viernes, 26 de agosto de 2022

MÉDICOS QUE SALVAN, PUTINES QUE MATAN

 

            En los últimos años, los héroes no llevan arcabuces, ni cascos, ni medallas, ni banderas cruzadas sobre el pecho. Los nuevos mártires son los trabajadores de salud que, en silencio, de día o de noche, con frío y sin luz, aceptaron cumplir su juramento intangible y decidieron salvar millones de vidas.

            Aunque la vorágine de este ciclo nos lleve al olvido y a no poder contar los meses sin cuenta de la cuarentena mundial, debemos recordar y rendir homenaje a los mandiles blancos. Esas túnicas de tela dura que revoloteaban entre camas, camillas, a veces en las aceras o atrapadas en una ambulancia que repetía una sirena triste. No importaba su edad, su sexo, su condición civil, fueron cientos los que dejaron para algún momento en el futuro la posibilidad de estar en casa, de planificar un festejo, de salir de viaje.

            En muchas ciudades, los vecinos salían a las ventanas, a los balcones o a los patios, a una hora convenida para aplaudirles y que el eco de la noche les llegue como un abrazo de agradecimiento. También les cantaban, alguna vez una ópera, otras una canción infantil, un Mambrú español, una tarantela italiana.

            En Bolivia, no hubo gestos colectivos. Fueron acciones individuales de llevar un refrigerio a quienes habían pasado 24 horas o más en el turno. Un regalo de recuerdo por el familiar salvado. Lastimosamente, hubo también desprecio, miedo absurdo de sacar a una enfermera de un edificio por temor a un contagio o rumores similares.

            Además, en el país se daba un fenómeno adicional. Desde 2016, por diferentes razones, los médicos agrupados en su colegio gremial se convirtieron en los portaestandartes de las protestas sociales.

            ¿Cómo recordará la historia esas mareas humanas interminables, de cofias blancas y de guardapolvos abiertos enfrentando a la represión del Movimiento al Socialismo? Golpes en la cabeza, gases lacrimógenos, pateaduras, detenciones no consiguieron acobardar a los galenos nacionales. Al contrario, la población salió en su defensa y la consigna “Yo apoyo a mi médico (boliviano)” se colaba en coches, fachadas, oficinas, baños públicos.

            El (No) Estado Plurinacional hizo y todavía hace todo lo posible por hundir al movimiento de los médicos. Quieren reemplazarlos con técnicos cubanos. Intentan destruir uno de los últimos colegios profesionales que resiste la arremetida.

            Mientras en el otro frente, están los asesinos, los que matan impunemente a nombre de una guerra, de una historia, de un imperio medieval o de una leyenda. Vladimir Putin, el demente que monta a caballo con su pecho desnudo, destruye cada día lo que los médicos salvaron.

            Desde hace seis meses ordena bombardear a los hospitales para hundir a la niñez ucraniana. Jóvenes médicos y autoridades de ese país habían levantado una red de centros de salud con esfuerzo y planificación. Dos días de ataques rusos fueron suficientes para destruirla. Cada día, a veces cada hora, cada minuto asesinan a una persona indefensa.

            Putin no está solo. Igual que Adolfo Hitler no estuvo solo. Tampoco Augusto Pinochet estuvo aislado. Hay fanáticos que quieren imitarlo en diferentes escalas: en La Habana condenan a chicos de 13 años a largos años de cárcel por pedir pan; en Managua mandan turbas contra ancianos sacerdotes; en Las Lomas amparan a los que pegan a mujeres periodistas; en Caracas disparan contra el joven ladrón y abrazan al político corrupto; en México asesinan reporteros.

            En pocos meses la Humanidad parece hundirse en un mar de incertidumbre y maldad. Todos los ingredientes para la catástrofe están acumulados. Putin nos hundió.

viernes, 19 de agosto de 2022

OTRA COBARDÍA DE LA CANCILLERÍA

 

            El pasado viernes 12 de agosto, la Organización de Estados Americanos (OEA) condenó con 27 votos a favor la persecución del gobierno mesiánico y enloquecido de Daniel Ortega y de la autoproclamada bruja Rosario Murillo contra la sociedad civil, especialmente contra los representantes de la Iglesia Católica. Hace rato que Murillo anhela ser una papisa.

            La pequeña isla caribeña San Vicente y Granadinas votó en contra de la resolución. La delegación colombiana no asistió (quizá porque el presidente Gustavo Petro respalda a Ortega). Tampoco estuvo en la sala del Consejo Permanente la representación de Nicaragua.

            Cuatro países se abstuvieron. Los cuatro son estados acusados permanentemente de sus relaciones con el tráfico de drogas y el involucramiento de altas autoridades policiales, judiciales y políticas con la multinacional de la cocaína: el Estado Plurinacional de Bolivia, El Salvador, Honduras y México.

            La Iglesia Católica, a través de obispos, párrocos, religiosos y religiosas ha denunciado en esos territorios sin ley el accionar perverso de las pandillas, de los traficantes de personas- sobre todo niñas y muchachas pobres-, y del reinado violento e impune de los narcotraficantes.

            El número de casos ocupa muchos volúmenes. La prensa los registra y por ello muchos periodistas son asesinados en México, encarcelados en El Salvador, perseguidos en Honduras. En este lustro, estos Estados penetrados por las mafias han acallado más radios y periódicos que durante las dictaduras militares.

            En Bolivia, un asunto inolvidable es el agravio y humillación al obispo Tito Solari de Cochabamba. Solari era desde su llegada a Bolivia un defensor de los Derechos Humanos, incluyendo los derechos de los cocaleros del Chapare cuando eran reprimidos arbitrariamente.

            También trabajó en las cárceles, junto a otros religiosos, para ayudar a los presos más pobres. Varios de esos presos eran el eslabón más débil del narcotráfico; sus derechos al prediario era vulnerados por los clanes que se han apoderado de las prisiones y la Pastoral Penitenciaria abogaba por ellos.

            En esa línea de respeto a la dignidad de la persona, Monseñor Solari se atrevió a denunciar el entramado de los productores de cocaína en el trópico cochabambino. Mostró al país que no solamente era el principal producto de exportación de la provincia, sino que embrutecía a los jóvenes campesinos que poco a poco se volvían adictos.

            Fueron palabras de alerta y de reflexión. Sin embargo, todo el poder del circuito coca cocaína se hizo sentir. Desde sus principales líderes cocaleros hasta medios de comunicación de la región humillaron y amenazaron al sacerdote.

            Por esos antecedentes, no sorprende que la cancillería del (no) Estado Plurinacional se niegue a condenar las últimas acciones de Ortega contra los sacerdotes. Los videos muestran cómo usan drogadictos para incendiar templos, profanar el Cáliz, romper la Biblia, cercar las misas con turbas.

            Sorprende la actitud del representante plurinacional ante la OEA, Héctor Arce Zaconeta, a quien se suponía católico y que en más de un momento difícil que le tocó enfrentar fue amigo de la Iglesia.

            El (no) Estado Plurinacional se abstuvo de decir su palabra en asuntos gravísimos para el futuro de la humanidad, como la guerra en Siria o la invasión rusa a Ucrania. Las explicaciones que intenta el canciller Rogelio Mayta en reuniones internacionales son francamente vergonzosas; arranca silbidos.

            Lo más triste es el silencio del papa Francisco. A pesar del pronunciamiento del Consejo Episcopal Latinoamericano, el Papa habló de los peregrinos en su homilía, no de los sacerdotes nicaragüenses apresados.

            “No te asustes y desmayes, que contigo está el Señor, tu Dios, donde quiera que vayas” citó la CELAM sufriendo junto al obispo de Matagalpa asediado por los policías antimotines frente a su parroquia.

            Francisco tampoco condenó, cuando así se lo pidieron especialmente, la persecución religiosa en Cuba justificando su postura por una “relación humana” con Raúl Castro. ¿Será también amigo personal de Ortega y Murillo, la pareja que permitió la violación de la hijastra?

            Mientras, la noticia pasa desapercibida en los medios de comunicación. Ya nada parece asombrar a la opinión pública. ¡Que falta hace “Presencia”!

           

           

sábado, 13 de agosto de 2022

PARA HABLAR DE SIMÓN PATIÑO, ES MEJOR CONOCERLO PRIMERO

 

REVISTA “OH”

AGOSTO 2022

 

            ¿Quién era realmente Simón I. Patiño, el famoso magnate boliviano que ocupó titulares en la prensa mundial durante medio siglo y fomentó leyendas de los tintes más diversos?

            Durante muchas décadas, en el contexto de una historiografía del nacionalismo y el marxismo se retrató a este cochabambino como un personaje cercano a Belcebú, un engendro del Drácula chupa sangre. Probablemente los escritos de Augusto Céspedes fueron la columna vertebral de ese imaginario.

            Recién en los años 80 comenzaron a publicarse biografías del dueño de la mayor empresa minera boliviana que mostraban el otro rostro de Patiño, el empresario exitoso, el patriota que recobró las minas en manos de chilenos, el visionario que ganaba en inteligencia a los ingleses, el hombre que quiso un desarrollo integral para su patria.

            Paradojas del destino, fue un cuñado de Céspedes, casado con otra de las hermanas de Carlos Montenegro, Charles F. Geddes el que escribió la primera biografía documentada del hombre nacido en un humilde hogar y que terminó como uno de los más ricos del planeta, en base a su trabajo y a su olfato empresarial.

            Este miércoles 3 de agosto se entregó oficialmente en Cochabamba una obra en dos tomos y con cerca de 700 páginas que revisa la vida y la obra de Simón I. Patiño. El trabajo fue coordinado por Michela Pentimalli (*) y contó con el apoyo de María Isabel Álvarez Plata y el equipo de la Fundación Patiño.

            Editada con pulcritud, la investigación convocó a 13 especialistas que examinan a Simón y a su esposa Albina, desde la genealogía hasta su aporte urbanístico con base en fuentes primarias y un riguroso soporte académico.

            Desde 2019 la directora del proyecto Michela Pentimalli fue construyendo el eje temático del libro e intercambiando ideas con el equipo, con la base del importante archivo que posee la Fundación Patiño. Ella partió a Italia y el plan y el cronograma fueron afectados por la pandemia; hubo que reinventar metodologías para lograr la meta.

            El libro cuenta tantas historias, muestra fotos inéditas- como la pulpería para los trabajadores con artículos de todo tipo, o las imágenes de la pareja y de sus hijos. Es tan difícil resumir cada artículo, que esta nota se limita a un solo tema: preocupación de Patiño por la educación.

Por ejemplo, según Jacqueline Calatayud (Pentimalli, 2021: 27), Patiño aprovechaba las reuniones con abogados y técnicos para aprender de ellos. Él mismo se esforzó por seguir aprendiendo, tal como lo había hecho en Huanchaca y luego en la casa comercial de los alemanes Fricke.

Para Patiño, la educación era un elemento central para explicar el éxito de las personas y de las empresas. No por casualidad, en 1903, al poco tiempo de enriquecerse con la exportación del estaño, junto con su esposa Albina Rodríguez, envió a sus hijos a Chile a estudiar. Luego, tanto varones como mujeres fueron enviados a famosos internados en diversas ciudades europeas.

            Tampoco se puede desconocer la formación de los obreros y de sus familias en los campamentos mineros, principalmente en el eje de Uncía/Catavi/Llallagua/Siglo XX y para contar con maestros. En 1940, la empresa contaba con seis escuelas bien equipadas distribuidas en Catavi, Siglo XX, Cancañiri, Socavón Patiño, Tranque y Miraflores. Ese año, se contaban 1970 alumnos y 25 profesores. Los estudiantes tenían almuerzo y, desde 1948, también desayuno escolar (Pentimalli, 2021: 27-29).

En lo que respecta a la ingeniería, Patiño apoyó la formación de los bolivianos inicialmente abriendo sus empresas para las prácticas de los estudiantes de la escuela de ingeniería de Oruro. Desde 1931 lo hizo también a través del impulso de becas de estudio a través de la Fundación Universitaria Simón I Patiño.

Como siempre, Patiño buscó rodearse del personal más capacitado para poder consolidar esta organización. Por un lado, destaca la figura de Daniel Sánchez Bustamante, quién había sido ministro de educación en la primera década del siglo XX. Sánchez Bustamante viajó en 1908 con otros intelectuales para conocer las modernas corrientes pedagógicas europeas. En Bélgica invitaron a visitar Bolivia a Alexis Sluys, director de la Escuela Normal de Maestros. Sluys no podía venir, pero recomendó a su alumno destacado Georges Rouma.

            Rouma llegó a Bolivia con otros maestros belgas de la llamada Misión Belga.  Fundó en 1909 la Escuela Normal de Profesores y Preceptores. Sacó adelante la escuela y en 1911 dictó conferencias por todo el país junto a otros maestros voluntarios. También fundó las escuelas normales rurales de Umala, en el departamento de La Paz, en 1915, la de Colomi, en el departamento de Cochabamba, 1916, y la de Puna en el departamento de Potosí en 1917.

            El trabajo desplegado por Rouma fue respaldado por Sánchez Bustamante y por diferentes voces de la opinión pública. Sin embargo, otros sectores fueron muy críticos, como se refleja en la prensa de la época y en debates congresales. Quizás por ello, Rouma prefirió dimitir. Retornó en 1931 para evaluar la situación de la enseñanza y escribió: “(…) Mi amor profundo por la verdad me obliga a reconocer que no tenemos una verdadera universidad en Bolivia. No tenemos más que institutos superiores de carácter profesional, que dan diplomas de médico, abogado, ingeniero de minas, etc., pero no tenemos ningún centro de Cultura superior donde los sabios se consagren a la investigación científica” (Id, 2021: 33).

            En ese contexto, Simón Patiño lo invitó a redactar los estatutos para la fundación que había proyectado “en beneficio de los estudiantes” con un capital de un millón de bolivianos. El primer consejo de la Fundación Universitaria Simón I Patiño estuvo formado por Arturo Loaiza (abogado de confianza de Patiño); Carlos Calvo Calvimontes, abogado y de familia de agroindustriales chuquisaqueños; Juan Cabrera García, presidente de la Asociación de Periodistas y Daniel Sánchez Bustamante, quien en 1930 había redactado el Estatuto de Educación que consagraba la autonomía universitaria (Id.,, 2021: 40).

            El primer presidente de la Fundación fue Daniel Sánchez Bustamante. El segundo fue el intelectual paceño Juan Francisco Bedregal y el vicepresidente fue Castro Rojas, otro intelectual y académico reconocido en todo el país (Id., 2021: 49).

            En sus inicios, uno de los fines de la Fundación era otorgar préstamos de honor a destacados estudiantes que no tuviesen los medios necesarios para continuar estudios en el extranjero. A la larga, no obstante, el sistema no funcionó porque no hubo la suficiente devolución de los préstamos de honor.

De acuerdo con las estimaciones de Contreras (1988: 30), cuatro estudiantes bolivianos se formaron en ingeniería en la década de 1930 gracias a las becas de la Fundación. En la década de 1940, el número ascendió a 13 estudiantes. Entre los primeros becados resalta Roberto Ascui Iturri, ingeniero mecánico y eléctrico, quien figura en el registro de la Sociedad de Ingenieros de Bolivia desde la década de 1930.

Otro boliviano que estudió ingeniería gracias a la Fundación fue Miguel Gisbert N., ingeniero mecánico, también inscrito en la SIB y miembro de su directorio en los años 1940. También resalta el nombre de Guillermo Bilbao la Vieja, ingeniero de minas, ministro, asesor de la Asociación de Industriales Mineros de Bolivia; fue editor y director de la revista Minería de Bolivia.

            De acuerdo con el investigador Gonzalo Ávila Lara (2021), la Fundación hizo otros aportes a la educación terciaria y a la ingeniería. Realizó donaciones. Por ejemplo, la Facultad de Ingeniería de Oruro recibió una planta metalúrgica piloto y un taller de electrotécnica. Las universidades públicas de Potosí, Santa Cruz, Sucre, Tarija fueron beneficiadas con libros y fondos en dinero.

            En 1948, mediante escritura pública los herederos de Simón Patiño cedieron a la Fundación el derecho propietario del Palacio Portales en Cochabamba. También donaron a la fundación 198.800 acciones de la propiedad “La Iniciadora” ubicada a orillas del río Isiboro en la provincia Chapare de Cochabamba. En 1964, los sucesores de Patiño donaron a la Fundación la propiedad agrícola “Hacienda Pairumani”, situada en la provincia Quillacollo de Cochabamba, donde Patiño alentó mejoras agrícolas y agropecuarias para trasladar al resto de Bolivia.

            Debido a las intensas actividades de la fundación, la escasa devolución de los préstamos de honor, la inestabilidad económica del país y la debilidad de su moneda, los fondos de la fundación se fueron agotando. Ante esa situación se creó la Fundación Simón Patiño en Ginebra Suiza, con nuevos estatutos y con un fondo de 10 millones de dólares para dar becas a estudiantes bolivianos destacados, incluyendo vivienda y facilidades para su estadía.

            Patiño daba especial importancia a los ingenieros. Como muchos mineros, le era difícil encontrar profesionales bolivianos. En el apogeo de su empresa contrató al famoso Ing. Pickering, que llegó a ganar 750 mil dólares anuales, uno de 10 los ingenieros mejor pagados del mundo.

            Este ingeniero entregó a Patiño un informe confidencial sobre el agotamiento de las vetas. Quizá si Víctor Paz Estenssoro lo hubiese conocido sería otra la historia de la nacionalización de las minas.  Cuando lo leyó por casualidad, en 1953 ya era tarde.

            Pero eso, es otra historia.

 

(*)Pentimalli Michela, Coordinadora (2021) Simón I Patiño y Albina Rodríguez, una pareja fundadora. Fundación Patiño, Sagitario, La Paz. Artículos: Calatayud, Jacqueline. Simón I. Patiño y la formación profesional boliviana; visión y acciones en el contexto histórico educativo del primer tercio del Siglo XX, pp. 26-47. Ávila Lara, Gonzalo. Una Fundación para Bolivia. 1931-1968, Materialización de un proyecto visionario, pp. 48-64

 

 

viernes, 12 de agosto de 2022

EL (NO) CENSO DEL (NO) ESTADO

 

DESDE LA TIERRA

EL (NO) CENSO DEL (NO) ESTADO

LUPE CAJÍAS

 

            ¿Por qué las autoridades del departamento y de la ciudad de La Paz no encabezan la demanda ciudadana para contar en 2023 con un censo científico, bien organizado y con las preguntas adecuadas? Los habitantes de la sede de gobierno, los paceños y sus autoridades locales y territoriales deberían ser los más interesados en un conteo que se aproxime lo más posible a una radiografía de su realidad.

            Sin embargo, hay poca voluntad y escasas propuestas.

            ¿Quiénes migran a la ciudad? ¿Por qué hay cada vez más construcciones, nuevos barrios, ocupación de laderas, loteos en las orillas de la mancha urbana hasta los municipios del área metropolitana? ¿Por qué hay más demandas de servicios básicos? ¿Por qué faltan camas en los centros de salud públicos? ¿Por qué hay tantos vehículos, tantas nuevas líneas de microbuses, tantas filas, tantas trancaderas?

            ¿Por qué cada vez es más difícil caminar por el centro urbano por las mareas humanas que suben y bajan, amén del aumento constante de vendedores ambulantes?

            No se sabe, ni se sabrán las respuestas. ¡Porque no hay estadísticas fiables!

            Sin embargo, los paceños con ingresos legales seguirán subvencionando por encima de sus posibilidades a forasteros que no aparecerán en el (no) conteo organizado por el (no) Estado: servicios municipales, parques, gasolina, hospitales, escuelas.

            Ciertamente, los censos no son neutrales, aunque sus objetivos suelen ser similares desde hace 2000 años, cuando María de Nazaret tuvo que trasladarse a Belén de Judea obedeciendo las instrucciones de los romanos.

            Hace dos siglos, amaneciendo la República de Bolivia, un primer conteo registró 1.100.000 habitantes, aproximadamente: 65% almas y 35% infieles, divididos en blancos o criollos, indios aborígenes, razas mezcladas, cholos y mestizos y negros.

            En 1845 las estadísticas hablaban de 2.030.000 habitantes en el extenso territorio: 1.378.896 civilizados y 760.000 salvajes. Eran cifras exageradas, reflejo de una metodología imprecisa. Difícil establecer cómo se contabilizaron a esos “salvajes”. En 1854, se nombraban a los “bárbaros”; en 1950 se consignan 87.000 “selvícolas”.

            Recién en 1976, el gobierno boliviano logró organizar un censo técnico, guiado por los mejores estadísticos de la academia. Es un punto de inflexión sobre las cifras nacionales. Era la época de Hugo Banzer, uno de los años más duros del septenio, pero ni él ni las Fuerzas Armadas que lo sustentaban se atrevieron a inferir en los resultados.

            Aunque se suponía que ¡finalmente! la República de Bolivia haría conteos serios cada 10 años, otra vez la inestabilidad política y la crisis de la hiperinflación y de la deuda postergaron un censo nacional de largo alcance hasta 1992.

            La institucionalidad del Instituto Nacional de Estadística (INE) fue respetada y, a pesar de fallas, sus datos y proyecciones eran confiables.

            En 2001 el Censo habló de “indígenas” y de “nacionalidades” y hubo los traslados forzosos motivados por los recursos de la Participación Popular y el acceso a las Tierras Comunitarias de Origen, las TCOs, territorios de las poblaciones originarias, sobre todo en el norte, este y sudeste del país.

            La catástrofe llegó el 2012 cuando el Censo Nacional estuvo tergiversado desde sus inicios. En el Movimiento al Socialismo, MAS, con el asesoramiento cubano, la forma de gobernar es la mentira, el disfraz, la impostura. A ello se añade, la sombra creciente y cada vez más negra del manejo del padrón electoral. Justamente coinciden las fechas cuando la Corte Electoral inició su caída vertiginosa; aparecieron “técnicos” venezolanos, y la opacidad en la información estadística tergiversó la voluntad de los bolivianos.

viernes, 5 de agosto de 2022

UN AMOR DESBORDADO POR LA LIBERTAD

 

DESDE LA TIERRA

UN AMOR DESBORDADO POR LA LIBERTAD

LUPE CAJIAS

 

            ¿Cómo transitarían gentes de toda ralea en las vísperas del nacimiento de la nueva república en el corazón de la América del Sur? Los textos históricos tienden a concentrarse en unos nombres y en unos actos, como la firma del Acta de la Independencia. ¿Los demás, dónde estaban?

            A través de algunas biografías y de relatos de primera mano, como los que resume el gran Gabriel René Moreno, sabemos que muchos de los combatientes que batallaron 15 años no fueron invitados a los solemnes momentos de agosto de 1825.

            Entre los ausentes estaba Juana Azurduy de Padilla, la mujer que había sacrificado su hogar y sus hijos por perseguir la quimera de la libertad. Quizá escuchó o le contaron el tañido de las campanas de las muchas iglesias que rodeaban la plaza mayor, en el inolvidable mediodía.

            Vicenta Juaristi Eguino, que había entregado su fortuna y su tranquilidad a las huestes rebeldes soñando en esa palabra que repetían: “independencia”, prefirió quedarse en La Paz. Había parido hijos para hombres peninsulares y criollos y estaba agotada de tanta bulla. Fue de las primeras que se dio cuenta que el cambio de nombre no significaba la llegada de mejores épocas. “Hice mi parte”, murmuró a sus críos, “ahora es su turno”.

            ¿Qué dirían las madres desesperadas por ver a sus muchachos que habían partido con los ejércitos con la palabra “patria” entre sus labios? ¿Cuántos no regresaron ni ese año ni nunca más? Ni siquiera usaron la mortaja, el nicho reservado en el camposanto.

            Estaban las viudas que no aceptaban el último parte de guerra con la lista de los muertos. Estaban las enamoradas, ansiosas por reconocer el rostro amado entre los que llegaron junto a los libertadores venezolanos. Estaban las monjas de claustro que habían conocido la delicia del amor en medio de los desórdenes de esos años; meses después una de ellas influyó con su pecado el destino de Bolivia lejos de las ambiciones argentinas.

            ¡Cuántas mujeres de recovas y mercados tejieron guirnaldas y bordaron mantillas para recibir a los héroes, en Potosí, en Charcas, en sus recorridos victoriosos! Ellas eran las heroínas silenciosas que habían mantenido las ollas llenas a pesar de los campos desolados, de los animales sacrificados, de los caminos cerrados.

            Quizá fue al verlas y al sentir tanto cariño, que el caraqueño Simón Bolívar se animó a resumir en una frase lo que era la nación que lleva su nombre: ¡Bolivia es un amor desenfrenado por la libertad!

            Esa república que está próxima a cumplir doscientos años de independencia de España convertida en un (No) Estado Pluri delincuencial, voraz para incendiar tierras y perseguir a la mitad de los pobladores.

            Hay bolivianos que aman desfrenadamente la libertad; que respetan una bandera tricolor, un escudo nacional, un himno, los símbolos de una pertenencia que buscó la totalidad y no la división, el enfrentamiento. ¿De qué “patria” pueden hablar?

            ¿Cómo será la víspera del 2025 del país que nos heredaron los abuelos? ¿Existirá? ¿Cuántos bosques quedarán? ¿Cuántos pueblos originarios sobrevivirán? ¿Cuántos ríos podrán beberse? ¿Cuántas hectáreas de coca cubrirán el territorio? ¿Cuántas nuevas avionetas caerán con polvo blanco? ¿Cuántas nuevas estafas a los bancos, cuántos nuevos robos enmascarados, cuántos escándalos, cuántos jueces premiados, cuántos fiscales reincidentes, cuántos ministros sorteados? ¿Cuántos muertos en las prisiones, cuántos perseguidos, cuántos exiliados? ¿Cuántos fantasmas se asustarán de los vivos?

            ¿Cuándo se resignó esa Bolivia que amaba desenfrenadamente la Libertad?