viernes, 27 de septiembre de 2024

¿HASTA CUÁNDO EVO?

 

            Hago la larga fila de amas de casa en la carnicería. Los productos no llegaron con la normalidad de otras fechas porque Evo Morales ¡una vez más! amenaza con cercar La Paz con sus huestes cocaleras. En el Super, el autocontrol de precios evita la especulación, pero la gente compra más de lo necesario. En los mercados populares la escala funciona según la demanda y los bloqueos.

            No hay chuletas ni hueso para sopa. “Más tarde, puede ser” anuncia la mujercita con su gorrito blanco impecable y sus manos enrojecidas. Cada madre compra lo que puede. El mercado Rodríguez está desabastecido desde el viernes; el fin de semana funcionó a medias; el lunes cerró por los rumores: los vándalos, que acaban de llegar a la ciudad, planeaban asaltar los puestos. Pagué una bolsa de arroz con el letrero de “primera”; en la cocina descubrí el engaño: es un arroz picado, mazacote y no grano. El tarwi y los productos ecológicos que traen desde Copacabana a la feria no vencieron a las piedras regadas por la ruta.

            La excursión cultural de mi nieto se suspendió “por razones de seguridad para los alumnos”. El viaje a Cochabamba se anuló pues la actividad fue postergada hasta nuevo aviso. La Academia de Ciencias lamentó comunicar que la Sesión de Honor preparada con tanto esmero tendría otra fecha.

            ¡Cuanta gente pierde vuelos, reuniones, operaciones, pagos, paseos, celebraciones por un hombre que desde hace 30 años se ha acostumbrado a joder a los bolivianos! Hace mucho tiempo que las causas de sus protestas no son reales. Después de la marcha cocalera de 1994, la mayoría de sus acciones fueron delirios. Aparecía solamente de a ratos en la movilización “porque podían apresarlo”; mientras otros bloqueaban, él almorzaba. Los pasajeros de buses quedaban a la intemperie, sin abrigo, sin comida, gastando ahorros. En cambio, Evo Morales se trasladaba de acá a cualquier lugar en avión privado. Como diputado fue un faltón, como muestran los registros parlamentarios.

            Esta vez la comedia se tornó en un fracaso de taquilla.

            Organizó una marcha, que él acompañaba por trechos en lujosa y cuestionada vagoneta de vidrios oscuros de juvenil dueña (¡cuándo no!), que dejaba cuando le parecía. La lista de demandas es tan disparatada como la sucesión del ultimátum que pregonó.

            ¿No le gusta el presidente Luis Arce? A mí tampoco, pero yo no lo escogí. Arce ganó con abrumadora mayoría, a pesar de las sombras sobre las elecciones de 2020, en las cuales otros candidatos tenían vetado realizar campañas en poblaciones rurales. Es un mandatario constitucional, al que se le debe respeto. Debe concluir su mandato en 2025. Puede prolongarlo si es reelecto ejerciendo un derecho establecido en la Constitución.

            ¿Quiere que se vayan varios ministros? ¿De qué se queja, si son sus criaturas? ¿Acaso Edgar Montaño -que lo imita pegando su foto en los aeropuertos- no fue parte de sus grupos de choque? Coincido en la opinión generalizada de que el presidente Arce se rodeó de personal escasamente formado, casi ignorante, obedeciendo el cuoteo (¿chantaje?) de organizaciones clientelares. Sin embargo, él, como máxima autoridad, tiene la última palabra para elegir a sus colaboradores.

            Habla de traición quien fue el pionero en sacar la puñalada trapera contra sus aliados más fieles.

            ¿Cómo se atreve a denunciar la represión a sus huestes si en el mismo mes de septiembre, en 2011, junto a Sacha Llorenti mandó reprimir a los indígenas en Chaparina, a las mujeres y niños más carentes de Bolivia? Indígenas que han quedado más vulnerables después de su mandato y de la expansión cocalera.

            Sus propios acompañantes han agredido a los delegados oficiales que llevaban la misiva para dialogar. El presidente Arce lo esperó pacientemente.

            ¡Basta Evo Morales! Tiene suficiente dinero, propiedades, casas y personal a su servicio para vivir el resto de sus días. Sus hijos ocupan puestos públicos. Deje en paz a los bolivianos que trabajan, a los funcionarios legales que acuden a las oficinas, a las empresas que producen alimentos, a los campesinos que trasladan cada día sus productos.

            Bolivia atraviesa una crisis múltiple. Morales-Arce no supieron tener visión de país para aprovechar la bonanza de la década pasada. Comparten responsabilidades.

            Sin titulares ni fotos, ni transmisiones directas de sus alocados discursos (al borde del delirium tremens) Evo Morales ya no es nadie.

            Pudo ser, la historia lo colocó en el mejor lugar, en el mejor momento, pero la ambición lo encegueció. Su entorno palaciego le hizo creer que era un mesías, sin ver que Morales Ayma era simplemente un carismático líder cocalero que en sus mejores actuaciones fue capaz de enfrentar al imperialismo estadounidense.

            El miércoles 18, cuando Morales y su tropa aumentaban las zozobras nacionales, el No Estado Plurinacional de Bolivia dejó de exportar gas a Argentina, después de 18 años del negocio que generó 19 mil millones de dólares para el país.

            Sin gas, sin dólares, sin combustibles.

            Arce no pudo estar ni en las efemérides cruceñas ni en la Asamblea anual de las Naciones Unidas. Cada vez más solo y Bolivia más aislada del mundo.

           

 

viernes, 20 de septiembre de 2024

ADIÓS MUJERES SABIAS

 


            Cuando anuncié mi embarazo aquel verano caribeño, todas las mujeres de la familia se movilizaron. Una nueva guagua era siempre una alegría para la casa, a pesar de los muchos hijos y sobrinos. Hermanas y cuñadas ofrecieron los vestidos usados escasos nueve meses que rotarían durante años por toda la parentela. Seguramente, al bebé no le faltaría nada con tantos antepasados.

            Lo nuevo para mí era la cascada de consejos que mis tías, sus amigas, las vecinas, me transmitieron. No cocinar frente a la hornilla para evitar que la placenta se pegue. Comer una manzana verde diaria para parir una criatura hermosa. Acariciar el vientre en el sentido de las agujas del reloj para no enredar el cordón umbilical. Cumplir los antojos porque quedarse con un deseo provocaba manchas de nacimiento.

            Una de ellas podía adivinar el sexo del niño o niña balanceando su anillo de oro sobre la barriga, si se movía dando vueltas o en forma de péndulo. Tenía fama de no equivocarse nunca. Otra aconsejaba los mates de comino para aliviar los malestares estomacales. Ir de paseo, mirar paisajes bonitos, escuchar música suave, permanecer en silencio, sentir las pataditas. Mimarse.

            Varias amigas de mi madre sabían poner inyecciones, colocar compresas, bajar las fiebres con batidos de clara de huevo, preparar menús con hígado, riñones y otras visceras repletas de hierro, diagnosticar enfermedades sin haber asistido a la Facultad de Medicina. Escuché a matronas que contaban orgullosas cómo traían al mundo a los pequeños, incluso a los que venían de pie o tenían dificultades adicionales. A Romualda no se le murió ninguno de los que acompañó, a veces velando por muchas horas, sin precipitar una cesárea. A cada nuevo ser se lo esperaba regalándole el tiempo que se merecía, horas de sueño, agotamientos. Los nacimientos no dependían del horario del ginecólogo.

            Aunque el parto en una clínica era ya común en las ciudades, las mujeres de la familia cuidaban muchos detalles. Incluso las solteras. No dejar los pañales al sereno para evitar los llantos inconsolables. Poner una hoja de repollo sobre el seno para dejar fluir la leche sin abscesos. Tomar mate de hinojo para asegurar ese maná. El wilkaparu y la chicha eran fieles ingredientes para los senos abundantes. No faltaba la tía que sacaba al niño al viento cuando presumía una crisis respiratoria o llevaba tinajas con vapor para controlar el temido falso crup.

            Las mujeres se reunían en la cocina para preparar entre todas los platillos que debía consumir la recién parida. Mientras una pelaba la gallina y otra escogía verduras permitidas, contaban historias de otras madres, de otras familias, de las heroínas, de las resistencias, de la política, de las artistas. La llegada de la madre y del bebé, el bautizo y el rutuchi, eran ocasiones para intercambiar información sobre la vida cotidiana y también sobre el barrio, los escándalos, los amoríos. Los niños mayores jalaban sus faldas, demandaban atención y a la vez aprendían la cultura del clan con solo escucharlas.

            Las mujeres sabias cuidaban el don de dar vida, lo festejaban. Tenían tiempo para compartir con otras mujeres más jóvenes, con las niñas, con la tribu.

            Aquellos cabellos sueltos o amarrados, esas nucas consoladoras, esos brazos regordetes, esas interminables manos calmaban las angustias. Escenas inolvidables cuando secaban las palmas con el mandil a cuadros, cuando prendían las luces al atardecer y abrían las cortinas al amanecer.

            Bajo la ventana, apagados los ruidos, leían un libro, una novela romántica. Se turnaban para que alguna fuese al cine, Tanda o a Noche, y describiese al retornar lo hermoso que era el protagonista. No faltaban a la misa de difuntos para acompañar a los dolientes, como también recibían a los amigos cuando en la casa colgaba un crespón de muerte. Algunas trabajaban como maestras o en almacenes, pero siempre su principal preocupación era la familia. Las mujeres de la casa eran las encargadas de transmitir los valores, el Bien.

            Su autocuidado era cuidar a los demás. Así eran hermosas. Sin maquillaje, sus ojos lucían desde lejos como estrellas titilantes.

            Los olores a tomillo, los sabores a la hora del té, los murmullos vespertinos eran parte de sus ritos ancestrales. Nostalgias del pan recién horneado, de las galletas de nata, de la mantequilla batida.

Las mujeres sabias conocían el alma de los críos, adivinaban las tristezas antes de escuchar un llanto, repartían caricias de las que se recuerdan toda la vida. Saltaban de la cama para rastrear el mínimo suspiro de alguno de los críos. Nunca se quejaban.

            Las mujeres de la casa eran tan sabias como Úrsula Iguarán Buendía o Ángeles Teresa Serrat o dona Cano Veloso. Preparaban dulces, llevaban las cuentas, cantaban mientras tendían las camas, escribían versos, reproducían novelas. Eran mujeres que no aparecían con títulos ni en titulares, pero mantenían a las estirpes, a la humanidad.

Cuando las enterraron culpándolas de ser sumisas, sin educación y sin hoja de vida, apagaron su voz, la palabra, la comunicación. ¡Cuánta faltan hacen en estos días de desamor, de abandono, de descomposición y de agonía!

viernes, 13 de septiembre de 2024

UN PAÍS FESTEJA MIENTRAS OTRO PAÍS AGONIZA

 


            Dicen que el presidente Hilarión Daza postergó la difusión de la noticia sobre la invasión chilena a las costas bolivianas para no entorpecer la celebración carnavalera. Otras versiones aseguran que ese dato es un mito tejido por los chilenos y sus oponentes. También aseguran que, aunque hubiese circulado la noticia, igual los bolivianos hubiesen seguido con la fiesta. Lo cierto es que en 1879 la República de Bolivia perdió su cualidad marítima y el riquísimo territorio del Litoral.

            Décadas más tarde se quedó sin el Acre y sus tesoros. Poco después el mapa fue mutilado en el sudeste por la derrota nacional en la guerra latinoamericana más cruenta del siglo XX. Únicamente los presidentes ilustrados defendieron la integridad patria.

            En esta centuria, el (No) Estado Plurinacional está a punto de rendirse ante la nueva guerra, quizá la última. Parecería que no se da cuenta de la dimensión que tiene para el futuro de los bolivianos la quema de millones de hectáreas de bosques y de pastizales.

            Otra vez más es evidente que existe un país que no se interesa lo suficiente en el impacto de los continuos incendios en las tierras bajas, cada vez más extendidos.

            La gente respaldó a los marchistas indígenas que defendían la integridad del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure en 2011 porque intuyó que Evo Morales convertía en cenizas el pulmón nacional. El gobierno burló la victoria moral de los defensores del TIPNIS y continuó con sus construcciones, respaldado por su correligionario brasileño Luis Ignacio da Silva, Lula, del Partido de los Trabajadores.

            Existen muchos estudios, tesis y reportajes que demuestran cómo desde esa fecha con leyes, resoluciones, acuerdos, permisos legales o ilegales, el Movimiento al Socialismo (MAS) permitió la quema de bosques, los desmontes, los avasallamientos, la presencia china envenenando los ríos con mercurio, el saqueo de minas de oro en Amayapampa, en el Illimani o en todo el norte amazónico.

            No son solamente turbas llamadas interculturales los protagonistas, también están listas de ganaderos tradicionales en Santa Cruz, Beni, Pando, que no dudaron en aplaudir al dictador, regalándole placas y caballos finos. La quema indiscriminada de pastizales beneficia a diversos poderes económicos.

            En 2019, la protesta ciudadana contra los incendios en la Chiquitanía, entre agosto y octubre, preparó el escenario para rechazar la turbia reelección inconstitucional de Morales. En 2023, el fuego continuó insaciable. En 2024, las llamas han devorado la superficie de países enteros. El hollín y el humo han invadido más allá de las fronteras.

            Un puñado de héroes, como los médicos en el 2019, son la vanguardia subversiva que combate con escasos medios a ese nuevo enemigo de Bolivia. Durante semanas los bomberos y pobladores enviaron pedidos de auxilio sin ser escuchados, hasta el desastre.

            Bolivia pierde otra guerra.

            Sin embargo, los festejos no se detienen. En la ciudad más contaminada, Santa Cruz de la Sierra, salieron a bailar en el tradicional Elay Puej en el Cambódromo; en Sucre danzaron las fraternidades en homenaje a la Virgen de Guadalupe, en esos convites que imitan a las carnestolendas. A nadie se le ocurrió cambiar cervezas para enviar donativos a los voluntarios, agotados por 90 días de intentar detener las llamaradas.

            En La Paz, el sábado 7 de septiembre, se llevó a cabo el festival “La Paz (Bolivia) Respira”, probablemente el más hipócrita de los pretextos para simplemente farrear. Con el auspicio entusiasta del alcalde Iván Arias, se anunció un encuentro musical en defensa del medio ambiente con regalitos de arbolitos enanos.

            Las redes se encargaron de mostrar la impostura de los supuestos objetivos ecológicos al borde del Valle de la Luna y del zoológico, con música a decibeles ensordecedores con luces electrónicas, entorpeciendo la actividad de los vecinos. El titular de esta versión resaltaba a los cholets, una arquitectura de inspiración imperial, poco amigable con lo verde. ¿O alguien encuentra parques o arboledas cerca de los cholets?  Emilio Villanueva hace un siglo priorizaba los jardines cuando construía viviendas, universidades, hospitales y palacetes.

            El discurso de las organizadoras sonaba tan falso como sus disfraces de indígenas “Transformers”, tan grotesco como el Botox que intentaba ocultar la vejez de sus cachetes. Mientras las mujeres de rostro curtido y manos callosas peinan sus trenzas con rastros de mercurio al borde del río Madini o huyen de sus casas que arden en Roboré.

            Ese mismo sábado, la alcaldía también cerró el centro paceño. Otro festejo, otra farra. Otro pretexto “El día nacional de la morenada” con una minientrada de 20 fraternidades. Los sectores productivos, los que trabajan y pagan impuestos, debían buscar rutas alternas, aguantar horas de trancadera, perder dinero y tiempo.

Al finalizar los dos festejos, era visible la basura, el orinal público, el rastro del dios Baco. Para el trago no faltan dólares. Bolivia Respira, Versión 4. “Permítanme carcajearme”, como escribió Alcira Cardona ante los fariseos modernos.

            Bolivia perdió el mar, el Acre, el Chaco. ¡Qué más da ahora perder los bosques! Perder el aire, el cielo azul, el canto de las aves. Lo único que sería inaguantable sería perder la borrachera.

sábado, 7 de septiembre de 2024

HUNDIR LO QUE FLOTA

 

            El Movimiento al Socialismo (MAS) nunca tuvo un proyecto de país, a diferencia de las otras grandes corrientes políticas en Bolivia: las conservadoras del siglo XIX; las liberales en el inicio de la centuria; las nacionalistas que cruzaron siete décadas. La sigla del MAS es prestada, detalle que refleja cómo desde sus inicios andaba a tropezones. No es un modelo socialista; es más un capitalismo salvaje.

            El MAS es ante todo un método -con énfasis en la violencia física o simbólica- para ocupar espacios de poder: sindicatos, partidos, curules, embajadas, tierras ajenas, cosechas de otros, instituciones. Acumular poder para acumular dinero sin tener necesariamente que invertir o que trabajar. Por eso es tan atractivo.

            Jamás sabremos cuál pudo haber sido el destino del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP-MAS) si no se hubiesen cruzado en sus campañas electorales dos fenómenos continentales: el apogeo del circuito coca cocaína y el derroche de los petrodólares desde Venezuela para financiar a grupos emergentes.

            A ello se agrega un estilo muy propio de los “führer”, sean desde el leninismo o desde el nazismo: vaciar de contenido las palabras para dar vuelta a los hechos; para calificar a los adversarios como enemigos de la patria (“terroristas”); para culpar a los demás de los propios errores. O para justificar los intereses propios con el preámbulo: “el pueblo lo pide”. Aquí faltan académicos, filósofos, que reflexionen sobre el alcance que tiene ese discurso a partir de la deformación de la verdad, tal como periodistas y escritores desbarataron las mentiras de los mesiánicos europeos analizando los significados y significantes de su lenguaje.

            Muy pocos intelectuales y casi ningún medio de comunicación masiva se animan o son capaces de de-construir ese discurso o enfrentar el uso cotidiano de una oratoria que acapara las portadas y marca la agenda nacional, cada vez más destructiva.

            Álvaro García Linera no solamente es un falso matemático. Es responsable de decisiones oficiales que incorporan lo ilegal al funcionamiento del (No) Estado y promueven la ignorancia en la administración pública. Felicitaba sin rubor a los dueños de autos chutos “porque así tenían su instrumento de trabajo”, sin importarle las inmensas fortunas ilícitas que se formaban alrededor de ese contrabando y el costo para los bolivianos que pagan impuestos y subvencionan diésel y gasolina. O cuando celebraba como una victoria revolucionaria la posesión de un cargador de garrafas como máxima autoridad de YPFB.

            Nada es casual.

            Reiteramos lo escrito varias veces. El presidente Luis Arce Catacora prefiere rodearse de ministros con escaso conocimiento en las supuestas tareas que deben cumplir. Arce pasó su vida laboral en el centro de las políticas públicas del neoliberalismo, pero parece desconocer lo que cuesta crear una industria, importar insumos, capacitar personal, abrir mercados, conseguir nichos para exportar, lograr competitividad internacional, aumentar las cifras de exportaciones nacionales, ayudar a la balanza de pagos, cancelar impuestos, presentar auditorías, lograr créditos bancarios, mostrar un objeto con una banderita nacional: “Hecho en Bolivia”, enfrentar el contrabando grande, mediano o pequeño, vencer bloqueos, llegar al puerto.

            En las escasas conversaciones con industriales y en el último acuerdo firmado con empresarios es evidente su falta de visión. En cambio, anuncia en afiches, carteles y videos la sustitución de importaciones (con casi un siglo de retraso) o el control de divisas, sin revisar las enseñanzas de la historia.

            El MAS y sus representantes directos y paraestatales se han encargado de hundir lo que flotaba en el país: las buenas prácticas en varias instituciones públicas; los emprendimientos de los pequeños productores; las micro finanzas; las factorías de alimentos centenarias; la agroindustria mecanizada; las exportaciones de recursos naturales; las exportaciones no tradicionales; la cultura; las radios sindicales; el periodismo alternativo; la Fundación Cultural del Banco Central; las comunidades y sus usos y costumbres; los bosques, los ríos, las áreas protegidas, las tierras de comunidades originarias; los tribunales en todos sus niveles.

            Los masistas han bombardeado la larga y compleja construcción de la institucionalidad democrática. Intervinieron el patrón electoral, impusieron desde 2010 un árbitro electoral afín a sus propósitos. En 2014 escribí dudando sobre la disponibilidad del MAS para entregar pacíficamente la banda presidencial a un sucesor opositor. Fui criticada porque parecía inimaginable que el MAS perdiese las elecciones.

            En vísperas del Bicentenario de la creación de la República, los indicadores nos muestran cuánto hemos retrocedido en el camino abierto en 1982. La cereza de esa calamidad es la política internacional al lado de Anastasio Somoza Ortega, Juan Vicente Gómez Maduro, Miguel Díaz- Canel Baptista, los neo stroesneristas que se auto eligen al infinito. ¿Alguien cree que en 2025 Arce Catacora aceptará su derrota? ¿Será capaz el MAS de salir del gobierno sin dinamitar la transición?