Dicen
que el presidente Hilarión Daza postergó la difusión de la noticia sobre la
invasión chilena a las costas bolivianas para no entorpecer la celebración
carnavalera. Otras versiones aseguran que ese dato es un mito tejido por los
chilenos y sus oponentes. También aseguran que, aunque hubiese circulado la
noticia, igual los bolivianos hubiesen seguido con la fiesta. Lo cierto es que
en 1879 la República de Bolivia perdió su cualidad marítima y el riquísimo
territorio del Litoral.
Décadas
más tarde se quedó sin el Acre y sus tesoros. Poco después el mapa fue mutilado
en el sudeste por la derrota nacional en la guerra latinoamericana más cruenta
del siglo XX. Únicamente los presidentes ilustrados defendieron la integridad
patria.
En esta
centuria, el (No) Estado Plurinacional está a punto de rendirse ante la nueva
guerra, quizá la última. Parecería que no se da cuenta de la dimensión que
tiene para el futuro de los bolivianos la quema de millones de hectáreas de
bosques y de pastizales.
Otra vez
más es evidente que existe un país que no se interesa lo suficiente en el
impacto de los continuos incendios en las tierras bajas, cada vez más
extendidos.
La gente
respaldó a los marchistas indígenas que defendían la integridad del Territorio
Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure en 2011 porque intuyó que Evo Morales
convertía en cenizas el pulmón nacional. El gobierno burló la victoria moral de
los defensores del TIPNIS y continuó con sus construcciones, respaldado por su
correligionario brasileño Luis Ignacio da Silva, Lula, del Partido de los
Trabajadores.
Existen
muchos estudios, tesis y reportajes que demuestran cómo desde esa fecha con
leyes, resoluciones, acuerdos, permisos legales o ilegales, el Movimiento al
Socialismo (MAS) permitió la quema de bosques, los desmontes, los
avasallamientos, la presencia china envenenando los ríos con mercurio, el
saqueo de minas de oro en Amayapampa, en el Illimani o en todo el norte
amazónico.
No son
solamente turbas llamadas interculturales los protagonistas, también están
listas de ganaderos tradicionales en Santa Cruz, Beni, Pando, que no dudaron en
aplaudir al dictador, regalándole placas y caballos finos. La quema
indiscriminada de pastizales beneficia a diversos poderes económicos.
En 2019,
la protesta ciudadana contra los incendios en la Chiquitanía, entre agosto y
octubre, preparó el escenario para rechazar la turbia reelección
inconstitucional de Morales. En 2023, el fuego continuó insaciable. En 2024,
las llamas han devorado la superficie de países enteros. El hollín y el humo
han invadido más allá de las fronteras.
Un
puñado de héroes, como los médicos en el 2019, son la vanguardia subversiva que
combate con escasos medios a ese nuevo enemigo de Bolivia. Durante semanas los
bomberos y pobladores enviaron pedidos de auxilio sin ser escuchados, hasta el
desastre.
Bolivia
pierde otra guerra.
Sin
embargo, los festejos no se detienen. En la ciudad más contaminada, Santa Cruz
de la Sierra, salieron a bailar en el tradicional Elay Puej en el Cambódromo;
en Sucre danzaron las fraternidades en homenaje a la Virgen de Guadalupe, en
esos convites que imitan a las carnestolendas. A nadie se le ocurrió cambiar
cervezas para enviar donativos a los voluntarios, agotados por 90 días de
intentar detener las llamaradas.
En La
Paz, el sábado 7 de septiembre, se llevó a cabo el festival “La Paz (Bolivia)
Respira”, probablemente el más hipócrita de los pretextos para simplemente
farrear. Con el auspicio entusiasta del alcalde Iván Arias, se anunció un
encuentro musical en defensa del medio ambiente con regalitos de arbolitos
enanos.
Las
redes se encargaron de mostrar la impostura de los supuestos objetivos
ecológicos al borde del Valle de la Luna y del zoológico, con música a
decibeles ensordecedores con luces electrónicas, entorpeciendo la actividad de
los vecinos. El titular de esta versión resaltaba a los cholets, una
arquitectura de inspiración imperial, poco amigable con lo verde. ¿O alguien
encuentra parques o arboledas cerca de los cholets? Emilio Villanueva hace un siglo priorizaba los
jardines cuando construía viviendas, universidades, hospitales y palacetes.
El
discurso de las organizadoras sonaba tan falso como sus disfraces de indígenas “Transformers”,
tan grotesco como el Botox que intentaba ocultar la vejez de sus cachetes. Mientras
las mujeres de rostro curtido y manos callosas peinan sus trenzas con rastros
de mercurio al borde del río Madini o huyen de sus casas que arden en Roboré.
Ese
mismo sábado, la alcaldía también cerró el centro paceño. Otro festejo, otra
farra. Otro pretexto “El día nacional de la morenada” con una minientrada de 20
fraternidades. Los sectores productivos, los que trabajan y pagan impuestos,
debían buscar rutas alternas, aguantar horas de trancadera, perder dinero y
tiempo.
Al finalizar los dos festejos,
era visible la basura, el orinal público, el rastro del dios Baco. Para el trago
no faltan dólares. Bolivia Respira, Versión 4. “Permítanme carcajearme”, como
escribió Alcira Cardona ante los fariseos modernos.
Bolivia
perdió el mar, el Acre, el Chaco. ¡Qué más da ahora perder los bosques! Perder
el aire, el cielo azul, el canto de las aves. Lo único que sería inaguantable
sería perder la borrachera.