¿Qué distingue la narrativa de partidos políticos, agrupaciones ciudadanas, candidatos de la oposición, plataformas y demás organizaciones que resisten al gobierno del Movimiento al Socialismo? Aparentemente, el discurso alternativo intenta cobijarse bajo el paraguas del respeto a la democracia y al Estado de Derecho.
Sin embargo, en los hechos y en el
propio mensaje cotidiano no existe coherencia con ese enunciado. Es más, a
veces las declaraciones, los comportamientos y las acciones de los autollamados
demócratas están lejos de los principios esenciales de la democracia.
Existen
contradicciones. Por ejemplo, cuando algún dirigente critica la reelección y al
mismo tiempo no busca la renovación en su propio partido. O su partido es un
partido/empresa. Algo similar ocurre en sindicatos, asociaciones o en entidades
como la propia Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia.
A ello se suman las dificultades
materiales. El MAS cuenta con un inmenso caudal que se nutre con aportes
voluntarios de militantes, pagos obligados de doscientos mil funcionarios
públicos, dineros estatales, pagos extraordinarios como el de YPFB a los
dirigentes cocaleros. Existe la sospecha de que también fluyen dineros de
origen más oscuro, generados en Bolivia y externos.
Además, como repetimos regularmente,
el MAS forma parte de la internacional del socialismo caviar (también lo llaman
del capitalismo salvaje) que le da eco regional y mundial. O con el servicio de
agencias como la oscura Neurona, denunciada en varios países, pero siempre
impune.
El caso más dramático es el del
invento del golpe de estado para explicar el desenlace de la protesta ciudadana
de 2019. La narrativa del MAS recortó rápidamente los antecedentes, como su
derrota en el Referendo del 2016 (derrota a pesar del Tribunal Electoral
masista). En cambio, posesionó la idea de que el litio era el centro de la disputa.
Personajes como José Mujica no
dudaron en respaldar el argumento. Otros se conmovieron por la imagen de Evo
Morales en una carpa de nylon rosado, sin cuestionar cómo alguien perseguido
podía esconderse con tanta fosforescencia y celular en mano. La “cantaleta”
como bien la califica la Iglesia Católica, sigue y recrudece cada que la
economía nacional se hunde un poco más.
Desde la oposición no hay una
narrativa suficiente para contrastar. Tampoco desde los medios de comunicación
que tienen otras voces a la oficial. Por ejemplo, visitó Bolivia un influyente
miembro de “El País” de España y periodistas locales lo entrevistaron
deslumbrados por su poder, en vez de cuestionar por qué ese medio no intentó ni
intenta entender las protestas ciudadanas bolivianas; al contrario, confunde.
La agenda la pone el MAS. La
oposición se limita a reaccionar. Evo sale en las noticias de forma permanente,
directa o indirectamente. Hay periódicos que le dan hasta siete titulares
diarios en estos tres años, por si juega, por si viaja, por si dice. Morales
sabe muy bien como enredar a los comunicadores ingenuos (o quizá no tanto).
Los reclamos de los médicos o de los
discapacitados o de los potosinos, el paro de 30 días en la región más
próspera, el secuestro de un gobernador, la golpiza a periodistas, no logran la
atención de las agencias de noticias. La tarea más urgente del Comité pro Santa
Cruz, para dar un ejemplo, es revisar sus palabras, sus gestos y construir una
línea comunicacional de largo alcance, si quiere avanzar de la resistencia a la
propuesta nacional/ regional. Información es poder, hay que recordar siempre.
Asuntos internacionales como la
invasión rusa a Ucrania, las acciones del Grupo Wagner, los saqueos chinos de
materias primas en América Latina, la situación de los presos políticos
nicaragüenses, la construcción de casas israelíes en territorios palestinos,
las masacres en México o la destrucción de la Amazonía no aparecen en la
narrativa de la oposición.
Existen voces aisladas, de vez en
cuando, sin conseguir articular un discurso diferente para una Bolivia con un
horizonte distinto a estos tres lustros. Un país, al borde del Bicentenario, seguramente
sin salida soberana al mar, pero al menos con una mirada que deje de ser
mediterránea y localista.