Hace quinientos años éramos colonia
en tiempos de Carlos V; hace 100 años éramos colonia anglosajona en tiempos de
Churchill y Roosevelt; ahora somos colonia china, rusa y venezolana en tiempos
de Maduro y del socialismo del Siglo XXI. Cambia el estilo, no las ambiciones.
Carlos Gill (1956, paraguayo
venezolano) representa claramente cómo Bolivia pasó de una dependencia a otra,
aunque ahora de forma más salvaje y ordinaria, porque la nueva rosca (clase
emergente la llaman en otros países), no trae tecnologías.
Carlos Gill, esposo de una
comunicadora, compró y hundió uno de los más sólidos periódicos paceños al
ponerlo al servicio del oficialismo, a pesar del capital inyectado, a pesar de
la publicidad estatal, a pesar de heredar un producto diverso y profesional. Lo
hizo en silencio, escondido.
Después figuró como presidente de
las empresas ferroviarias bolivianas, capitalizadas en los años noventa, tanto
la oriental como la andina. Empresas que el Estado Plurinacional decidió no
“nacionalizar” ni salen en informes congresales sobre la capitalización. Hace
poco, los transportistas cruceños se quejaban porque esos vagones acaparan la
producción soyera.
En sus directorios aparecen Mauricio
Eloy Etienne Solares, a la vez relacionado con la obra civil para el teleférico,
dueño de 224.500 hectáreas en Pando para explotar madera con su empresa MABET;
Leonor Montiel Parra de Bedoya, (venezolana) esposa de un alto ejecutivo
bancario y representante de PDVSA (Etienne declaraba hace años que ese banco y
el Banco de la Unión lo ayudan en sus millonarias exportaciones); Mauricio
Costa du Rels Flores, suplente del director titular (vicepresidente) Julio
Augusto Montes de la Ferroviaria Andina, en 2015; Montes fue el primer
embajador bolivariano de Venezuela en tiempos de Evo Morales (destituido
intempestivamente el 2009), comprador de Gravetal a los colombianos.
Accionistas de Gravetal: Inversiones
Inversoja (99%), Katarina Gumucio Stanbuck (ligada a Abya Yala y a la fundación
Evo, Juan Ramón Quintana les donó tres vehículos del Estado), Juan Valdivia
Almaza. El socio mayoritario de Inversoja es Juan Valdivia Almaza (ex
congresista masista). La empresa funciona en el edificio del BNB en Santa Cruz.
Es familiar de compradores de hoteles en Santa Cruz y Cochabamba con varios
procesos por incumplimiento de contratos. Socio minoritario era Sebastián
Rivero Guzmán, hermano de Susana Rivero Guzmán, novia de Julio Peñaloza Bretel
de Abya Yala.
Gill y Montiel Bedoya aparecen como
socios de una empresa constructora paraguaya Gómez Nuñez, contratada por Thales
Air Systems para construir las torres para los radares que el Ministerio de
Defensa compró a Francia en 2016. La filial boliviana fue inscrita cinco días
antes del principal contrato sobre la base de una empresa con capital de Bs
1000 (Bogen SA) cuyo socio es Mauricio Costa du Rels Flores, y es “autorizada”
a contratar a Mauricio Etienne (Cottiene SA), en un negocio de 23 millones de
euros.
Carlos Jorge Gómez Nuñez aparece en
2015 como suplente del director titular Mauricio Etienne en Ferroviaria Andina.
Gill publica muchos de sus negocios
en su portal empresarial, pero no está esta nueva inversión.
En toda esta información, disponible
en Internet, aparecen además datos sobre los problemas impositivos y de manejos
bancarios de varios de estos personajes y de procesos que enfrentan por
diversas causas. ¿Alguna entidad los investigará?