Esta semana, el mundo observó aterrado una serie de imágenes que reflejaban la brutalidad del ataque, reivindicado por Hamas, a distintos objetivos, fundamentalmente civiles, dentro de Israel. La masacre enlutó a cientos de familias. Aparentemente, sorprendió a los sofisticados servicios de inteligencia y de protección israelíes y redobló la sensación de miedo en sus habitantes.
La
acción del sábado 7 en una festividad judía, a pesar de sus características
espectaculares similares a las argelinas de los años 60 o a las vietnamitas de
los años setenta, no sorprendió a historiadores y a analistas que desde hace
meses preveían una reacción cruenta de palestinos contra la política agresiva israelita.
A
principios de este año, por ejemplo, el historiador palestino libanés Rashid
Khalidi publicó su texto: “Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia”.
En una entrevista con la prensa europea, él denunciaba cómo “Israel actúa cada
vez con mayor impunidad.” Khalidi ocupa la cátedra Edward Said de Estudios
Árabes de la Universidad de Columbia. (Recordemos que Said fue un
extraordinario humanista palestino.)
El libro
cita que, ya en 1899, el alcalde de Jerusalén escribió que la creación de un
estado hebreo en el territorio de Palestina suponía expulsar al pueblo que lo habitaba
durante siglos. Así sucedió en 1948. “Israel no es un país normal, dice, es la
ocupación militar más larga de la historia moderna”. Se fundó con la expulsión
de 750 mil personas y en 1967 expulsó a otras 100 mil.
Aunque muchos lo olvidan, los
descendientes de los palestinos saben que sus padres, sus abuelos, sus
bisabuelos fueron sacados violentamente de sus milenarias casas. Escenas
repetidas con insistencia estos últimos años, sobre todo en 2022, cuando
colonos judíos consiguieron ocupar más y más el diminuto espacio que se ha
dejado a los palestinos; hay dramáticas historias sobre ello difundidas por
jóvenes palestinos en sus celulares porque no es materia de interés para las
agencias de noticias.
Khalidi,
documentos en mano, advertía que se avecinaban grandes peligros si Europa y
Estados Unidos no frenaban la expansión ilegal israelita, casi siempre violenta
y con víctimas inocentes. El número de palestinos asesinados en Cisjordania
durante el año pasado fue el más alto en 15 años; preveía que en el 2023 el
saldo de víctimas sería peor por la política del ultra derechista Benjamín
Netanyahu.
El
historiador fue parte del equipo palestino que soñó con alcanzar un acuerdo de
paz en las negociaciones entre 1991-1993, que tuvieron lugar en Madrid y en
Washington. Criticaba a la dirigencia palestina por su liderazgo dividido y
poco eficiente.
Ningún soldado israelí es sancionado
por asesinar a palestinos. Cuatro millones de palestinos, dos millones en Gaza,
viven bajo el temor constante, con racionamiento de agua, de luz, de alimentos,
vigilados las 24 horas. Es la mayor cárcel del mundo, la describen autores de
ambos lados.
La idea
de crear un estado palestino se fue esfumando. A las fuerzas extremistas como
Hamas o a países como Irán no les interesa encontrar un camino negociado, sino
mantener un poder brutal.
Entre
pensadores y políticos israelíes hubo similar preocupación. Shlomo Ben Ami
decía en mayo que “Israel es cada vez más la Sudáfrica del apartheid”.
El ex canciller de Israel daba por muerta la solución de
dos estados. El fue uno de los protagonistas de las negociaciones en Camp David
en 2000. Denunciaba que las dos partes preferían el conflicto. Como historiador
y testigo, también preveía más brutalidad por las acciones de Netanyahu.
En la
víspera del ataque, “La Vanguardia” de España entrevistó al almirante en la
reserva Ami Ayalon, ex jefe del servicio secreto interior de Israel. Él decía:
“tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza”. Recordaba, con impotencia,
los incumplimientos de las promesas a los palestinos en Oslo, cuando ellos
renunciaron a parte de sus demandas. En vez de mejorar su vida cotidiana fueron
testigos de más asentamientos judíos ilegales. Sin esperanzas, optan por la
guerra. Por su parte, los israelíes mantienen la narrativa de haber dado mucho
y sólo recibir a cambio más terrorismo.
Los
actuales miembros de Hamas vivieron de niños la primera y la segunda Intifada.
Han encontrado nuevas formas para burlar al enemigo. No tienen ninguna
intención de dialogar, menos con la mediación de países occidentales. Están
dispuestos a morir y a morir matando con la mayor saña y crueldad. No ven otro
futuro que el apocalipsis.