cree el Presidente Evo Morales, sino el resultado de una opción, de un estilo. Los medios oficiales malversan su programación con transmisiones alrededor de su figura, incluyendo ahora la hija pródiga. ¿Será que todo ese gasto cambiará el rechazo de la mayoría que votó por el NO el 21 de febrero de 2016?
            Hay una forma sistemática de propaganda, por ejemplo, pintando de azul los edificios que atienden al público como SENASIR; las gigantografías ilegales en el teleférico; las fotos de Evo en los productos del subsidio. Sirve para reforzar el voto duro, no para ganar a las clases ilustradas.
            Además de los guerreros digitales semi analfabetos ensayan los guerreros radiales para copar programas de opinión. Tan tontines que leen los papelitos que les dan, a veces se equivocan o la misma persona llama allá y acá, los mismos argumentos, las mismas ideas. ¿Esperan que la audiencia les crea?
            Mientras gastan los millones que podrían ayudar a otras áreas.
           

sábado, 5 de enero de 2019

LA REPÚBLICA DE WEIMAR


          Entre las conmemoraciones de este 2019, destaca una muy especial por su parecido con asuntos y personajes de la actualidad y porque, al parecer, no se aprenden sus lecciones. La llamada República de Weimar, surgida después de la derrota germana en la Primera Guerra Mundial, fue un espejismo de intenciones democráticas iniciales, pero cuyo fondo más profundo terminó cobijando al huevo de la serpiente: el nacionalsocialismo.
        La República de Weimar, con su capital en Berlín, duró del 9 de noviembre de 1918 (Revolución de Noviembre, abdicación del emperador) hasta 1933, aunque se considera su fecha fundacional el 11 de agosto de 1919 cuando en la ciudad de Weimar la Asamblea aprobó la nueva Constitución. La república terminó con el II Reich.
         La población estaba aliviada por el final de la guerra, una de las más sangrientas de la historia, pero contemplaba asombrada cómo día a día el salario perdía poder adquisitivo. Los sucesivos gobiernos de Ebert y de Hindenburg tuvieron que pagar altísimas indemnizaciones a los aliados vencedores. A ello se sumó en 1929 la crisis económica internacional.
           Weimar tenía el triste trofeo de la más alta inflación mundial hasta las cifras bolivianas entre 1983 y 1985. Actualmente, la República Bolivariana de Venezuela gana la delantera histórica con el descontrol absoluto de los precios y de los salarios.
            Por otra parte, los alemanes sentían injusto el Tratado de Versalles, de junio de 1919, porque les quitaba territorios, los alejaba de Austria e imponía condiciones humillantes a su orgullo nacional. Seguramente durante este 2019 se darán seminarios y debates sobre lo que significó ese acuerdo de paz, cómo se rompió y sus consecuencias.
            Dos años antes había triunfado la Revolución de Octubre en Rusia y la influencia de los bolcheviques de la Unión Soviética era notoria. Desde 1918 se sentía un ambiente revolucionario fuertemente influido por organizaciones marxistas. La más famosa era la “Liga Espartaquista” de los comunistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. La revuelta de noviembre junto a soldados y comandos obreros parecía una reedición rusa en versión alemana. Además, se dieron grandes huelgas de trabajadores y el emperador tuvo que abdicar. Por unos días se anunció la República Libre y Socialista Alemana.
            En enero de 1919 las fuerzas radicales mantenían las protestas, pero el 15 de enero fueron asesinados Rosa Luxemburgo y Liebknecht por paramilitares de las fuerzas armadas. La reacción popular provoco nuevas masacres hasta mayo de 1919. Hay fotos de escenas patéticas contra los jóvenes manifestantes, similares a las que estos meses protagoniza el dictador Daniel Ortega contra la población nicaragüense.
            La República de Weimar intentó durante una década sacar adelante a Alemania, pero fracasó. En 1930 asomaban los indicios del nazismo y en 1933 asumió como Canciller Adolf Hitler. Discursos extremistas y poco respeto a la Constitución allanaron el camino al fascismo. Hitler, igual que Jair Bolsonaro, fue recibido con vítores.
            Los excesos cargados en un péndulo terminan por provocar reacciones aún más negras y tenebrosas.