viernes, 2 de julio de 2021

EL ÁGAPE EN LA BIOGRAFÍA DE HUÁSCAR CAJÍAS

            Confiesa Maggie Ruiz, la mejor amiga de Huáscar Cajías Kaufmann desde su época de universitario, que él la invitaba a comer “cabecitas” de cordero en un local de Miraflores. Era entonces un muchacho de recursos económicos limitados, alquilaba una habitación en la casa de las hermanas Núñez del Prado, en Sopocachi, y almorzaba y cenaba en una de las ramas de la “Pensión Ruiz” que tan bellamente describe Fernando Andrade en uno de sus libros.

            Cajías aprovechaba diferentes momentos del día- sea jueves o domingo, feriado o lunes por la mañana- para acompañar el alimento con el sentido que tenían los primitivos cristianos cuando convocaban a un ágape. La reunión alrededor de un pan para fortalecer la Solidaridad y la Unión, la Fraternidad era una costumbre cotidiana de Huáscar esposo, papá, amigo, colega, abuelo o simplemente como ser humano que cultiva ese Amor compasivo tal como lo describe La Biblia.

            En un sentido ordinario, era fama el gusto de la estirpe yungueña de los Cajías por preparar grandes comilonas y disfrutarlas compartiendo con muchos convidados. Así sucedía con toda la parentela. En la casa de la Méndez Arcos 815 de los Cajías todos los días había amigos. A la hora del té, más de 20 chiquilines del colegio o del barrio disfrutaban una bebida caliente, una marraqueta con mantequilla, queso, mermelada y a veces paté de hígado o carne frías “Stege”.

            Huáscar Cajías bendecía los bocados. Compraba 10 pesos de pan cada jornada para que alcance y sobre; algunos de sus estudiantes olían asombrados que llegaba a la clase con un paquete con embutidos entre los libros. Norita Claros recuerda que al salir de “Presencia” le invitaba algún entremés en “Las Velas” y compraba chicharrón o fritanga para sus hijos, aunque a veces era ya de noche. Celebraba especialmente las festividades anuales con las tradiciones: api con buñuelos, maní tostado, chairo, dulces en miniatura, sucumbé, anticuchos, puchero, bizcochuelo, sea la novena para la Vírgen, el aniversario paceño, carnavales, semana santa, navidad, todos santos…

            Carmen Terrazas comenta que lo primero que hizo cuando la reconoció en la calle fue comprarle un chocolate. Cada domingo llevaba salteñas a sus suegros. Martha Elena, su comadre colombiana, se sentía protegida porque Huáscar le preparaba su cena cuando ella esperaba a su hijo Fernando. Era famoso entre las caseritas de los mercados Camacho o Sopocachi por su habilidad para escoger frutas y su conocimiento para pedir los cortes de la carne. Sus amigos esperaban su cumpleaños para celebrar con un picante surtido con siete diferentes carnes y todo tipo de guarniciones que se servía en bandejas por su abundancia. Atendiendo varios trabajos como sabio multifacético y a cientos de alumnos, tenía tiempo para cocinar para sus hijos y nietos, aunque llegaron a ser casi 50 comensales.

            Cualquier mendigo que tocaba su puerta recibía un plato de comida caliente; nunca una sobra.

            En el sentido divino, Huáscar Cajías K. cumplía todos los amores que Jesús enseñó entre sus discípulos: el amor romántico, el amor familiar, el amor fraternal y el Amor a Dios. El Ágape en el sentido más perfecto del banquete, del com-Partir, de la Re-Unión, de la Comunión, de la Caridad.

            Por ello, sus descendientes en diferentes continentes lo celebrarán en su Centenario este 7 de julio de 2021 con la Misa y con la Mesa, donde seguramente se sentirá su aliento vital; el soplido de la presencia de lo sagrado.