Hace unos meses, un antiguo militante masista compartió las fotos del expresidente Evo Morales con una jovencita, abrazos, agasajos, salones, aviones. A los pocos días estalló un escándalo con dimensiones internacionales porque involucraba movimientos de la pareja en al menos tres países: Bolivia, México y Argentina. Además, entre los muchos comentarios difundidos en redes y medios mundiales, un famosísimo periodista estadounidense contó una escena entre Evo y la chiquilla en cuestión.
Ninguna fuente cercana a Morales
negó la relación sentimental entre el sexagenario y la cuasi adolescente, como
sucedió con los enredos y contradicciones en torno al affaire “Zapata” que
incluyó un millonario documental financiado con dineros del estado: “El cartel
de la mentira”.
Lo que llamó la atención en 2016, en
2019 -y en muchísimas ocasiones en las cuales el dirigente cocalero denigró a
obreras, empleadas, ministras, líderes sociales-, fue el silencio de
plataformas feministas como la Coordinadora de la Mujer (directora Mónica
Novillo, desde 2017). Existe como una complicidad curiosa de encubrir los
excesos cuando los cometen “revolucionarios”, “indígenas”, “socialistas”.
Un manto de hipocresía cubre los
desbordes de una larga lista de “izquierdistas”, como lo demostró Federico
Andahazi al historiar la historia sexual de mandatarios argentinos incluyendo
lo que sucedía en los grupos guerrilleros. Acá también se conocía, pero ninguno
de los testigos declaró, cómo las disputas por favores sexuales y los
entreveros amorosos desmoralizaron al Ejército de la Liberación Nacional (ELN)
con saldos trágicos de muertes, suicidios, torturas.
En el caso de Evo Morales, un sobrio
dirigente en su agonía contó su arrepentimiento por haber callado lo que sabía.
Y lo que sabía enloda tanto al personaje, a las propias dirigentes cocaleras y
al entorno palaciego.
El fariseísmo de muchas seguidoras
de Evo en torno a los derechos y reivindicaciones de la mujer en este nuevo
siglo muestra también otra faceta oscura. Hay la candidata que intenta usar las
artes de la antigua seducción o coquetería para atraer votantes, mientras calla
sobre temas como “pedofilia”.
El “antiimperialismo” también convivió
con el incesto del presidente Daniel Ortega contra su hijastra Zoilamérica
Narváez desde que ella tenía nueve años. Su propia madre y actual
vicepresidenta, Rosario Murillo, encubrió al agresor sexual, como parte de su
insania y discurso esotérico. Los tribunales nicaragüenses desestimaron la demanda
y la agredida tuvo que salir al exilio. Ella no se ha cansado de denunciar a su
padrastro, aunque fue acusada a su vez de ser agente del “enemigo”, amenazada y
acorralada por el poder sandinista.
En estos meses, la publicación de un
libro en Francia detallando los abusos del famoso intelectual Oliver Duchamel
contra su hijastro de 14 años no sólo destapó los miles de casos de incesto,
sino también una “red” de encubridores socialistas. La hermana gemela de la
víctima, Camille Kouchner, ha revelado que otras personas sabían, pero no la
apoyaron porque su padrastro es un importante cientista social. En actuales debates,
varios analistas coincidieron que la izquierda del 68, los “revolucionarios”,
los socialistas fueron permisivos con estos comportamientos a nombre de una
“libertad sexual” sin atender a las víctimas o a los denunciantes.
¿Existió en algún momento en lo que
llamamos “izquierda” un grupo ético comprometido con una nueva humanidad? O
fueron sólo espejismos.