Parecería que olvidamos que la pandemia se originó en un mercado insalubre y de venta ilegal de animales en una ciudad de la República Popular de China. Pocos titulares de prensa relacionan la irresponsabilidad de esas autoridades sanitarias para evitar los contagios. Mientras, salen fotos en los medios de los festejos alegres y masivos en piletas de Wuhan, el resto del mundo está sumido en la muerte y el descalabro económico.
La opacidad de la administración
china y, sobre todo, la falta de transparencia sobre el origen y los riesgos
del COVID 19 han convertido el virus en la peor catástrofe humana, social y
económica del mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Los titulares de la prensa
internacional sacan cifras sobre enfermos caídos en las calles, cementerios
congestionados, compras inescrupulosas, deficiencias hospitalarias en
Venezuela, en España, en Estados Unidos… Olvidan a China y la responsabilidad
histórica de ese régimen en esta catástrofe cuyas dimensiones cada vez son más
dantescas.
Las compras chinas de los recursos
naturales, su aporte a la dinámica económica de la última década, el
desplazamiento de miles de sus empresas por todos los continentes, nublan la
memoria y las complicidades de funcionarios locales dejan que China pase y pise.
Por eso es importante un último
reportaje sobre los intereses chinos en las compras ilegales y malvadas de
jaguares en la Amazonía sudamericana, desde Brasil hacia el interior de la selva,
especialmente Bolivia, donde se les permitió casi extinguir al noble felino.
Una investigación publicada esta semana en la Deutsche Welle confirma la
conexión de la existencia de empresas chinas en lugares donde se detectó el
tráfico ilegal de animales.
Hace poco, el New York Times reveló
que el exterminio de jaguares llegó a las selvas centroamericanas, incluyendo a
la pequeña y tranquila Belice. Desde la primera denuncia y la indignación
oficial y ciudadana se siguió la pista hasta la conexión con chinos o con
envíos a China. El periódico cita que en Bolivia se encontraron paquetes
destinados a Beijing con colmillos y otros restos de jaguares pero que las
informaciones siempre eran imprecisas.
El estudio alentado por Conservation
Biology establece la conexión entre las inversiones chinas con el tráfico del
mítico animal americano. Los autores respaldados por la prestigiosa Universidad
de Oxford pudieron establecer cómo los métodos de la caza furtiva ilegal del
sudeste asiático se reproducen en Centro y Sudamérica donde están grandes
proyectos de “desarrollo” con empresas chinas. El saqueo comprende en general a
la vida silvestre. En los años sesenta, fue Estados Unidos el responsable por
demandar a altísimos precios la piel del jaguar. Después los gobiernos
intentaron políticas de protección ante la amenaza de extinción…. Hasta que
llegaron los chinos.
Bolivia es nombrada reiteradamente
porque se conocían detalles del dramático comercio de las mafias chinas usando
a bolivianos protegidos por el sistema judicial del Movimiento al Socialismo
(MAS) desde 2012. Incluso funcionarios públicos se habían atrevido a dar
señales de alarma. La conexión china sacó dientes, cráneos y pieles de al menos
800 jaguares en los países del socialismo del Siglo XXI. Evo Morales Aima, el
canciller David Choquehuanca, Álvaro García Linera, dejaron pasar el asunto y
ninguna de sus fiscales como Betty Yañiquez intentó al menos una mínima
indagación. ¿Cuántos chinos llegaron a trabajar estos 14 años, cómo, por qué,
quiénes eran?
Otra impostura del proceso de cambio
que costará mucho a Bolivia, y ningún castigo a los responsables. No conocemos
ninguna reacción de las actuales autoridades.