A fines de julio del año pasado,
Lily Gabriela Montaño, al alabar el “cambio de lógica” del nuevo Código Penal,
declaraba a la Agencia EFE que se planteaba castigar con 25 años de cárcel por
forzar sexo en el matrimonio. “Es absolutamente posible que una mujer dentro
del matrimonio en un momento no esté de acuerdo con tener relaciones sexuales
con su pareja y su pareja tiene que tener la capacidad de respetarla y si no la
respeta, es violación”. Dijo que el reto estará en “explicar a un juez, fiscal
o policía que deje de exigir pruebas de violencia a las víctimas”.
¿En qué mejora esa idea al antiguo
Código Penal? ¿Cuál es el sentido de ese castigo? ¿Qué interpretará un juez?
¿Hubo un forcejeo una vez, dos veces, cinco veces? ¿Por qué sigue entonces ese
matrimonio? ¿Qué dicen de la esposa que no se deja tocar? ¿Quién probará
realmente violación dentro del matrimonio? ¿Y si es una unión de dos personas
del mismo sexo, cómo va la cosa?
¡25 años de cárcel para el marido
que actuó con o sin violencia! Mientras se tiene compasión con los que roban al
Estado o al Banco Unión, con las Zapatas y los traficantes de drogas en los
colegios. Se niega a los médicos su objeción de conciencia en casos de aborto y
se criminaliza a los pediatras que salvan miles de vidas.
Así es el Código Penal que quieren
imponer al pueblo boliviano. Y ese fue el tono permanente de Montaño en los
meses de debate. Mientras Gisela López se limitó a insultar en vez de
“canalizar” como es el mandato de su cartera el diálogo y la información entre
el Poder Ejecutivo y la sociedad civil. Desde el otro frente, Ariana Campero se
dedicó a echar fuego a lo que todavía era una brasa, imitada ahora por Alfredo
Rada.
El 25 de mayo, la otra defensora del
proyecto, Susana Rivero “advirtió que el artículo sobre el aborto no cambiará
un milímetro” y junto a su colega Adriana Salvatierra se burlaron de los
miembros de la Plataforma por la Vida. “No vamos a negociar los derechos de las
mujeres con mentiras y con infamias. Esta comisión no va a mover ni un
milímetro lo que aprobó”.
Eran vanas las reuniones y más tarde
las legisladoras no recibieron a representantes católicos. Escucharon lo que
ellas querían, aunque las encuestas mostraban que la posición mayoritaria de la
población era otra. ¿Por qué se negaron a encontrar propuestas aceptables para
todos? Rivero ahora pide diálogo, parece ya tarde.
No es sorprendente la activa
participación de las comunidades religiosas en las marchas de los últimos
cuarenta días, la actitud de pastores, monjas y curas, obispos y de la propia
Conferencia Episcopal. En varios momentos, diferentes representantes del
Movimiento al Socialismo los han ofendido, sin respetar la confianza de los
bolivianos en la Iglesia. Por algo la muchedumbre cruceña terminó su protesta rezando.
Todavía siguen empeñados en no
escuchar, en no entender lo que está sucediendo en las calles y en los paros
cívicos, por qué salen los ciclistas, los ancianos, las mujeres, las comparsas,
las caseras. ¡Y nadie les pide fichas!
Olvidad las metas de su Plan de
Desarrollo 2016-2020: “Saber Comunicarse y Escuchar: se ha promovido el diálogo
y complementariedad entre las personas y la sociedad”; “Saber Amar y Ser Amado:
se ha avanzado en la construcción de una sociedad con afectividad en todas sus
expresiones”.