Este sábado 23 de marzo -en un atípico día dedicado a recordar la Guerra del Pacífico de 1879- los habitantes del territorio que actualmente ocupa el Estado Plurinacional de Bolivia serán contabilizados en números y en otras calidades. Este Censo se realiza con retraso, después de doce años y con escasa credibilidad.
Pese a
ello, nos debemos esforzar por el éxito del conteo y por tener los resultados
más aproximados a una fotografía grupal en beneficio del futuro nacional. Los
periodistas, los medios de comunicación y quienes acceden a redes -sobre todo
las informativas- deberán actuar como aliados y no como adversarios del
Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Las especulaciones, las informaciones
erradas, las tergiversaciones serán tan nefastas, como cualquier actitud
gubernativa de controlar el trabajo de la prensa. La autorregulación
responsable tendrá un gran desafío.
Es mejor
ser optimista. ¡Así será!
Porque
los habitantes de este territorio necesitan tener más certezas que
incertidumbres o datos disfrazados. Es necesario, imprescindible, como lo fue
hace casi dos siglos, o en 1900 o en 1950 realizar el Censo con la mayor
precisión posible y limitar al máximo los márgenes de error.
El
“Bosquejo Estadístico” de José María Dalence o el “Informe de (Joseph B.) Pentland”
nos remiten al nacimiento dificultoso de la patria; aún con sus limitaciones
ayudan a entender por qué Bolivia brillaba con sus primeras estrellas y por qué
los inmensos desafíos de territorio y población complejizaron su desarrollo.
Las
categorías de los censos (algunos sólo conteos) decimonónicos reflejan una
ideología miope que calificaba a los habitantes de las tierras bajas como
“selvicolas”, “bárbaros”, gente sin alma. Las cifras eran aproximaciones.
Aunque
los censos fueron importantes para las civilizaciones, incluyendo las
continentales, desde hace milenios, en el siglo XX Bolivia tuvo hasta la
Revolución de 1952 apenas dos estudios nacionales. Tampoco hubo estadísticas
confiables durante los sucesivos ciclos inestables hasta 1976.
El
primer Censo moderno se realizó bajo el gobierno militar de Hugo Banzer quien delegó
la tarea a un equipo altamente técnico. Jorge Félix Ballivián era un
profesional formado en Europa y catedrático de Estadística de la Universidad
Católica Boliviana. Con sólo 30 años organizó un staff interdisciplinario con
economistas/estadísticos, gestores, administrativos, sociólogos, antropólogos.
Ballivián,
heredero de las cultas élites paceñas, es un nombre que debería ser más
recordado porque demostró que los bolivianos pueden enfrentar con éxito las
grandes tareas. El Censo de 1976 no sólo arrojó cifras reales, sino que pintó
el país que era y que podía ser. Él murió joven, pero ayudó a consolidar la visión
universitaria de los estadísticos.
Una vez
más, la inestabilidad política afectó el desarrollo de las tareas del INE y los
conteos bianuales y decenales no siempre se cumplieron. Sin embargo, en medio
de charreteras y gobiernos democráticos, el INE mantuvo un perfil técnico bajo
la dirección de personal adecuado y responsable… hasta que llegó al poder el
Movimiento al Socialismo (MAS).
El Censo
2012 se realizó con retraso y contaminado por la política, jaloneado por
corrientes pachamamistas y en un contexto de grandes migraciones internas.
Algunos de esos traslados fueron artificiales con el objetivo de modificar
resultados electorales, sobre todo al norte y este del territorio. Además, al
mismo tiempo, las decisiones y opiniones de José Luis Exeni desde 2009 habían
dañado para siempre la independencia del tribunal electoral. El sistema de
registro civil y el sistema biométrico estaba (está) altamente contaminado.
Todavía no se conoce el alcance de la intromisión venezolana.
El Censo
de este 2024 marcó fecha después de protestas regionales, sobre todo desde el
departamento de Santa Cruz. La fotografía deberá ser muy distinta por los
aumentos en la población urbana y periurbana y por las densidades poblacionales
regionales. También deberá mostrar cómo están afectadas las provincias,
incluyendo los valles mesotérmicos cruceños.
Lo más
difícil será evidenciar que Bolivia tiene cuatro puntos cardinales, que no se
divide únicamente entre oriente y occidente, o entre tierra altas y tierras
bajas, como se suele simplificar.
Es
momento de que los bolivianos, sobre todo los políticos, entiendan que la
geografía y la población boliviana ocupa más que la división de la Cordillera
Andina. Los benianos no son orientales, son sobre todo nordestinos, con bosques
tropicales alternados por pampas. La Paz es más amazónica que altiplánica.
Chuquisaca tiene valles ardientes. Potosí es mucho más diverso que la foto del
Cerro Rico. Ese extraño paisaje árido y de matorrales llamado Chaco es muy
diferente a las llanuras donde se lo suele incluir en los discursos
regionalistas. Ojalá el Censo ayude a superar los imaginarios anticuados.
Los
comentaristas deportivos de la televisión argentina deben aprender que la
selección boliviana no es la “del altiplano” sino la representación de una de
las naciones para diversas y plurinacionales del continente. Esa es su
fortaleza. ¡Con mucho orgullo!