En la primera ola de la pandemia, Joan Manuel Serrat envió un mensaje de consuelo a los miles de personas y familias que estaban de duelo. Era el peor momento de un silencio inédito en la Rambla, en Plaza de San Pedro, en el Montículo.
Empezaba el audio con unas palabras,
quizá “políticamente incorrectas” para los fundamentalismos actuales, llenas de
esa forma de hablar de antes, de las épocas cuando los esposos eran simplemente
“mi marido”, “mi mujer”. Decía el compositor: “Con mi señora les queremos
enviar un saludo muy solidario, un abrazo fuerte, fuerte” y cantó.
Serrat lleva décadas casado con la
misma mujer, tiene hijos con tan buena voz como él y como la abuela que enseñó
a cantar a “Juanito” mientras cocinaba o tendía las camas. En los muchos
homenajes dedicados al autor de “Mediterráneo”, él habla de sus orígenes, de su
barrio, de la playa como lo haría cualquier otro joven de los sesenta.
Así, durante la paralización mundial
del otoño europeo de 2020, él expresaba lo que muchos sentían y de alguna
manera también despedía a un mundo que muchos otros igualmente lloraban. Ese
mundo de pelota en la calle, de pan con queso, de piropos a las chicas, de
tomar todos del mismo vaso, de compartir un cigarro. Cuando las personas no
necesitaban dar declaraciones escandalosas ni contar intimidades para salir en
la portada.
También corrían por las redes sociales
las muchas interpretaciones de “Resistiré” compuesta por otros músicos
españoles, casi contemporáneos, el Dúo Dinámico. “Cuando pierda todas las
partidas, cuando duerma con la soledad, cuando se me cierren las salidas…,
cuando sienta miedo del silencio…, cuando el mundo pierda toda magia…
¡Resistiré!,
¡Resistiré!”. Una tonada que se convirtió en himno contra los estragos
emocionales del Covid 19, desde adultos en balcones madrileños a policías en
plazas paceñas, coreada por médicos de urgencias. ¡Resistiré!
“Resistiré” fue un éxito del dúo
formado por Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, como muchas otras de sus
canciones dedicadas a los “ojitos negros”, o al “amor de verano”. Historias
románticas y simples que ayudaban a burlar al franquismo y a las dictaduras
militares latinoamericanas no a través de la consigna ideológica, sino con el
amor y el romanticismo.
Manuel y Ramón han formado sus
familias estables, muy lejos de programas televisivos argentinos de banalidades.
Ni su hijo conocía la fama de su padre, no era necesario. Lo importante era
saber cantar, componer canciones conmovedoras, compartir con todo tipo de
público, con la guitarra en bandolera, el jersey amarillo marca mamá.
Cuando el año pasado, treinta
músicos se reunieron para repetir “Resistiré”, ellos aparecieron en las
pantallas tan sencillos como siempre. Con ese decoro personal que reclamaba
José Martí para las personas que luchan por la humanidad desde el corazón.
Millones de visualizaciones. Decenas de versiones en la América morena.
En contraste, esta semana, los
celulares bolivianos fueron inundados por un cantante patético. Sin barbijo
porque no tiene por qué obedecer la normativa, con la candidata Adriana
Salvatierra dando las palmadas y el denunciado Cronembold con polera de Boss,
el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Luis Arce Catacora, coreaba en
un mercado de campaña, como en alegre guitarreada: “Cunumisita”.
Al mismo tiempo, los titulares de la
prensa nacional anunciaban la muerte de otro médico por Covid 19; van 140 entre
medio millar de trabajadores en salud de los 10 mil muertos, 220 mil
contagiados y sus secuelas. Bolivia guarda luto. Arce canta a viva voz.