Confiesa Maggie Ruiz, la mejor amiga de Huáscar Cajías Kaufmann desde su época de universitario, que él la invitaba a comer “cabecitas” de cordero en un local de Miraflores. Era entonces un muchacho de recursos económicos limitados, alquilaba una habitación en la casa de las hermanas Núñez del Prado, en Sopocachi, y almorzaba y cenaba en una de las ramas de la “Pensión Ruiz” que tan bellamente describe Fernando Andrade en uno de sus libros.
Cajías aprovechaba diferentes
momentos del día- sea jueves o domingo, feriado o lunes por la mañana- para acompañar
el alimento con el sentido que tenían los primitivos cristianos cuando
convocaban a un ágape. La reunión alrededor de un pan para fortalecer la Solidaridad
y la Unión, la Fraternidad era una costumbre cotidiana de Huáscar esposo, papá,
amigo, colega, abuelo o simplemente como ser humano que cultiva ese Amor
compasivo tal como lo describe La Biblia.
En un sentido ordinario, era fama el
gusto de la estirpe yungueña de los Cajías por preparar grandes comilonas y
disfrutarlas compartiendo con muchos convidados. Así sucedía con toda la
parentela. En la casa de la Méndez Arcos 815 de los Cajías todos los días había
amigos. A la hora del té, más de 20 chiquilines del colegio o del barrio
disfrutaban una bebida caliente, una marraqueta con mantequilla, queso,
mermelada y a veces paté de hígado o carne frías “Stege”.
Huáscar Cajías bendecía los bocados.
Compraba 10 pesos de pan cada jornada para que alcance y sobre; algunos de sus
estudiantes olían asombrados que llegaba a la clase con un paquete con
embutidos entre los libros. Norita Claros recuerda que al salir de “Presencia”
le invitaba algún entremés en “Las Velas” y compraba chicharrón o fritanga para
sus hijos, aunque a veces era ya de noche. Celebraba especialmente las festividades
anuales con las tradiciones: api con buñuelos, maní tostado, chairo, dulces en
miniatura, sucumbé, anticuchos, puchero, bizcochuelo, sea la novena para la
Vírgen, el aniversario paceño, carnavales, semana santa, navidad, todos santos…
Carmen Terrazas comenta que lo
primero que hizo cuando la reconoció en la calle fue comprarle un chocolate.
Cada domingo llevaba salteñas a sus suegros. Martha Elena, su comadre
colombiana, se sentía protegida porque Huáscar le preparaba su cena cuando ella
esperaba a su hijo Fernando. Era famoso entre las caseritas de los mercados
Camacho o Sopocachi por su habilidad para escoger frutas y su conocimiento para
pedir los cortes de la carne. Sus amigos esperaban su cumpleaños para celebrar
con un picante surtido con siete diferentes carnes y todo tipo de guarniciones
que se servía en bandejas por su abundancia. Atendiendo varios trabajos como
sabio multifacético y a cientos de alumnos, tenía tiempo para cocinar para sus
hijos y nietos, aunque llegaron a ser casi 50 comensales.
Cualquier mendigo que tocaba su
puerta recibía un plato de comida caliente; nunca una sobra.
En el sentido divino, Huáscar Cajías
K. cumplía todos los amores que Jesús enseñó entre sus discípulos: el amor
romántico, el amor familiar, el amor fraternal y el Amor a Dios. El Ágape en el
sentido más perfecto del banquete, del com-Partir, de la Re-Unión, de la
Comunión, de la Caridad.
Por ello, sus descendientes en
diferentes continentes lo celebrarán en su Centenario este 7 de julio de 2021
con la Misa y con la Mesa, donde seguramente se sentirá su aliento vital; el
soplido de la presencia de lo sagrado.