A vos, madre ucraniana que bajas las escaleras, salpicada de sangre, el cabello desordenado, el pie descalzo, los brazos aferrados al vientre. Intentas salvar la vida a la criatura que esperas con tanto amor. Seguramente, vos, como tantas madres del mundo, recibiste la noticia feliz: estabas embarazada. Seguramente, como tantas madres, imaginaste cómo sería la guagüita, sería hembra, sería varón, ¿nacería sanita? Seguramente cumpliste todos los exámenes y todos los cuidados. Con la llegada de la primavera en el hemisferio norte, sentiste los dolores del alumbramiento.
Lo que vos no imaginaste ni en tus peores pesadillas es que un matón conocido
como Vladimir Putin (acertado apellido) ordenaría a sus pilotos bombardear con
precisión el maternológico de tu cuidad para matar a las criaturas ucranianas
antes de que se conviertan en nuevos zelenskis.
¡Cobardes! Ni siquiera dan la cara, lanzan la muerte desde arriba. Después se
esconden.
¿Habrá podido nacer tu hijo?
Vos, junto con otras mujeres, fuiste arrancada de la sala de parto donde las
enfermeras preparaban el gran momento. Apenas una noche antes cumpliste el
ritual: la internación con tu nombre, edad, los otros hijos, dirección de una
vivienda, números de emergencia, acompañada por un compañero. Mientras, el
asesino te acechaba. Un camisón floreado, tan típico de los pacientes en los
hospitales, te cubre mientras procuras escapar.
Las agencias de noticias reflejan tu angustia. Aparentemente otra madre joven
no alcanzó a eludir las esquirlas. Un enfermero relata entre lágrimas que no
sabe qué hacer con los cuerpos apilados en el pasillo del último centro de
salud que queda en la ciudad. Envuelto en una toalla verde, en sus brazos yace
un bebé, sin nombre, sólo queda el dato: 18 días de nacido. No sabe si la mamá
vendrá, si alguien de la familia sigue en el departamento, si será posible
informar, dónde poderlo enterrar.
Más de 100 niños han muerto en la invasión del imperio neozarista contra la
población civil desarmada de Ucrania. Mientras millones han sido arrancados de
sus hogares, del colegio, del parque, de los amiguitos y de los abuelos.
Escenas inenarrables en las estaciones, en las trancas. Quedan los padres
enjugando lágrimas.
Un hombre llora hincado en una sala de espera. Se acusa de no haber sabido
defender a sus niñitas. Han muerto su hija Natascha y su nieta Doménica,
mientras la otra nieta aún la sacude para que despierte. Un niño de seis años
vio morir a su madre quemada en el coche, le pide a papá que consiga alguien
para que lo lleve al kinder; otro niño de dos años ha agotado sus lágrimas
mientras se agarra la barriga perforada por la metralla; una niña se niega a
comer porque sigue traumada después de la operación que amputó su piernita y
parte de su brazo.
Mientras en Bolivia, el Estado Plurinacional ve pasar y calla. Hay muchos
negocios entre medio, sumados a la ignorancia y a las reacciones pueriles de la
cancillería.
Justamente es mujer, María Luisa Ramos Urzagaste, la que ocupa la embajada
masista en Moscú. Desde hace décadas está vinculada a Rusia y organiza las
relaciones con Putin. Aunque fue alejada de su cargo hace unos años por
denuncias internas, Luis Arce la volvió a nombrar. ¿Son sus informes los que
influyen en la posición plurinacional? ¿Verá noticias no censuradas? ¿Sabrá lo
que pasa con las madres ucranianas? En 2017 declaraba que le habían enseñado a
decir la verdad por más dura que fuese. ¿Cuál será la verdad para ella? Se
declaraba antipatriarcal, ¿y esto qué es?
Una vez más la violencia organizada por seudo machos enluta principalmente a
las mujeres. Los militares rusos han vuelto a la barbarie primitiva; repiten
las historias que pocos libros relatan. Los films de propaganda los mostraban
sonrientes liberando ciudades del nazismo, sin detenerse en los muchos casos de
muchachas alemanas violadas colectivamente. Los afiches retratan obreras con banderas,
mientras miles de personas pasaban por sanatorios psiquiátricos que les
tragaban el cerebro y el alma.
Cada madre ucraniana que llora un hijo es una madre de la humanidad. Y Putin no
es un héroe, es un criminal.