viernes, 30 de julio de 2021

ARTE Y MEMORIA

 

            Contemplé la imagen varios minutos. Estaba impresionada. A pesar del antifaz que tapaba los ojos, percibía la angustia, el dolor, seguramente el miedo. Las manos atadas detrás de la espalda, los hombros hacia un lado, el largo cabello desordenado, el cuerpo delgado, juvenil. Y la mueca, la mueca en un grito ahogado, en un grito de muchacha torturada.

            Era el inicio de la democracia en Bolivia, en esos lejanísimos años ochenta, cuando la utopía alentaba a la sociedad en su conjunto, más allá de lo político, más allá de lo ideológico: en torno al arte, a la belleza, a la cultura. La imagen era la memoria de alguna de las dictaduras militares que habían ensangrentado a la región por décadas.

            Quizá ella era una sandinista como Dora María; quizá era una guerrillera paraguaya como Soledad; quizá era una periodista boliviana como Mirna; o una estudiante guatemalteca como Emma o una madre uruguaya desaparecida como Sara. La miraba sin moverme. Poco antes había visto una película con Geraldine Chaplin sobre la sofisticada tortura argentina usando una silla de dentista. El cuadro me recordaba a toda esa época oscura que no terminaba.

            Acababa de asistir a la conferencia del artista. Él no se había referido a esa serie de imágenes reproducidas sobre maderas de embalaje. La política no era su preocupación. Más bien comentó sobre la libertad en el arte y el potencial de rebeldía profunda que tiene una obra y sobre las nuevas corrientes de las artes visuales en Alemania, donde estudió.

            De pronto, lo sentí detrás de mí. “¿Te gusta?”, me preguntó. “Sí, quisiera comprarlo, pero no sé cuánto vale”, le respondí. Era la primera vez que intentaba adquirir una obra de arte y no conocía de galerías, merchantes ni precios posibles. Tenía en casa dos hermosos retratos de la realidad boliviana, pero habían llegado a las paredes por circunstancias especiales. Uno era de Carlos Bayro, detenido desaparecido desde 1972 y había que cuidar su último mural; otro era una acuarela que Juan Conitzer me regaló como recuerdo del golpe de estado de 1980.

            “¿Cuánto tienes?, preguntó Roberto Valcárcel al comprender mi timidez. Tenía cien pesos, cien inolvidables pesos recién saliditos de la época de la hiperinflación. “Es tuyo”, me contestó y le di directamente a él el billete. Desde entonces hasta este 25 de julio de 2021 colgó en la sala de nuestro hogar. Será heredado por otra amante de la pintura del artista que murió este fin de semana en Santa Cruz de la Sierra.

            Lo conocía desde el Colegio Alemán y como vecino de Sopocachi. Eran legendarias sus dotes para la creación con diferentes materiales, desde los tradicionales en un caballete hasta los más inusuales. Se especializó en la patria de sus antepasados, donde pudo quedarse, porque había ya conquistado espacios en el mundo del arte y de la arquitectura, pero prefirió retornar a La Paz.

            Volvió como otros bolivianos que aman a su país sin pedir ninguna retribución. Regresó para difundir lo que había aprendido: cursos, conferencias, talleres, cátedras. Decenas de jóvenes recibieron de él la ilusión de un mundo más hermoso. Vivía de su trabajo; tenía amigos porque era buen tipo; tenía seguidores porque era un maestro.

            No alquiló su capacidad para pintar cuadros a presidentes o poner hojas de coca alrededor de sus paneles. Ni degolló animales para conseguir el apoyo de unos senadores. Recibió suficientes premios y reconocimientos en vida.

            Sus obras son memoria de Bolivia y a la vez son su propia memoria, su eternidad.

viernes, 23 de julio de 2021

DE BALCÓN DE POETAS A CANIL DE PERROS

 

            Hace medio siglo Julio de la Vega publicó “Matías, el apóstol suplente”. Para festejar, la Carrera de Literatura de la UMSA prepara una edición especial. La novela consagró al poeta. En vida, fue homenajeado por la Fundación Cultural Cajías, con el respaldo de la Oficialía de Cultura de la alcaldía paceña. A su muerte, la FCHCK, en alianza con el Centro Cultural Patiño, organizó un conversatorio sobre su obra. Raquel, Juan Carlos, Albita, Mónica, sus mejores alumnos, dieron seminarios y conferencias.

            Este 20 de julio, su principal espacio de inspiración, el parque de El Montículo se cae a pedazos por la acción de diferentes frentes de ataque y la ignorancia de los vecinos. En el pasado, el espacio verde de Sopocachi era conocido como “el balcón de los poetas”, o como “balcón de los enamorados”: oda, amada, luna, arboleda, lucero, gárgola, montaña.

            Como tantas veces contamos, el parque era el lugar preferido de los bohemios agrupados en la segunda generación de “Gesta Bárbara” para trazar la ruta de las serenatas. Conciertos originales pues eran acompañados por el piano de mi abuela Enriqueta Rodríguez, instrumento que trasladaban entre todos debajo de la ventana de una enigmática Ninosca.

            Los irreverentes “bárbaros” se bañaban desnudos en la fuente de mármol donada por la colonia italiana, frente al nevado guardián, el Illimani. No hacían daño a nadie. Décadas después aparecieron pandilleros que destruían los bordes con piedras o martillos hasta que Neptuno quedó enrejado. Ahora es un pastor alemán el que se baña en las aguas ante el festejo de su dueño que cree que es un logro.

            Durante años, los estudiantes aprendían las lecciones mientras paseaban por las veredas y muchos saludaban con reverencia a Julio en su caminata cotidiana. Ahora, ni ellos ni él ni sus colegas podrían transitar distraídos, sin enfrentar ladridos, sin pisar excrementos.

            Aunque hay tres turnos de barrenderas, no pasan muchos minutos después de su esfuerzo, sin que un can ensucie la vereda. A veces vienen de tres en tres, de cinco en cinco. ¡Pobre Julio!, si viese sus barandas de soltero. Ya no son los milicianos los que alborotan, son las jaurías. Destruyen las jardineras, los geranios, las margaritas.

            No podría pasear con una niñita de la mano porque ayer nomás una madre fue hostigada por reclamar a la mujer cuyo dóberman ladraba a su hija de seis años. ¡Una insolencia!, molestar a un perro para permitir que corra una chiquilla. Igual que al motociclista, a quien otro dueño de canes le grita por intentar apaciguar al vagabundo que lo persigue. Me imagino a Julio con su paraguas intentando evitar las mordeduras, las basuras. ¡Cómo lo tratarían las nuevas sectas perrunas!

            Las calles, las plazas, los parques infantiles están copados por las manadas y son pocos los amos que saben cómo criar a un perro, sin gritos que perturben al vecindario, sin aumentar el estropicio. No son forasteros; son los propios dueños de casa. Una sobrepoblación, a pesar de los estudios sobre la contaminación que traen las heces de animales. A pesar de que cada día, las asistencias atienden decenas de mordeduras, algunas muy dramáticas como esta semana en Sucre, sin que el dueño se haga responsable por ello.

            Quedó muy atrás la época cuando la vecindad tenía perros que no molestaban al otro; cuando los paceños amaban y cuidaban al Montículo; cuando los poetas paseaban tranquilos con sus alumnos, con sus amigos, cuando convivían naturaleza, humanos, mascotas. Julio: ya no reencontrarías tu refugio.

viernes, 16 de julio de 2021

CUBA, FINAL DE UNA UTOPÍA

 

            Cuba está hecha añicos. No por culpa del perverso bloqueo de la administración estadounidense por 70 años, sino por responsabilidad de sus jerarcas que la gobiernan sin ser capaces de crear las condiciones para resolver las demandas básicas de la población.

            La Revolución Cubana de 1959 despertó muchas simpatías porque presentaba a David enfrentando a Goliat, rodeada de leyendas heroicas y dignidad frente al gigante vecino. A ello se agregaba la atención a la niñez sin discriminación para garantizar su acceso a la salud, a la educación, al deporte y la cultura.

            Sin embargo, el envío de agentes y soldados convertidos en guerrilleros significó una primera fractura porque sus acciones provocaban la muerte de compatriotas y aceleraban la violencia interna. Esa apuesta enfrentó resistencias en los propios movimientos revolucionarios como los Tupamaros en Uruguay y la fracción democrática de los sandinistas en Nicaragua.

            Con la llegada de la democracia al Cono Sur y a Centroamérica se restablecieron las relaciones diplomáticas entre América Latina y Cuba, rotas por la presión de Washington en los años sesenta. Era de esperar una convivencia armónica con intercambios comerciales, culturales y de conocimiento o experiencias. Así fue una temporada, más aún después de la caída del Muro de Berlín en 1989.

            Ello cambió desde la aparición del chavismo en Venezuela y su posterior influencia en el continente. Cuba se transformó de David en un régimen con ambiciones imperiales para controlar espacios de la seguridad interna, la propaganda y el discurso en varios países.

            Evo Morales entregó a los cubanos y venezolanos la vigilancia de sus movimientos, sobre todo cuando acudía a hoteles o a centros de convenciones. Entregó la soberanía y los mandatos constitucionales de la Policía boliviana y de las Fuerzas Armadas bolivianas en manos extranjeras. Incluso dentro de Palacio de Gobierno y dentro de ministerios donde llegaba como capataz el embajador isleño.

            Corría de boca en boca esa información que fue creando el ambiente de rechazo a los cubanos y a los venezolanos en Bolivia, a pesar de la simpatía anterior. Personalmente me resistí a esa ruptura hasta noviembre de 2019 cuando tuve evidencias de esa inferencia y, peor aún, del desprecio con el que se manifestaron diplomáticos cubanos contra los bolivianos por “desagradecidos”.

            El entonces ministro de Economía Luis Arce Catacora nunca explicó cuánto, cómo, por qué se entregaba dinero a Cuba por la presencia de brigadas médicas en Bolivia. El sistema con rostro bueno -muchos médicos cubanos salvaban vidas bolivianas- escondía un cuadro pervertido llevándose dinero que podría servir para fortalecer hospitales locales, apoyado en un esquema de semi esclavitud, como bien lo detalla la jurista Gisela Derpic. En vez de trasladar tecnología y ayudar al gobierno masista a crear un sistema de salud universal, La Habana se quedó con recursos bolivianos. El escándalo de una funcionaria cubana con cantidad en efectivo en El Alto durante las protestas fue clara señal.

            Mientras los jóvenes cubanos, sobre todo artistas, que ya no tragan el cuento de la malvada Schangó yanqui, comenzaron a demandar Pan y ¡Libertad! El Movimiento San Isidro es la chispa que encendió el polvorín de las protestas. A la vez es el rostro de la represión a chicos negros, pobres que pintan cuadros o que componen canciones. El régimen ha intentado denigrar en lo más profundo a sus líderes a través de una amplísima red de espías y paramilitares. Para su sorpresa, la respuesta ciudadana ha sido: “basta de dictadura”. Como en octubre de 2019 en Bolivia, la gente de a pie es la vanguardia en la búsqueda de las garantías democráticas. Así escribió José Martí: en los pueblos sojuzgados siempre va a quedar cierta cantidad de decoro.

viernes, 9 de julio de 2021

EL NO ESTADO Y LA COCA

 

            Parece una manifestación o un bloqueo. Al ingresar cualquier lunes, desde el norte amazónico y Los Yungas con la ciudad de La Paz, el turista se topa con cuadras llenas de bultos de coca dispersos por veredas y calzadas; camiones y buses parqueados en doble fila; carretillas de diversos tamaños y formas; gente sin barbijos, caminando apresurada ofreciendo o comprando la mercadería; vendedoras de mates o jugos de linaza; cargadores. Gritos, muchos gritos.

            El recorrido en la ruta Kalahahuira que normalmente consume de cinco a diez minutos puede durar entre una hora a dos horas, sobre todo si alguno de los transportistas decide detenerse para bajar las decenas de bolsas de yute con el oro verde que valdrá más cuando se vuelva oro blanco.

            Una fila de policías bien armados vigila el negocio, mientras transitan hacia galpones algunos campesinos con abarcas, muchas mujeres cargando criaturas, y otros hombres con rostros con cicatrices, sin tapabocas, algunos con los típicos pasos de la embriaguez. Fajos de dinero.

            Así es en este 2021 el mercado de venta de coca en La Paz, después de los continuos asaltos al mercado legal de Villa Fátima de militantes del Movimiento al Socialismo, con apoyo del gobierno. El edificio de APDECOCA que supuso un orden con control social de las organizaciones de los cocaleros yungueños está ahora cercado.

            Al no poder tomar las instalaciones, los masistas protegidos por la policía usada por ese partido político, han creado un mercado ilegal callejero, donde nadie sabe quién, cómo, cuánto vende de coca y, sobre todo. a quiénes y para qué.

            El afán del presidente Luis Arce por seguir las líneas del dirigente cocalero del Chapare Evo Morales Ayma ha desencadenado el caos, la injusticia, la disputa entre hijo y padre, entre coripateño y coroiqueño, entre hombres y mujeres y ha hundido la legalidad de la venta de la coca yungueña tradicional. Además, con latente violencia cada jornada.

            Así como la venganza por los hechos de noviembre de 2019 destruye la institucionalidad policial y militar, también se encarga de anular a las dirigencias sindicales elegidas por sus bases. Antes, el MAS encarceló al líder yungueño Franklin Gutiérrez al punto de no permitirle ni siquiera asistir al entierro de su guagüita de cuatro años; ahora persigue a todos los dirigentes que no obedecen al partido.

            En el otro extremo de la ciudad, en la sede de la que fue orgullo de la industria nacional, Fábrica de Tejidos SAID, los cocaleros afines al MAS construyeron galpones de ladrillo visto para almacenar coca. En ese momento los respaldó el gobernador César Cocarico. Aquella construcción hermosísima y cálida que albergó al proletariado ilustrado paceño fue convertida en feria de ropa usada y de coca ¿legal?

            Arce visitó Coripata esta última semana. Prometió obras azules si votan por el MAS y sus aliados. ¿Qué obras? ¿Cómo llegaría, en helicóptero o en vehículo? Si pasó por la carretera habrá comprobado que 15 años después de anuncios, bombos y cintas, el camino sigue de tierra, con puentes en mal estado y los carteles con Evo prometiendo progreso para la zona desaparecieron porque nada se cumplió. En cambio, se han multiplicado los vehículos chutos que se convierten en chatarra junto a las naranjas y mandarinas que se pudren bajo los últimos árboles frutales.

            El No Estado tiene en Los Yungas paceños un triste ejemplo. Aquella tierra que era la gran productora de coca, café, tabaco, cítricos, arroz, chocolate y que dinamizaba la economía regional, hoy es apenas una sombra.

           

viernes, 2 de julio de 2021

EL ÁGAPE EN LA BIOGRAFÍA DE HUÁSCAR CAJÍAS

            Confiesa Maggie Ruiz, la mejor amiga de Huáscar Cajías Kaufmann desde su época de universitario, que él la invitaba a comer “cabecitas” de cordero en un local de Miraflores. Era entonces un muchacho de recursos económicos limitados, alquilaba una habitación en la casa de las hermanas Núñez del Prado, en Sopocachi, y almorzaba y cenaba en una de las ramas de la “Pensión Ruiz” que tan bellamente describe Fernando Andrade en uno de sus libros.

            Cajías aprovechaba diferentes momentos del día- sea jueves o domingo, feriado o lunes por la mañana- para acompañar el alimento con el sentido que tenían los primitivos cristianos cuando convocaban a un ágape. La reunión alrededor de un pan para fortalecer la Solidaridad y la Unión, la Fraternidad era una costumbre cotidiana de Huáscar esposo, papá, amigo, colega, abuelo o simplemente como ser humano que cultiva ese Amor compasivo tal como lo describe La Biblia.

            En un sentido ordinario, era fama el gusto de la estirpe yungueña de los Cajías por preparar grandes comilonas y disfrutarlas compartiendo con muchos convidados. Así sucedía con toda la parentela. En la casa de la Méndez Arcos 815 de los Cajías todos los días había amigos. A la hora del té, más de 20 chiquilines del colegio o del barrio disfrutaban una bebida caliente, una marraqueta con mantequilla, queso, mermelada y a veces paté de hígado o carne frías “Stege”.

            Huáscar Cajías bendecía los bocados. Compraba 10 pesos de pan cada jornada para que alcance y sobre; algunos de sus estudiantes olían asombrados que llegaba a la clase con un paquete con embutidos entre los libros. Norita Claros recuerda que al salir de “Presencia” le invitaba algún entremés en “Las Velas” y compraba chicharrón o fritanga para sus hijos, aunque a veces era ya de noche. Celebraba especialmente las festividades anuales con las tradiciones: api con buñuelos, maní tostado, chairo, dulces en miniatura, sucumbé, anticuchos, puchero, bizcochuelo, sea la novena para la Vírgen, el aniversario paceño, carnavales, semana santa, navidad, todos santos…

            Carmen Terrazas comenta que lo primero que hizo cuando la reconoció en la calle fue comprarle un chocolate. Cada domingo llevaba salteñas a sus suegros. Martha Elena, su comadre colombiana, se sentía protegida porque Huáscar le preparaba su cena cuando ella esperaba a su hijo Fernando. Era famoso entre las caseritas de los mercados Camacho o Sopocachi por su habilidad para escoger frutas y su conocimiento para pedir los cortes de la carne. Sus amigos esperaban su cumpleaños para celebrar con un picante surtido con siete diferentes carnes y todo tipo de guarniciones que se servía en bandejas por su abundancia. Atendiendo varios trabajos como sabio multifacético y a cientos de alumnos, tenía tiempo para cocinar para sus hijos y nietos, aunque llegaron a ser casi 50 comensales.

            Cualquier mendigo que tocaba su puerta recibía un plato de comida caliente; nunca una sobra.

            En el sentido divino, Huáscar Cajías K. cumplía todos los amores que Jesús enseñó entre sus discípulos: el amor romántico, el amor familiar, el amor fraternal y el Amor a Dios. El Ágape en el sentido más perfecto del banquete, del com-Partir, de la Re-Unión, de la Comunión, de la Caridad.

            Por ello, sus descendientes en diferentes continentes lo celebrarán en su Centenario este 7 de julio de 2021 con la Misa y con la Mesa, donde seguramente se sentirá su aliento vital; el soplido de la presencia de lo sagrado.