viernes, 13 de octubre de 2017

GILL NO ES UN GIL

            Hace quinientos años éramos colonia en tiempos de Carlos V; hace 100 años éramos colonia anglosajona en tiempos de Churchill y Roosevelt; ahora somos colonia china, rusa y venezolana en tiempos de Maduro y del socialismo del Siglo XXI. Cambia el estilo, no las ambiciones.
            Carlos Gill (1956, paraguayo venezolano) representa claramente cómo Bolivia pasó de una dependencia a otra, aunque ahora de forma más salvaje y ordinaria, porque la nueva rosca (clase emergente la llaman en otros países), no trae tecnologías.
            Carlos Gill, esposo de una comunicadora, compró y hundió uno de los más sólidos periódicos paceños al ponerlo al servicio del oficialismo, a pesar del capital inyectado, a pesar de la publicidad estatal, a pesar de heredar un producto diverso y profesional. Lo hizo en silencio, escondido.
            Después figuró como presidente de las empresas ferroviarias bolivianas, capitalizadas en los años noventa, tanto la oriental como la andina. Empresas que el Estado Plurinacional decidió no “nacionalizar” ni salen en informes congresales sobre la capitalización. Hace poco, los transportistas cruceños se quejaban porque esos vagones acaparan la producción soyera.
            En sus directorios aparecen Mauricio Eloy Etienne Solares, a la vez relacionado con la obra civil para el teleférico, dueño de 224.500 hectáreas en Pando para explotar madera con su empresa MABET; Leonor Montiel Parra de Bedoya, (venezolana) esposa de un alto ejecutivo bancario y representante de PDVSA (Etienne declaraba hace años que ese banco y el Banco de la Unión lo ayudan en sus millonarias exportaciones); Mauricio Costa du Rels Flores, suplente del director titular (vicepresidente) Julio Augusto Montes de la Ferroviaria Andina, en 2015; Montes fue el primer embajador bolivariano de Venezuela en tiempos de Evo Morales (destituido intempestivamente el 2009), comprador de Gravetal a los colombianos.
            Accionistas de Gravetal: Inversiones Inversoja (99%), Katarina Gumucio Stanbuck (ligada a Abya Yala y a la fundación Evo, Juan Ramón Quintana les donó tres vehículos del Estado), Juan Valdivia Almaza. El socio mayoritario de Inversoja es Juan Valdivia Almaza (ex congresista masista). La empresa funciona en el edificio del BNB en Santa Cruz. Es familiar de compradores de hoteles en Santa Cruz y Cochabamba con varios procesos por incumplimiento de contratos. Socio minoritario era Sebastián Rivero Guzmán, hermano de Susana Rivero Guzmán, novia de Julio Peñaloza Bretel de Abya Yala.
            Gill y Montiel Bedoya aparecen como socios de una empresa constructora paraguaya Gómez Nuñez, contratada por Thales Air Systems para construir las torres para los radares que el Ministerio de Defensa compró a Francia en 2016. La filial boliviana fue inscrita cinco días antes del principal contrato sobre la base de una empresa con capital de Bs 1000 (Bogen SA) cuyo socio es Mauricio Costa du Rels Flores, y es “autorizada” a contratar a Mauricio Etienne (Cottiene SA), en un negocio de 23 millones de euros.
            Carlos Jorge Gómez Nuñez aparece en 2015 como suplente del director titular Mauricio Etienne en Ferroviaria Andina.
            Gill publica muchos de sus negocios en su portal empresarial, pero no está esta nueva inversión.
            En toda esta información, disponible en Internet, aparecen además datos sobre los problemas impositivos y de manejos bancarios de varios de estos personajes y de procesos que enfrentan por diversas causas. ¿Alguna entidad los investigará?