Es difícil concluir si muchos de los discursos y las acciones del régimen plurinacional son simples imposturas o son reflejo de un mundo onírico, que los gobernantes quisieran que sea real y sólo es una ilusión. El “desagravio” a un conjunto de funcionarios públicos que condujeron procesos electorales en Bolivia, principalmente en el segundo semestre de 2019, es otro capítulo del autoengaño, un consuelo de alacitas.
¿Cuál es el objetivo del
“certificado” entregado? ¿Qué boliviano, que siguió el curso del diseño
electoral de esa época, se habrá conmovido con el acto en el Ministerio de
Justicia? ¿A partir de la fecha, los altos miembros del tribunal electoral de
2019 gozarán de prestigio? ¿La opinión pública urbana los saludará ahora con
respeto y agradecimiento? ¿Serán desde esta semana considerados notables? ¿Podrán
mostrar que fueron árbitros imparciales y correctos? ¿No es este “premio” otro
detalle que los ubica al lado de uno de los bandos políticos? ¿Podrán demostrar
que no hubo irregularidades?
Iván Lima se cree fiscal, abogado,
juez y mandatario, cree que puede investigar, absolver o condenar a un
presidente de la ABC, a un testigo protegido. Como aprendiz de mago se imagina
autorizado para purificar el maleficio que acompaña a los que ocuparon el Tribunal
Supremo Electoral hace un lustro.
Ningún medio de prensa
independiente, ni un editorial, ni siquiera los columnistas más oficialistas
han calificado positivamente la ceremonia de “desagravio” y la presencia de un
intruso mexicano en el mismo. Salvo un par de personas que suelen presentarse
como “analistas políticos” intentaron justificarlo y explicar los motivos como
parte de las recomendaciones de misiones internacionales.
Existen antecedentes negativos en el
trato que se dio a los tribunos durante el gobierno de transición. En su
momento critiqué esas señales equívocas de funcionarios en el gobierno de
Jeanine Añez, dentro del Ejecutivo y en el Ministerio Público, por repetir las
faltas del gobierno del MAS. No respetaron principios del estado de derecho
cuando se detuvo a esas personas, o cuando se asumieron acciones como venganza,
en vez de buscar la justicia y el bien común.
Esos errores sirven ahora de base
para fabricar un bulo. El chavismo y todos sus aliados son expertos en divulgar
información inexacta, incluso a nivel de engaño, falsificación, falsedad y
simulacro.
Sobre la base de cualquier hecho se
construyen edificios con patrañas, inclusive embustes. Por ejemplo, se dice que
se afectó a una “mujer de pollera”, como parte de ese discurso de victimización
y de refuerzo pachamamista. ¿Dónde están las trenzas de esa “mujer de
pollera? ¿Sabrá cómo lucen los sombreros las cholas paceñas? ¿Y sus antiguas
fotos? O es solo otra estafa de una “transformer” que se disfraza por gusto o
por disimulo, cuando así es conveniente.
Todo embuste, toda mentira siempre
tienen un límite. A pesar de tanto olvido, hay memoria y, sobre todo, memoria
colectiva.
Más aún, la honra y la estimación no
caben en un cartón. La reputación y la credibilidad no se quedan en fotos, así
sea junto a mexicano recién llegado. La sociedad, igual que las religiones,
perdona excesos, equivocaciones, caídas. Lo que no olvida es la alevosía, la
premeditación y la maldad con la que una tropa por intereses propios no cumplió
con su deber y llevó a un país al borde de la guerra civil.