03 de julio 2025
En 1975 llegaban al
aeropuerto de El Alto vuelos de Lufthansa, Aerolíneas Argentinas, AeroPerú, Lan
Chile, Panagra, Braniff. Cuando llovía, Varig cubría a los pasajeros con unos
coquetos paraguas que sólo se veía en las películas con Catherine Deneuve. El
viajero podía escoger y escogía viajar en el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB). Los
bolivianos tenían tanto orgullo de su línea bandera que lo consideraban
patrimonio de su principal centro operativo, Cochabamba, y cariñosamente lo
apodaban la Lloyd.
El LAB despertaba un
sentimiento de pertenencia, de ser parte de la familia, de la patria
compartida. Es verdad que otras marcas lograban ese amor colectivo, como la
leche PIL, que mantuvo su nombre (inteligentemente) después de ser privatizada
porque ningún otro sello la ganará en fervor hogareño. También sucedía con
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), seguramente porque en la
memoria más atávica estaba relacionado con héroes y beneméritos (hasta que
llegaron ellos…).
La jactancia con la que
los bolivianos se referían al LAB tenía una historia de luces, cuyos fulgores
tapaban los accidentes. El LAB resumía la relación del Estado con los
inversores privados; el aporte de los trabajadores bolivianos con la excelencia
de los inventores extranjeros; el desarrollo local con las habilidades de los inmigrantes
europeos llegados a inicios de siglo; la valentía de los primeros aviadores
bolivianos como el orureño Juan Mendoza con el progreso.
El LAB fue la segunda
línea aérea en el subcontinente, después de la colombiana Avianca. Hubo un
prólogo con iniciativas personales, inclusive de la potosina Amalia Villa de la
Tapia, y de grupos para poder contar con aviadores y con aviones comerciales y
militares.
Sin embargo, fue el gesto
de Wilhelm Killmann, tronco de una estirpe de cinco generaciones que tanto
progreso da al país, el que marcó la fundación oficial del Lloyd. Kilmann y
otros miembros de la colonia alemana en Bolivia recaudaron fondos para comprar
el primer avión de pasajeros y regalarlo a Bolivia con motivo del Centenario. El
monomotor Junkers F 13 fue adquirido en Dessau, desmontado y vuelto a montar en
Cochabamba. Kilmann fue el primer presidente del LAB. En 1958, a sus 88 años,
presidió el primer vuelo entre La Paz y Buenos Aires en un DC 4 bautizado como
Guillermo Killmann en su honor.
Otros socios del LAB
fueron también alemanes radicados en La Paz y otras ciudades. El primer avión bautizado
“El Oriente” voló entre Cochabamba y Santa Cruz. Valientes mujeres se animaron
a ser pasajeras. Fotos de la época nos muestran esa fase inicial de la LAB.
Fundado el 15 de septiembre de 1915; el primer vuelo oficial fue el 23 de septiembre,
aunque hubo otros ensayos en vísperas del 6 de agosto, fecha patria.
Fue muy importante la
presencia de instructores de Lufthansa que fortalecieron las capacidades de los
pilotos bolivianos. Uno de los pioneros fue Jorge Wiltermann Camacho. Aviones
del LAB ayudaron en la Guerra del Chaco. En 1941 fue nacionalizado y pasó
diferentes etapas en su organización societaria. Sin embargo, no perdió esa
relación primaria con Alemania.
En sus mejores épocas, el
LAB amplió su flota con los Jets. Sus rutas aterrizaron en países vecinos,
Panamá, Estados Unidos hasta animarse a cruzar a Europa. Al mismo tiempo, llegaba
a lugares alejados: de Trinidad o Tarija y poblaciones más pequeñas desde
Cobija a Villamontes, de San Borja a Puerto Suárez. Llegó a acumular 64
destinos. En 1956 se dio el secuestro de un vuelo que llevaba presos políticos,
desviado a Salta, Argentina.
La línea aérea boliviana confrontó
crisis desde los años 80. La capitalización en 1994 fue una estafa. La posterior
compra de Raúl Garafulic Gutiérrez y Ernesto Asbún fue otro desastre.
Entre 2007 a 2010, el
gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) con el impulso estrangulador de García
Linera hundió las posibilidades de salvataje. Los aviones quedaron como fierros
esparcidos en viejos hangares o descampados. Aunque la nueva línea Boliviana de
Aviación aprovechó la experiencia de antiguas tripulaciones y personal técnico,
no hubo la capacidad de relacionar a ambas empresas. Notables pilotos
bolivianos fueron captados por aerolíneas de países árabes.
BOA tiene muchas sombras,
pero queda todavía esa impronta centenaria y la calidez de los empleados que
comenzaron con el LAB. El próximo gobierno puede reorganizarla si hay voluntad y se supera la ignorancia de los ministros tic tokeros.