Los ciudadanos somos testigos de las
decadentes declaraciones de autoridades nacionales. El primer mandatario se
ocupa de quienes hacen caca en el bosque, porque ya olvidó cómo son las
letrinas en su altiplano natal. Se suma el senador que habla de baños en
Washington porque no se informa cómo andan las cosas por casa.
La escatología no es algo nuevo entre
los conductores del proceso de cambio y hay un librito best seller que recopila
esos dichos. La escatología en su significación más olorosa y no la otra
traducción que hace referencia al estudio de la eternidad.
Sería más interesante que se ocupen
de investigar y mejorar los llamados servicios higiénicos a lo largo y ancho de
la geografía nacional, ya que el tema tanto los inquieta. Un estudio de UNICEF
en Trinidad revela cómo las condiciones de los excusados en los colegios son
una agresión al pudor y a la dignidad de las adolescentes.
Los turistas son los que más sufren,
sobre todo los que están acostumbrados a un aseo decente. Un recorrido por los
pueblos más emblemáticos en el ingreso de visitantes es casi horroroso. Por
ejemplo, en Copacabana, donde, salvo los mejores hoteles, el forastero debe
usar un baldecito para echar agua al inodoro y para lavarse las manos, sacando
agua de un turril sucio. Situación que se repite a lo largo de la ruta hasta La
Paz en las cuatro horas de viaje.
En el hermoso Salar de Uyuni la
experiencia es igual, los buses no tienen baños y el tren de la Ferroviaria
Andina ofrece un servicio espantoso. Al llegar al gran centro turístico, el
viajero no encuentra ni buenos baños, ni buenos restaurantes y el desorden es
otro reflejo del descalabro nacional.
En BOA ni los baños de primera clase
en los aviones alquilados para la ruta a Europa tienen jabón líquido y toallas
de papel suficientes. Lastimosamente la gentileza de sus empleados no suple los
crecientes problemas como la suspensión de vuelos en todo el verano del norte y
las últimas cancelaciones. El aspecto de los baños suelen ser el umbral de la
buena administración en cualquier empresa.
En el supuestamente principal
aeropuerto en Santa Cruz de la Sierra no funcionan los secadores, ni hay jabón
ni papel, como denunció un viajero hace poco. En el flamante aeropuerto de
Sucre ni siquiera hay un aparato eléctrico instalado.
La falta de previsión para atender
las urgencias gástricas de los constituyentes y los usos y costumbres fueron
uno de los choques culturales el 2007. Son muchas las historias que se podrían
contar sobre los baños en Bolivia; son como su espejo.