Se abre un año de nostalgia por los
aniversarios que se cumplirán en estos 365 días, cuya actualidad hace pensar
que al final nada cambia, que las injusticias y perversidades siguen
inamovibles; aunque, al mismo tiempo- como escribió José Martí- “hay siempre
otros hombres que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los
pueblos su libertad”.
Son cincuenta años del asesinato del
ex Fiscal General estadounidense Robert Kennedy, terco servidor público que
intentó desentrañar y desbaratar a las mafias incrustadas en los pasillos del
estado más poderoso. Sucedió igual más tarde con los jueces italianos de Manos
Limpias. Ahora el equipo de Sergio Moro en Brasil devela la descomposición de
la izquierda y cuanta porquería envuelve a dirigentes del continente.
También fue baleado el 68 Martín
Luther King, un predicador baptista, seguidor de los métodos de la no
violencia. Parece increíble que medio siglo después continúen los dramas
motivados por razones étnicas, como el abominable caso de los rohinyas, asediados
por los budistas. El racismo es cotidiano en todo el mundo; sin embargo, suman
más los activistas, muchos jóvenes, en defensa de los migrantes y del “otro”,
como el hermano soñado en el Himno a la Alegría.
De esos acontecimientos, sin duda
será de gran debate el caso del llamado “Mayo del 68”, o “Mayo francés”, que a
la vez se cumplió en fechas similares a la famosa Comuna de París de 1871,
cuando los guardias patriotas, los obreros y muchos jóvenes tomaron el poder
por unos meses. La imagen de la Comuna libertaria es aún una referencia para
quienes luchan contra lo opresión, aunque también hay otros que la usan para
sus propios intereses mezquinos.
Seguramente en los próximos meses
tendremos otros foros sobre la gran movilización estudiantil de 1968. Ya en
enero sobresale como un preludio el parecido de las imágenes del mayo parisino
con los rostros y los mensajes de los nuevos movimientos juveniles en
diferentes lugares del mundo.
En Bolivia, el año que acaba de
concluir fue el de las plataformas juveniles, bien reconocidas por varios
anuarios periodísticos. Esos movimientos, espontáneos, sin jefes ni
estructuras, sin ambiciones personales, son resonancias en el tiempo y el
espacio de aquellos comuneros adolescentes asqueados del manejo de la cosa
pública.
Entre ellos, una vez más, el grito
femenino es tan atrevido en la plaza de Santa Cruz de la Sierra, como el de esa
muchacha emblemática que bandera al viento y camiseta rayada cruzaba el Sena
para decir ¡basta! No buscaba el poder, ni siquiera la confrontación contra las
fuerzas policiales. Quería mostrar que no estaban rendida, que no estaba
cansada, que el consumismo no había aturdido su entendimiento.
Las pancartas, los grafitis de
entonces, las flores en la oreja, los largos cabellos son ahora originales
memes, creativos afiches, artes sutiles donde las burlas contra el presidente
del estado plurinacional, su vice y sus ministros no son por maldad sino por
esperanza. Un gesto simple, la universitaria subida a la tarima en plena casona
del cetro paceño, para defender al TIPNIS, es tan fuerte como “tomar el cielo
por asalto”.
Las protestas genuinas comienzan
casi siempre así. La pregunta usual es, ¿cómo seguir? El transcurrir del 2018
dará las respuestas.