viernes, 12 de abril de 2024

LOS EXTRAVÍOS DE CELINDA SOSA LUNDA

 

            Las giras internacionales, las declaraciones y las noticias que publica la ministra de Relaciones Exteriores del (No) Estado Plurinacional, Celinda Sosa Lunda, confirman el grave extravío de la política externa del país. Extravío que expone a Bolivia a ser manejada por potencias extranjeras como sucedía durante las peores dictaduras.

            La ignorancia es peligrosa.

            Sosa, oriunda de la comunidad tarijeña de Yresesa, dirigió por casi 20 años un centro de capacitación y de investigación para fortalecer a las mujeres del agro, un sector con limitada tradición de empoderamiento colectivo. Fundó la federación sindical unificada de trabajadoras campesinas, germen de la organización Bartolina Sisa.

            Era (re) conocida en el ambiente de las ONGs relacionadas con el desarrollo productivo. Seguramente por esa experiencia, Sosa fue nombrada por el presidente Evo Morales como ministra de Producción y Microempresa (2006- 2007). Después fue delegada presidencial en Tarija (2008) y vicepresidenta en dos ocasiones del directorio del Banco de Desarrollo Productivo.

Sus aportes fueron limitados, muy distinto al caso de Antonia Rodríguez Medrano, campesina quechua de Potosí, quien -como ministra de Desarrollo Productivo y Economía Plural (2010-2011)- trabajó en favor de los pequeños empresarios, sin distinciones políticas. Artesana avecinada en El Alto, lució su pollera, su manta y su sombrero de fieltro con gran dignidad.

En cambio, Sosa ha preferido seguir el camino de María Eugenia Choque, la nefasta presidenta del Tribunal Supremo Electoral, quien por ignorante o por sumisa, llevó adelante las elecciones de 2019 y colocó al país al borde de una guerra civil. Sosa dejó el sombrero chapaco para colocarse un extraño bombín, mientras Choque se disfrazó de chola, aunque nunca logró equilibrar el borsalino, el arte de la verdadera chola paceña.

La pinta no es lo de menos. Refleja las imposturas a las que nos quiere acostumbrar el Movimiento al Socialismo (MAS) y el (No) Estado Plurinacional. Impostura atrevida. Así como Choque se animó a ser el árbitro de unos tensos comicios sin cumplir los mandatos constitucionales, Sosa ha aceptado ser ministra de Relaciones Exteriores. aunque seguramente no podría pasar un examen de historia de Bolivia, nombrar los principales tratados firmados por el país, ubicar las capitales europeas o explicar sobre las fronteras porosas de Bolivia.

Expertos en diplomacia han escrito con autoridad sobre las limitaciones de las actuaciones de Celinda Sosa. Por mi parte, como periodista que cubrió 25 años reuniones internacionales, siento vergüenza. Recuerdo cuando en noviembre de 1979, movimientistas y militares hundieron el logro de la cancillería institucionalizada en la Asamblea de la Organización de Estados Americanos. La delegación chilena se reía después de semejante bochorno.

En cambio, con más luces que sombras, desde 1982 hasta el 2005, la Cancillería boliviana se fortaleció con una academia diplomática seria y moderna. En cuántas reuniones, en diferentes organismos internacionales, escuchamos los aplausos a las propuestas de la delegación tricolor. Hombres, mujeres, casi todos con dos o tres títulos, dominando el idioma inglés, el francés, el portugués.

En las cumbres de jefes de estado y de gobierno a nivel continental o a nivel iberoamericano, con temas específicos, Bolivia llevaba propuestas y lideraba al GRULA o Grupo Latinoamericano. Gobiernos neoliberales se opusieron duramente a los intentos de Estados Unidos para extender a la región el Plan Colombia.

Bolivia avanzó en temas que Sosa no entiende: visados, convenios culturales, intercambios comerciales, grupos de integración, facilidades en las fronteras, beneficios para la exportación de textiles. Actualmente, los bolivianos están entre los pocos latinoamericanos que necesitan visas para viajar a la zona Schengen.

Sosa declaró al posesionarse en su cargo, en noviembre de 2023, que seguiría la “diplomacia de los pueblos para la vida en el marco de la filosofía del vivir bien”, ese engendro inventado por pajpakus.

Así en su primera gira para “difundir la industrialización del (No) Estado Plurinacional” visitó Venezuela: el país con ocho millones de migrantes y que no pagó las exportaciones usurpadas a AMETEX por el clan Morales Dávila; Cuba: la isla donde la gente no tiene ni pan, ni agua ni luz; Nicaragua, donde gobierna un dúo paranoico que encarcela obispos y deja sin patria a los más notables intelectuales nicas.

¿Cuál es la ganancia para el gobierno de Luis Arce?

Además. Sosa confunde la Cancillería con la fiesta de compadres. Varias notas de prensa de su oficina la muestran en mercados tarijeños repartiendo cositas junto al presidente. ¿Qué tiene que ver las efemérides del 15 de abril con la invasión rusa a Ucrania, con Gaza ensangrentada, con las citas diplomáticas?

El despacho de la esquina de la Plaza Murillo ya fue degradado en estos años, pero ahora la caída es vertical.

           

           

 

viernes, 5 de abril de 2024

HAN MUERTO TRES GRANDES HISTORIADORES

 

            ¡Ay la Parca tan implacable! En pocos días se llevó a tres hombres que trabajaron para que los bolivianos comprendieran más y mejor la compleja sociedad donde les tocó vivir. William, Bill, Lofstrom escogió Sucre para vivir, para estudiar, para escribir y para morir. Javier Mendoza publicó pocas obras, pero con ellas provocó extraordinarias reflexiones. Tristán Platt dedicó su principal obra al gran ayllu Macha; formó familia en Bolivia; retornaba a Potosí con frecuencia.

            Lofstrom (California, Estados Unidos, 1939) fue catedrático de historia en la cuatro centenaria Universidad San Francisco Xavier; socio honorario de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre; miembro Honorario de la Academia de Historia, recibió el Cóndor de los Andes y otras distinciones. Desde el inicio del siglo XXI, fijó su residencia en la capital de Bolivia.

            Era historiador y diplomático, doctor en Historia Latinoamericana de la Universidad de Cornell, Ithaca, Nueva York. Durante medio siglo investigó diferentes tópicos de la vida colonial en Charcas, sobre todo en su dimensión socioeconómica. Igualmente se preocupó por conocer la provincia paceña de Omasuyos.

            Su mayor aporte fue la biografía de Antonio José de Sucre, el presidente que organizó la administración de la naciente Bolivia y ordenó el caos después de tres quinquenios de guerra. Lofstrom investigó en diferentes archivos continentales para mostrar la grandeza de este personaje, al cual no todos los bolivianos comprenden. Lofstrom indagó sobre el litoral boliviano y el puerto de Cobija visto por ojos extranjeros entre 1825 y 1880, complementando las tesis de notables historiadores bolivianos.

            En contraste, en vísperas del Bicentenario de la Independencia de Bolivia, aparecen escritos, discursos, muchos mensajes simplones en las redes sociales que no parecen fruto del estudio y de la investigación. Lamentablemente, las masas se informan por tiktoks y no por libros inteligentes.

            Es aconsejable la lectura de estos textos que, junto a los de otro estadounidense Eric Langer, permiten comprender mejor la enorme dificultad de construir un país. Retornar a Gabriel René Moreno, quien no solamente retrató los últimos días coloniales en el Alto Perú, sino que rescató la documentación original que consultan los historiadores serios.

            Moreno está también presente en la biografía del otro historiador que partió este aciago marzo: Javier Mendoza Pizarro (Sucre, 1944). Mendoza bebió historia desde la tierna infancia como nieto del doctor Jaime Mendoza -cuyos escritos y propuestas deberían ser más difundidos- y como hijo de Gunnar Mendoza. Don Gunnar marcó el prestigio del Archivo y la Biblioteca Nacionales de Bolivia, que engendró Gabriel René Moreno y que hasta la actualidad es consultado por importantes investigadores de todo el mundo.

            Mendoza escribió sobre asuntos igualmente relacionados con el próximo bicentenario, justamente a partir del bicentenario de las revueltas independentistas en Charcas y en La Paz. Su libro “La mesa coja” provocó debates, algunos encendidos, con base en datos y en argumentos.

            El senador Félix Ajpi Ajpi (MAS), originario de Teoponte, La Paz, organizó un homenaje a Mendoza. Javier falleció una semana antes de ese reconocimiento. Estuvieron en su representación sus familiares. Destaco este acto porque los parlamentarios suelen olvidar el aporte de los intelectuales.

            A los pocos días, llegó la triste noticia de la muerte del historiador inglés Tristán Platt (1944), otro enamorado de Bolivia como tantos académicos “bolivianistas” que escogen a esta patria. La obra de Tristán revela al país de los ríos profundos.

            Estudió lenguas clásicas, historia y filosofía en Oxford, antropología social en la London School of Economics y lengua quechua en Cornel University. Su hoja de vida es frondosa. Platt escribió sobre el alcance del ayllu, desde Macha, donde vivió desde 1970 en varias ocasiones, alternando estadías en Londres, París y prestigiosas universidades de América y Europa.

            Platt, junto con otra inglesa bolivianista Olivia Harris y Thérese Bouysse y otros historiadores y antropólogos estudió la relación compleja y complementaria del Estado boliviano con el ayllu. Describió la resistencia de los qaraqara, de los charkas, de los señoríos aimaras a los incas, a los españoles, a las reformas borbónicas, a las leyes de ex vinculación, a las reformas agrarias.

            Su libro es uno de los textos fundamentales de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. Obra que se complementa con la monumental descripción sobre los mecanismos de los pactos que explican mucho de la historia nacional. Una visión diametralmente opuesta a la que manifiesta Carlos Valverde Bravo que suele referirse al ayllu con total desprecio.

            Platt nos ayuda a comprender esas “monteras y guardatojos”; esos “guerreros del alba”; la combatividad de los trabajadores mineros; o la fuerza originaria de los migrantes andinos para ocupar el cordón agrícola de Buenos Aires, para fundar barrios en San Pablo o para bailar tinku en el centro de Berlín.

            Los tres hombres que partieron nos dejaron una herencia: para entender Bolivia hay que leer y hay que viajar; para escribir sobre Bolivia hay que consultar las fuentes primarias y contrastarlas.

            Los tres enseñan que Bolivia nació porque hubo un eje articulador que se llama Potosí, cuya riqueza dio de comer a todo el territorio de la Audiencia de Charcas, incluyendo Santa Cruz, al Virreinato de la Plata y a buena parte de Europa.

jueves, 4 de abril de 2024

LUZMILA CARPIO, CUANDO EL AYLLU POTOSINO CONQUISTÓ PARÍS

 

            Cuando Luzmila Carpio anuncia un concierto es mejor comprar las entradas inmediatamente para no perder la función. Con sus trenzas al viento, su amplia falta y la coqueta bisutería del norte potosino conquista desde sus 17 años los escenarios de Oruro o de París con la misma sencillez que acompaña su voz de alondra. Acaba de llegar de Chayanta, donde bailó en el carnaval como cualquier paisana. Ríe con sonido cristalino cuando cuenta los rumores de las nuevas parejas “robadas” durante las carnestolendas. “Eso se llama pacoma, pero ahora hay pocos jóvenes en el pueblo.

            Ella es así, alegre, sincera, combativa, apasionada por su trabajo y agradecida por los designios que le permitieron difundir la cultura de su comunidad Qala Qala ayllu Panacachi por todo el mundo. Muchos bolivianos todavía no entienden que el ayllu es más que un modo de producción; es todo un sistema que protege a la familia y preserva las costumbres de una milenaria concepción del mundo.

            “A mí me criaron mi mamá, mi abuela y la comunidad porque no hubo papá. Yo apellidaba Sangüeza como mi mamá, pero en la escuelita de Chayanta no querían inscribirme con solo un apellido. Todos sabemos que es hija del Rodolfo Carpio, si no es reconocida, yo misma voy a atestiguar, le dijo la directora a mi mamá. Así tuve el apellido que lo uso más como apellido artístico. Al final, esa profesora, Ricarda Chavarría, fue mi madrina de confirmación”.

Luzmila comenzó a cantar desde sus once años. “¿Tienes una foto de esa época?”, le pregunté como periodista urbana ignorante de la realidad. Como muchos niños del área rural del siglo pasado, ella no conoció una cámara fotográfica hasta llegar a Oruro, la ciudad más cercana a la provincia Bustillo.

“Mi mamá Fermina era muy luchadora. No quería que mi hermana y yo seamos marginadas como ella. Quería que seamos señoritas. Lo curioso es que yo comencé a cantar y a actuar todo en quechua y con mi vestimenta originaria, calzados y adornos de mi tierra. Decía mi mamá: has resultado más india que yo.”

El primer disco de Luzmila fue un simple producido por la disquera Lauro. Era parte del conjunto Los Provincianos, acompañada por el profesor Luis García, una chayanteño famoso por sus punteos en la guitarra. Ella le decía “tío” por la costumbre en Los Andes de dar ese parentesco a todas las personas mayores. Julio Tovar rasgaba el charango y Arsenio Ayaviri tocaba la guitarra.

“No tenía la intención de que pusieran mi nombre por delante, pero el sello averiguó y en la tapa colocaron: Luzmila Carpio y Los Provincianos. Así metieron mi nombre desde el principio, tal vez con mucha suerte para una jovencita campesina como era yo y a la vez creando para mí un gran compromiso que trato de cumplir siempre”. Carpio no sabía que el disco había salido hasta que reconoció su voz en la radio que escuchaba una vendedora caseta del mercado en Oruro. El huayño se lucía con el tono de tiple de la adolescente. El tema “Siway Azucena” comenzó a sonar en las radios, en los boliches, en las oficinas y en las casas, como ahora se repite con las nuevas tecnologías

Era 1970. El país vivía otra etapa de turbulencia política, como consecuencia de su propia historia, pero también por las guerrillas de 1967, el movimiento estudiantil de 1968 y la revolución cultural de 1969. En varias ciudades bolivianas aparecían grupos musicales con vestimenta andina. El poncho y el lluchu se pusieron de moda, igual que locales míticos como la Peña Naira. Las películas de Jorge Sanjinés, el teatro de la Alianza Francesa, los conjuntos de zampoñas de Cochabamba, los festivales en Compi fueron parte de toda una movida.

Estudiosos europeos y estadounidenses llegaron para conocer mejor el significado del ayllu. ¿Por qué Macha resistió a sucesivos intentos de dominación de incas, españoles, liberales? Publicaron estudios destacando la fuerza de esa población de “guardatojos y monteras”. Las nuevas interpretaciones antropológicas del carnaval de Oruro revelaban la relación de la música, el baile y la máscara con las luchas de los pueblos originarios. Tristán Platt, Olivia Harris, Giles Riviere, Thérese Bouysse-Cassagne, entre otros, descubrieron el alcance subcontinental de esa cultura, cuyos fundamentos centrales aún persisten.

Radio Indoamérica de Potosí, que difundía las culturas aimara y quechua, la invitó para dar un recital en el famoso escenario del Teatro Cuarto Centenario. “Ahí ya me sentí artista. La gente nos esperaba en la Terminal. Todos querían tocarme. Las mujeres cargando a sus guaguas me rodeaban. Me sentí muy emocionada. En el camino un zorrito nos había cruzado de derecha a la izquierda y eso era signo de buena suerte. Llegamos empolvados. Apenas tuvimos tiempo para prepararnos. El público de tanda nos pedía más y yo seguía cantando, pero la gente de la función de noche protestaba ruidosamente.”

“Ese concierto me hizo dar cuenta que yo podía llevar adelante el canto de las mujeres quechuas; nuestra identidad. Estaba segura de su fuerza y de la importancia de la voz femenina que he heredado de mi pueblo, el tono con el que interpretamos la música en Chayanta. Es increíble que años más tarde con ese mi tono pude unirme al gran concierto Voces por la Paz en el Circo Royal de Bruselas. Cantamos varias mujeres, entre ellas la famosa africana Miriam Makeba”.

Volviendo a 1970, cuando Luzmila retornó a Oruro, el gobierno municipal la invitó para representar a ese departamento en el Tercer Festival de la Canción Boliviana, aunque era potosina. “No importa dije yo; soy de Bolivia”. Tenía que concursar para ser ñusta y las ñustas tenía que tocar diferentes instrumentos. Meses atrás, el sello Lauro también la había nombrado Ñusta por el éxito de su disco.

“Un estudiante que estaba con el alcalde me ayudó y en una semana aprendí guitarra, charango, tarka, mozeño, sicus, ensayando desde las siete de la mañana a las ocho de la noche. Ni siquiera almorzábamos. Era en el Teatro Rex de Oruro. Por sorteo, recién salí a las cuatro de la mañana. Había el primer conjunto de mujeres tocando zampoñas y ellas me ayudaron generosamente con el compás. Parecía que todo estaba preparado. Salí, toqué, canté, bailé y gané”

Desde ese concierto, Luzmila Carpio Sangüeza, 69 años, ha recorrido América y Europa como invitada para cantar en importantes escenarios del mundo. También fue una de las más distinguidas embajadoras en Francia, representando al Estado Plurinacional de Bolivia.

“Nunca me he barateado. Vienen a contratarme, les doy mi precio. Algunos me dicen que es muy caro, que hay gente tocando música andina en el metro. Yo les digo: contrátenlos a ellos. Yo llevo mi canto, mi quechua, mi comunidad, mi Bolivia. Prefiero planchar camisas que baratear mi cultura.”

Durante toda su vida se ha esforzado por mejorar su voz, su arte, con mucho esfuerzo. Trabaja permanentemente en el enriquecimiento del quechua para aprovechar el sonido amoroso y poético de ese idioma andino, lengua con la que se comunica mayormente, aunque domina el español y el francés.

“Te voy a confesar cuál ha sido mi mayor reto. Yo tengo una tos crónica pues cuando era niña me hicieron caer al río. Muy tarde supo mi mamá y los curanderos no pudieron hacer mucho para que supere ese gran susto. He estado en balnearios con aguas sulfurosas en Europa; he visitado muchos especialistas; también he consultado medicinas alternativas para curarme. Nadie sabe. Es la primera vez que cuento. Antes de salir a cada concierto tengo que concentrarme mucho para no toser. Un día toso, otro día no, a veces seguido. Hasta ahora no se sabe. Cumplo una disciplina muy estricta para continuar en los escenarios.”

El cariño del público compensa ese compromiso. “Los hablantes del quechua entienden más mis rimas, pero todos los públicos me gustan. Mucho me miman. Fue una sorpresa ver mi cartel con mi foto en las estaciones de metro de París anunciando mi actuación.”

Desde su vivienda en el Barrio Latino de la Ciudad Luz, Luzmila contemplaba el Arco del Triunfo como un Apu, una montaña. “Me invitaba a mí misma a pasear. Yo también voy a triunfar, me decía. He vencido porque me he impuesto desde mi primer concierto la misión de representar al ayllu, a mi comunidad quechua, a mi país Bolivia”.

“Mi nuevo disco Inti Watana, el Retorno del Sol, ha recibido comentarios y artículos en muchos medios internacionales, inclusive la BBC Radio, Radio France, Billboard en español, en la revista Rolling Stone, en medios de Italia.” Carpio preparó a otras niñas potosinas que también se lucieron en grandes teatros europeos y en el Teatro Municipal de La Paz. Sus actuales músicos son argentinos.

Altiva como una vicuña y alegre como una chayñita es una potosina vencedora de todos los obstáculos.

Sin embargo, en medio siglo, Luzmila Carpio nunca cantó para el público en Santa Cruz de la Sierra. “Tampoco he tocado en Trinidad. Ojalá se dé una oportunidad. Mi música se entiende fácil. Espero recorrer todo mi país”.

 

 

           

EL TROMPETISTA QUE VOLVIÓ AL POLVO

 

            La biografía de Evo Morales Ayma (cantón Orinoca- Oruro, 1959) es contada de las formas más mitológicas. Iván Canelas aseguró que Evo seguía el camino de Jesús; en el pesebre de la Plaza Murillo colocaron un niñito cabezón como Morales. Nadie sabe cuánto se gastó para que Martín Sivac lo siga durante tres años para escribir las loas en “Jefazo”. Los argentinos aseguran que una viejecita profesora de Salta se acordaba de ese “bolita” que ya daba muestras de liderazgo en primero de primaria.

            Decenas de artículos de prensa en todo el mundo repiten historias que nadie comprobó. Quizá los únicos que podrían aclarar algunas escenas de sus primeros videos biográficos son Iván Iporre o Alex Contreras. El campesinito corriendo detrás de unas naranjas parece más una escena de Isico en “Chuquiago” que una anécdota real. Ese cuento de que era buen jugador de fútbol y por eso lo invitaron a ser dirigente parece más una imitación a los inicios de Juan Lechín; Morales necesita patear al contrincante para ganar, así lo vimos. Se enojó cuando el equipo de CNN venció a los jugadores que llevaba en sus aviones. ¿Cuánto pagaba y con qué presupuesto trasladaba su equipo?

            El propio Morales gustaba contar hechos de una forma y luego de otra; por ejemplo, el pasaje de su padre sobornando al maestro rural para que su hijo pase de curso. En los 18 años de gobierno, además de sus décadas de dirigente sindical, relató estampas que no tienen otra fuente para ser verificadas.

            Sin embargo, los datos duros de la trayectoria de este hombre son suficientes para asombrar. Nacido en un típico hogar de agricultores pobres en uno de los páramos más alejados, sufrió junto a su familia los forzados exilios económicos. Fue migrante en el norte argentino. Después de la sequía que asoló al altiplano en los ochenta, partió al trópico en Cochabamba. Ahí se convirtió en un andino que usaba camisa con mangas cortas.

            Es muy posible que haya trabajado como panadero, ladrillero, heladero. Hay una foto que lo muestra cumpliendo su servicio militar con el rostro de muchos jóvenes rurales que lucen orgullosos el uniforme que consagra su ciudadanía.

Los orureños estaban felices por tener un paisano cuando él llegó al Palacio de Gobierno y salió al balcón en representación de tantos bolivianos postergados. Combativos como sus antepasados, fueron también los primeros en detener su ambición narcisista. Evo, en el momento de mayor poder, quería cambiar el nombre del aeropuerto dedicado al gran Juan Mendoza y poner su imagen como hizo en el Teleférico, en los alimentos del subsidio, en las carreteras. El Comité Cívico orureño no se lo permitió.

            En Oruro aseguran que tocaba la trompeta en una de las grandes bandas. En 2006, el público de la Entrada del famoso carnaval lo recibió con aplausos y vítores. Él parecía desfilar en su salsa (muy diferente a otros políticos que se convierten en bailarines Transformers). En otro carnaval, junto a futbolistas extranjeros que gozaron de su generosa amistad, se encontró con la “cara conocida “que fue parte de su perdición.

            En el carnaval de 2024, el antiguo trompetista fue declarado persona non grata por instar a bloqueos que afectaron al turismo en Oruro, la fuente más segura de ingresos para esa ciudad. El suntuoso museo que le adornó Juan Carlos Valdivia está empolvado. Si antes lo visitaban unos cuantos, ahora no llega nadie.

            El trompetista no tiene ni siquiera el chance de asistir como expresidente a un palco oficial. Está obligado a sentarse como un espectador más, de incógnito. Evo Morales no soporta ese anonimato. No puede caminar tranquilo en los aeropuertos o por la Plaza Murillo ni asistir a congresos sindicales. Está recluido en una cabina de radio.

            Él, que fue declarado Doctor Honoris Causa por distintas universidades, ahora es persona non grata en países vecinos y no puede pasar vacaciones donde le guste. Aislado, no puede ni contratar avionetas privadas de sus amigos que ahora se niegan a regalarle otros caballos.

            Evo fue un dirigente cocalero dedicado a sus bases hasta 1994; enfrentó al imperio que asolaba a los productores. Era querido, admirado. El poder y los consejeros de La Habana, de Caracas, de San Pablo y de Pueblo torcieron su destino. Él personalmente clavó la puñalada trapera en las espaldas de cada uno de sus camaradas de las épocas difíciles. La peor fue la daga envenenada para acabar con Filemón Escóbar.

            El traicionero se siente ahora traicionado.

            Solitario, empeoran sus antiguos signos de paranoia. Cree visiones donde se ve junto a Simón Bolívar o al lado de Víctor Paz. Su rostro, su gesto, su expresión dicen más que sus palabras.

            Ya no es trompetista; ya no puede bailar en la entrada del carnaval de Oruro.

            Peor aún, las drogas sintéticas están desplazando a la cocaína. Los precios de la coca caen en el mundo; los traficantes y los consumidores están en otra. Hasta la Hoja sagrada lo ha abandonado.