Este 10 de octubre se cumplirán cuatro décadas del juramento de Hernán Siles Zuazo y Jaime Paz Zamora como primeros mandatarios de Bolivia. El binomio asumía simbólicamente el poder después de 18 años de regímenes militares y después de dos años de su victoria electoral.
La inauguración de la etapa
democrática fue “a la boliviana”, tras sucesivas elecciones anuladas por
fraudulentas, dos golpes militares, otra elección empantanada, otro golpe
militar y nuevas elecciones con diferentes incidentes violentos y terrorismo
internacional.
La resistencia a la dictadura
narcomilitar del 17 de julio de 1980 había obligado a la renuncia de Luis
García Mesa, posteriormente a la salida de Celso Torrelio y, finalmente,
doblegó a Guido Vildoso que debió entregar el mando a un gobierno civil.
La última asamblea obrera en la
clandestinidad pidió nuevas elecciones. Sin embargo, los partidos aceptaron un
trueque: los militares aceptaban salirse a condición de mantener a los
parlamentarios elegidos en 1980, una mayoría derechista. Así, la Unidad
Democrática y Popular alcanzó el Palacio de Gobierno sin conseguir el poder
real.
A los tres años, Siles acortó su
mandato y otra salida “a la boliviana” mantuvo la legalidad con la convocatoria
a nuevas elecciones. Desde 1985 hasta 2002 los gobiernos elegidos en las urnas
se sucedieron sin graves incidentes y con avances normativos que profundizaron
el alcance territorial y generacional de la democracia.
Una revuelta popular provocó la
renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003. Su sucesor constitucional Carlos
Mesa también renunció dos años más tarde. Asumió el presidente de la Corte
Nacional de Justicia Eduardo Rodríguez.
Las nuevas elecciones en diciembre
de 2005 dieron una mayoría absoluta -como no sucedía desde 1969- a uno de los
pocos partidos no fundados después de la Guerra del Chaco, el Movimiento al
Socialismo (MAS). Evo Morales en el balcón del legendario Palacio Quemado
parecía el retrato de la consolidación de una democracia más participativa y
equitativa
Poco duró la ilusión. Morales se
encargó de desmantelar el sistema democrático que lo había ayudado a salir de
un humilde origen hasta alcanzar el más alto puesto nacional.
Los cambios en la Ley Electoral y la
captura sin tregua de la Corte (Tribunal) Electoral fueron el paso más audaz y
seguro para tener un árbitro temeroso, sumiso y leal al MAS, sobre todo desde
2010. Hasta ahora ninguno de los tribunos relacionados con irregularidades
electorales ha sido sentenciado, ni siquiera juzgado.
El sometimiento del Poder Judicial
al partido fue otro escenario clave para desportillar la gobernanza. Notarios,
fiscales, abogados, procuradores, bufetes, jueves, magistrados se convirtieron
en peones al servicio del MAS. Esta falta de independencia judicial es la que
coloca al Estado Plurinacional en los últimos puestos continentales de respeto
a la institucionalidad.
En el gobierno del MAS, como no
sucedía desde las dictaduras militares se hostigó, persiguió, encarceló, exilio
y asesinó a personas acusadas de ser opositores, “sirvientes del imperialismo”,
“neoliberales”, “separatistas”, “terroristas”.
La libertad de prensa fue cercada de
diferentes maneras para silenciar uno de los pocos espacios de control social a
los excesos del gobierno.
De todos los males que fueron debilitando
la democracia conquistada en 1982, el peor es el sometimiento del Estado
Plurinacional a intereses extranjeros. Un canal de televisión fue financiado
por Irán. El primer mandatario confiaba su seguridad a cubanos y venezolanos. Extranjeros
organizaron operativos contra bolivianos.
El Estado Plurinacional apoya la
invasión rusa a Ucrania, con el maquillaje de abstención, negando la propia
tradición de las relaciones exteriores bolivianas y contradiciendo la tesis
para la demanda marítima. No se conoce cual es la deuda del MAS con Putin y si
acá actúa el Comando Wagner como en otros países latinoamericanos.
El extremo es la presencia china que
desmantela la riqueza nacional, desde la fauna cazando pumas para satisfacer sus
mitos sexuales, o la flora de los parques nacionales. Ensucia ríos, quema la
floresta, riega mercurio. Los chinos se atrevieron incluso a violentar el
microclima en el Illimani. Se dan el lujo de engañar permanentemente al Estado
Plurinacional a través de sus empresas chimbas.
Como relata en su libro un
exministro, la cortesana lujosa Gabriela Zapata, fue amante de un alto gerente
chino después de ser pareja del propio Evo Morales. Ni las películas más
atrevidas sobre espías imaginarían semejante triángulo. El pueblo boliviano ha
soportado esas humillaciones.
En estos últimos 15 años, el
ejercicio de la democracia se ha limitado al voto disciplinado de los
ciudadanos. La falta de respeto a la Constitución, a las libertades
democráticas y a las reglas del juego ha erosionado lo conquistado el 10 de
octubre de 1982.