Los periodistas bolivianos no se
abrazaron este 10 de mayo pues no es posible celebrar en un ambiente de
permanente hostilidad contra su trabajo, sobre todo el del reportero. Porque, además,
las instituciones del gremio atraviesan la peor crisis de su historia, desde la
Asociación de Periodistas de La Paz anulada por su propia desidia, hasta las
federaciones de trabajadores de la prensa, sometidas a un llunku del
MAS.
Tampoco los medios informativos a
nivel mundial conocieron buenas nuevas el 3 de mayo, dedicado a reflexionar
sobre el estado de situación de la libertad de pensamiento y de expresión. Fue
una semana angustiosa al conocer más y más datos de persecuciones, clausuras,
presiones, exilios, muertes.
Para cerrar, faltaba lo peor: el
asesinato a sangre fría de la extraordinaria periodista palestino
estadounidense Shireen Abu Akla (51 años) cuando cubría otra arremetida
violenta de tropas israelíes contra barrios palestinos en la ciudad de Yenín.
Abu Akla era corresponsal de la
cadena de la televisión árabe Al Jaseera (Al Yasira) desde 1997. Fue ella la
que mantuvo una voz diferente para que el mundo se informara desde otro punto
de vista sobre las profundas razones históricas y humanas de las revueltas
palestinas en las llamadas “Intifada”.
Solamente en dos ocasiones tuve
ocasión de ver sus informativos (cuando estaba fuera de este continente) porque
es difícil tener otra visión sobre el largo conflicto en el Medio Oriente, que
no sea la delos corresponsales judíos o la de las grandes agencias.
Por ejemplo, no recuerdo haber visto
en Bolivia las notas sobre el ingreso violento de tropas israelíes para
amedrentar a familias en Gaza o en Cisjordania, donde casi siempre solo sobreviven
una abuela, la madre, algunas hermanas, muchos niños. El pretexto de la lucha
contra el terrorismo disfraza el terrorismo de estado de Tel Aviv.
Es difícil comprender la angustia de
los jóvenes palestinos si uno no se difunden las escenas de su vida cotidiana:
humillados, amenazados, controlados cada tramo cuando van a estudiar, cuando
van a trabajar. Hay muchos informes independientes de entidades de la sociedad
civil dedicadas a los Derechos Humanos, que tampoco se trasmiten. ¿Quién habla
de ese otro Muro de la Vergüenza? ¿Acaso no es esa permanente brutalidad? ¿Hay otro
camino que no sea la violencia? ¿Por qué no permiten que estos chicos tengan
otros sueños en situaciones de paz y justicia?
Por ejemplo, en febrero de este año,
Amnistía Internacional acusó a Israel de cometer crímenes de apartheid y
discriminación contra la población palestina en Israel y en los territorios
ocupados. La propia agencia Europress publicó el informe en detalle. La prensa
boliviana no hizo caso, ocupada en los trapos sucios de la casa.
Aunque Shireen vestía el chaleco
azul que la identificaba claramente como “Press”, dispararon contra ella. Al
Jaseera culpó inmediatamente a soldados israelíes. El gobierno de Neftalí
Bennett quiso responsabilizar a los propios palestinos. Intentó justificar, una
vez más, sus excesos porque “buscaban terroristas en el barrio.”
Israel afrentó los restos mortales
de la admirada periodista; sus policías tiraron el ataúd al suelo, robaron su
chal ensangrentado, sin respetar el duelo de familiares y amigos. “Nos lanzaban
piedras” declaró un oficial ante la comunidad internacional para esconder su
maldad. Los videos muestran el grado de represión.
Israel obliga a los palestinos a
pagar cada día un precio por un holocausto en el cual ellos no participaron.
Quieren expulsarlos de su propia tierra, como hicieron en 1948, como ahora
hacen los rusos contra las familias ucranianas indefensas.